Cuando Pedro Almodovar sentó las bases de su cinematografía, fue dentro del terreno visual donde más se le españolizó. Sus llamativos colores fueron uno de los pilares de su aclamación crítica y uno de los valuartes que el manchego aún sigue acuñando. Lo que muchos desconocen es que Pedro no inventó las decoraciones chillonas de apartamentos donde los colores asaltan la escena para hacerse dueños de ella, pocos conocen que Pedro tuvo una base en la que cimentar su cine, una base que empieza por obras como ‘La chica de los anuncios’ donde Pedro Lazaga y sobre todo la fotografía de Juan Mariné consiguen uno de los collages más bellos de finales del cine de los 60s. Un territorio temporal donde España buscaba abrirse al mundo y dejar a todos claros que podíamos ser tan chics como nuestros vecinos los franceses y que ellos podían tener a Brigitte Bardot pero nosotros teníamos a Sonia Bruno hasta que eso sí, Uno de los yeyes del Real Madrid nos la quitó.
El prolífico director Pedro Lazaga es el responsable de esta película que cuenta la carrera en el mundo de la publicidad de una chica malagueña que va a Madrid para hacerse famosa, interpretada por Sonia Bruno. A su alrededor, tenemos una historia naif con sus compañeros de pensión: el músico de jazz (Juanjo Menéndez), la cantante pop (Karina); la dueña de la pensión (Rafaela Aparicio) y otros personajes como el fotógrafo (Juan Luis Galiardo), la madre de la chica (Florinda Chico) y otro fotógrafo con poco escrúpulos (Sancho Gracia).
Lo ridículo de la historia viene porque ella se hace famosa al frustrar un atraco y aunque es una nulidad como modelo publicitaria, a partir de hacerse famosa en la televisión por ese incidente, su carrera ya es imparable. Los malos de la película son extranjeros, faltaría más, cómo esos atracadores que hablan inglés o el fotógrafo italiano que se quiere aprovechar sexualmente de la chica (¡un italiano interpretado por Sancho Gracia!). No faltan las siempre correctas, Rafaela Aparicio y Florinda Chico; y una pizpireta Karina que interpreta alguna canción se supone que moderna. Poco más hay que contar, de la trama en una película que es un vehículo para el lucimiento de Sonia Bruno.
Realmente estamos ante una película que prima el aspecto visual sobre la propia historia que se nos cuenta y donde los personajes no dejan de ser simples esbozos de perfiles mil veces usados, pero aún así, la película posee más valores de los que muchos nunca han conseguido ver excepto eso sí, los que llevan el cine dentro de si, empezando por Pedro Almodovor quien en 1968 ya se empapaba de algunas de las ideas que este filme aportaba a nuestra cinematografía. Sin duda no estamos ante una obra maestras de nuestro cine, pero, algunas escenas rozan lo obsceno de lo bello como una secuencia donde los dos porotagonistas circulan en coche por una carretera al atardecer u otra sacada directamente del Fotografo del Pánico que son verdaderas delicias.
También hay que decir que la historia de una chica ambiciosa que va a ser modelo está trazada con mucha ingenuidad y la base de todo es un guión bastante torpe. El espectador se topa con un mundo falso habitado por personajes y situaciones inverosímiles aunque la película en algunos momentos por su inocencia consigue hacer simpático algo odioso como en realidad es el tema de las modelos. Además la peculiar fotogenia de Sonia Bruno consigue sacar adelante una película que podía haber salido mejor si hubiera sido urdida con más lógica. Se puede considerar que la cinta dentro de su condición de disparate resulta entretenida y en algunos aspectos más que interesante. La estética que tiene es una oda a los 60s. Una de las pocas veces en que los diálogos no resultan tan ingenuos es cuando la madre de la muchacha le pregunta por teléfono que si lo que hace en la ciudad es pendonear y ella le contesta que no lo hace pero que ya está harta.
Un extraño final es el resumen perfecto de una película que merece salir de su anonimato ya. Disponible en FlixOlé.