La espada invencible: hechizo de cartón piedra y gloria eterna en el bosque encantado
En algún lugar de Inglaterra, a principios de los ochenta, un equipo de locos hermosos decidió que podía fabricar su propio Conan con cuatro perras, un generador de niebla, un puñado de actores con carisma y una fe inquebrantable en el poder de la aventura. Así nació La espada invencible (Hawk the Slayer, 1980), epopeya de espadas y hechicería que, contra todo pronóstico, se incrustó en el corazón de los fanáticos más impenitentes del cine de serie B.
La historia es simple, como debe ser en cualquier buen relato pulp: dos hermanos enfrentados por el amor, el poder y la sangre. Hawk, héroe de melena imposible y espada mágica que brilla como una luciérnaga vengativa, contra Voltan, villano de voz cavernosa, capa negra y ceño tan fruncido que podría romper nueces. Jack Palance lo interpreta como si estuviera recitando un conjuro en cada frase, con pausas dramáticas que harían temblar a cualquier maestro del teatro.
El ejército improbable
El viaje de Hawk no sería nada sin su ejército de marginados: un elfo que dispara flechas como una ametralladora medieval, un gigante bonachón que blande su martillo como si estuviese matando mosquitos, un enano con cara de saber todos los secretos del mundo y un guerrero tullido que maneja la ballesta con la precisión de un francotirador de leyenda. No son solo compañeros: parecen escapados de una campaña de Dungeons & Dragons escrita por un adolescente en plena fiebre de azúcar.
Magia de barrio
La magia aquí no viene de efectos especiales millonarios, sino de trucos de feria. Teletransportes con hula-hoops iluminados, rayos que parecen lanzados con pistolas de agua, bolas de fuego más cercanas a un petardo de verbena que a una amenaza demoníaca. Y sin embargo… funciona. Funciona porque el bosque está envuelto en una niebla tan espesa que parece robada a un sueño, porque cada encuadre transpira amor por la fantasía y porque todos en pantalla parecen creerse la historia como si estuvieran rodando El Señor de los Anillos.
La música que lo ata todo
La banda sonora es un delirio: guitarras eléctricas, sintetizadores, tambores tribales y un eco lejano de spaghetti western. Cada vez que Hawk aparece en pantalla, la música se eleva como si Clint Eastwood estuviese a punto de entrar en un duelo… pero aquí, el duelo se libra con espadas brillantes y hechizos ridículamente encantadores.
Un culto que no muere
En su estreno, La espada invencible pasó más desapercibida que un gnomo en una convención de bárbaros. Pero el tiempo, ese alquimista caprichoso, la rescató. Las cintas VHS circulaban en manos de jugadores de rol, fans del fantástico y noctámbulos que descubrían el film en sesiones televisivas imposibles. Hoy, quienes la vieron de niños hablan de ella con una sonrisa cómplice, como si se tratara de un tesoro compartido que el resto del mundo aún no ha descubierto.
Por qué sigue viva
Porque es pura aventura sin ironías ni filtros. Porque Jack Palance escupe frases como si fueran maldiciones ancestrales. Porque demuestra que, con talento, imaginación y toneladas de niebla artificial, se puede invocar la épica incluso desde el sótano de un estudio barato. Y porque, en un mundo que lo quiere todo pulido y perfecto, esta película es un recordatorio glorioso de que la magia verdadera está en lo imperfecto.
La espada invencible no es una película para ver: es una para recordar, citar, y recrear en tu cabeza cada vez que un día gris te pida un poco de aventura. Es el cartón piedra convertido en mito, y el mito, en culto eterno.
Otra peli de su época, de cuando Conan se hacía la manicura con el mandoble.
Hay un señor que se parece al Algarrobo que se parece a tu cuñao en nochebuena, porque grita mucho y se come pollos asados como el que come un petisuis. Que debe tener el estómago como lamer baterías de la acidez pero es muy fuerte y arregla carros levantándolos con una mano y dándole con el martillo de Thor con la otra, que se note que es un hombre de pueblo, acostumbrado a lo silvestre.
La históría es la típica de una partida de rol, con dados y mucho alcohol, se tira y sale 6, se libran por el pelo de una gamba de todo y pasan cosas porque el Gamemaster dice que tiene que llegar pronto a casa que le regaña su madre. Malos soltando sentencias, buenos soltando sentencias (ponte rebequita que refrescaa!), vestuario del primark sección rebaja de la rebaja.
Se deja ver y hay luces de rojos y verdes, que eso siempre es sinónimo que hay un mago cerca haciendo hechizos de robarte la paciencia; espera ese era el tuerto, que mal el tuerto, que pesao el tuerto. Recomendable.
Obviamente cuando uno se dispone a ver películas de serie B o Z, ya sabes lo que te vas a encontrar, así que criticar para mal estas obras es realmente estúpido.
En este caso tenemos una historia de espada y brujería que te saca una sonrisa entre las actuaciones exageradas o espadas que se doblan mientras ves planos repetidos en bucle para simular la velocidad de disparo. Lo curioso del tema es que la trama a pesar de estar realizada de forma pocha, consigue entretener en todo momento y mantener cierta coherencia.
Y me gustaría terminar con la pregunta que da título a mi crítica. Hoy que tenemos todo temático, por sexos, géneros o compañías, no entiendo porque no hacer un canal solo de cine de serie B y Z acompañado de una breve presentación de las obras.
A fin de cuentas, se ha invertido mucho más dinero en otros proyectos y han sido completos desastres.
