Un tren azabache cruza de izquierda a derecha la pantalla, en él vemos como Katharine Hepburn vestida de verde observa la ciudad de Venecia a través del visor de un tomavistas desde el interior de su vagón, así iniciá Sumertimme (Locuras de verano). Un tren azabache cruza de derecha a izquierda la pantalla, en él vemos como Katharine Hepburn vestida de verde observa con sus propios ojos y se despide de una persona esta vez con su cuerpo fuera del vagón. Así finaliza Summertime. En medio de esto un alarde color, encuandre y puesta en escena para relatar un amor de verano.

Otra verdadera obra maestra del director Británico David Lean. La fotografía corre a cargo de Jack Hydyard, que se suma a esta producción consiguiendo retratar Venecia, sus canales, sus calles y su luz con una brillantez pocas veces vista. El Technicolor al servicio de la creatividad para deliniar una pinturas fílmicas que se encuentran ya entre las mejores jamás filmadas. El filme se esgrime como una auténtica visión pictórica de un amor que nace y muere en Venecia. Ya los títulos de crédito inciden en dicha característica, destacando la película desde su primer instante –esos planos de la laguna de la ciudad italiana sobre los que recorre el tren en que viaja su protagonista-. Allí conoceremos a Jane Hudson (Katharine Hepburn), una norteamericana que ha alcanzado una cierta madurez en su soltería, y que ha decidido viajar hasta Venecia con una secreta intención de encontrar en ella un punto de inflexión para afrontar su madurez interior. Un punto de partida sencillo pero efectivo en la pantalla, que pronto llama la atención del espectador, en especial debido al extraordinario cromatismo que ofrece la fotografía en color de Jack Hildyart. A través de esa clara apuesta por la expresión de esa carnalidad que brinda el recorrido por la ciudad veneciana, Lean consigue filmar una de las ciudades más bellas del mundo con la mayor intensidad que jamás se ha plasmado una ciudad.

En este sentido, el film de Lean supone una auténtica sinfonía visual, introduciendo la cámara por callejas estrechas, por estatuas situadas en lo alto de sus nobles edificios, mostrando también los lugares más archiconocidos que cualquier persona tiene en la mente sobre dicha ciudad. Sin embargo, cierto es que la película sabe dar un paso adelante en ese sentido, logrando transmitir una extraña sensación de fascinación, que es la que a fin de cuentas sus imágenes manifiestan en la transformación que busca vivir su protagonista. Se trata de un proceso interior, al cual la película no ofrece la debida delimitación, aunque cierto es que la intensidad que se refleja en el rostro de la Hepburn si acierte a expresarnos esa extraña sensación de frustración existencial que, hasta ese momento, ha presidido una existencia que presumimos tan cómoda y ordenada como gris.


Nunca estuvo la soledad del ser humano tan bien reflejada como en la primera parte del film y nunca resultó tan dolorosa. La interpretación de Kate Hepburn es excepcional. Sus ojos vidriosos, la mirada contenida y sus paseos en solitario por la ciudad de Venecia son una antologia de la soledad. Su contención interpretativa y la ausencia de sensibilismo barato son hoy un ejemplo interpretativo.
La trama versa sobre un mujer que llega a Italia de vacaciones. Su mundo se va desmoronando a medida que conoce a un comerciante casado y decide tras una intensa lucha consigo misma y sus prejuicios iniciar una relación amorosa. Partir es ganar un proceso a la costumbre y esto es lo que intenta esta secretaria americana llena de cliches, miedos e inseguridades. El mordaz retrato que hace David Lean de los turistas norteamericanos debe también tenerse en cuenta. En definitiva una historia humana con sentimientos reconocibles, reales y alejados de estereotipos, que tan sólo buscan la lágrima fácil. Una inteligente, contenida, veraz y elegante película. En definitiva y como ya hemos dicho una de las mejores postales que jamás ha dado el cine.

Por lucenpop

Autor y director de las webs: Videoclub CinematteFlix, Lucenpop y Passionatte