Don Johnson lo había sido todo en la televisión pero, buscaba hacerse hueco en el mundeo del cine, Mickey Rourke en cambio, buscaba recuperar el trono perdido que había conseguido unos años antes, el tema es que ambos se animaron a protagonizar una película que poseía el ridículo nombre de ‘Harley Davidson and the Marlboro Man’ o lo que en España disfrazaron como ‘Dos Duros sobre ruedas’. ¿La premisa? Una buddy movie que navegaba entre la acción, el western, la comedia, el ridículo y lo macho pirulo.
Pues la historia es sencilla, en ese camino desesperado de las dos estrellas por reecontrarse con el público, alguien les dijo; «amigos ¿qué os parecería hacer una nueva versión de ‘Dos hombres y un destino’?» Ambos dijeron: «De lujo». Pero lujo hubo poco.
Y es que ‘Harley Davidson y Marlboro Man’, o lo que es lo mismo Mickey Rourke y Don Johnson jugaron a ‘Dos hombres y un destino’ (1969), por más que se desarrollen en contextos diferentes, sus similitudes resultan evidentes. Protagonistas homólogos (Johnson-Newman, Rourke-Redford), con sus motos en lugar de caballos, encabezan una cuadrilla de ladrones que roba al menos indicado. La consecuencia, ser perseguidos por una banda de pistoleros no evitando el hueco para que Marlboro (Johnson), en su día Butch Cassidy (Newman), tenga su tiempo de encuentro carnal con su medio novia Virginia (Chelsea Field), un encuentro que en su original, concebido en otro marco bien distinto, guardaba un carácter más romántico postrado sobre la inocencia de Katherine Ross. La cacería sin tregua incluye un salto semejante desde las alturas, solo que en lugar de lo alto de una montaña y un río esperando a sus intrépidos visitantes lo sustituimos por una azotea y una piscina. Únicamente hay un punto esencial que se ve alterado en el tiempo: el final. La conclusión se hace mucho más benévola para con el sentimiento de desquite. Algo de justicia poética, si se quiere.
Por el tono jocoso y el ritmo desenfadado como su semejanza velada, capaz de jugar con los nombres de multinacionales del ‘american way of life’ para hacerlos propios, conduce a la conclusión final de que uno esta delante de un homenaje antes que de un acto de piratería.
Pero claro, una cosa es hacer un homenaje y otra muy distinta es hacer un buen homenaje y aquí es donde empiezan los problemas de esta buddy movie que circula por los carriles de su tiempo, 1990, un periodo donde el cine no tenía claro hacia donde querí a ir. Por un lado estaba el recuerdo de un tiempo pasado mejor y por otro el camino hacia un nuevo público con inquietudes distintas y es ahí donde el clasicismo de los protagonista choca en demasía con la modernidad de sus nemésis, una especie de señores vestidos de Matrix antes de la existencia de Matrix y donde la acción tampoco llega a definirse de forma clara. Además tampoco ayudan los personajes los cuales no poseen la fuerza de los que imitan o pretenden imitar y ni siquiera la de contemporáneos como Riggs y Murtaugh. E Incluso no encajan los actores en el rol que pretenden encarnar y posiblemente, unos actores 20 años mayores que los elegidos, hubiesen podido darle el carácter crepuscular que Simon Wincer y Don Michael Paul pretendían trasmitir, pero claro, era el Hollywood de los 90s donde la coca no tenía filtro y donde toda idea era posible de ejecutar como bien demuestra la escena final.
Verdad es que habiendo pasado desapercibida en su día, hoy tiene un carisma especial. Algo que la hace diferente, ya no por su hipotética referencia a ‘Dos hombres y un destino’, sino con cualquier otra buddy movie posterior. La película posee un algo de atracción que se desvanece al ritmo en que se ejecuta.