En VFW (2019), Joe Begos despliega una auténtica sinfonía de violencia ochentera que, lejos de ser una imitación superficial, se siente como una película de los años 80 que ha viajado en el tiempo para recordarnos lo que una vez fue el cine de serie B en su máxima expresión. El filme no es un homenaje calculado, sino una obra genuinamente empapada del espíritu de aquella década, particularmente en su recreación del asedio, un subgénero que John Carpenter llevó a la perfección en películas como Assault on Precinct 13 (1976). Begos, sin embargo, lo lleva aún más lejos, saturándolo de un gore salvaje que evoca las primeras incursiones de Sam Raimi en el horror con Evil Dead (1981), sin perder nunca de vista la crudeza física que define su estilo visual.
Desde el primer momento, VFW sitúa al espectador en un ambiente decadente y sucio, con un uso magistral de la luz de neón y una fotografía granulada que parece rescatada de algún archivo olvidado de los años 80. Cada encuadre es un recordatorio visual de los excesos estilísticos de aquel cine, pero en manos de Begos no es una réplica vacía. En lugar de simular el ambiente de una época perdida, el filme parece directamente sacado de ella. El resultado es una inmersión total en un universo donde el asedio es tanto físico como psicológico, los héroes son soldados veteranos que parecen arrancados de las trincheras de Vietnam, y los antagonistas, jóvenes adictos a una droga ficticia, actúan como la encarnación post-apocalíptica de la anarquía que ya nos habían anticipado obras como Mad Max (1979).
La influencia de Carpenter es palpable, pero Begos se permite hacer suya la tradición del maestro al añadir un componente de ultraviolencia que no existía con tanta intensidad en los referentes del pasado. Aquí, las mutilaciones, desmembramientos y decapitaciones se convierten en un elemento fundamental del espectáculo visual, al estilo de Raimi o incluso del primer Peter Jackson de Braindead (1992). Pero a diferencia de estos directores, Begos lo enmarca en un escenario de puro asedio urbano, donde los veteranos de guerra, encarnaciones gastadas del típico héroe ochentero, resisten el embate de las fuerzas caóticas con un cansancio casi crepuscular. No es difícil encontrar ecos de Escape from New York (1981) o The Warriors (1979), pero VFW no se conforma con ser un collage de referentes: es una pieza de cine ochentero hecha en pleno siglo XXI. Crítica VFW (Veteranos de Guerras en el Extranjero)
Sin embargo, a pesar de su brillante construcción visual y su despliegue de violencia catártica, VFW flaquea en la creación de personajes. Si bien es cierto que los héroes de acción de los 80 no destacaban por su complejidad psicológica, Begos no logra imbuir a sus protagonistas de la misma carisma o profundidad que personajes como Snake Plissken o Mad Max. Los veteranos que defienden el bar son, en su mayoría, arquetipos que funcionan bien en el contexto del caos, pero cuya humanidad parece relegada a meras pinceladas superficiales. Si en el cine de Carpenter o Ferrara los personajes, aunque duros y lacónicos, eran seres cargados de una desesperación tangible, aquí se sienten más como figuras decorativas, perfectas para ser envueltas en explosiones de violencia, pero poco más.
A pesar de estos defectos, VFW se mantiene como una experiencia cinematográfica vibrante y apasionada, en la que la técnica y la estética triunfan sobre las limitaciones narrativas. No es una película que aspire a trascender los cánones del género, sino a sumergirse en ellos con total convicción. Begos consigue así una obra que no es una simple carta de amor a los 80, sino una extensión viviente de esa década, donde la acción, el gore y la atmósfera asfixiante no son meras referencias, sino la columna vertebral de un cineasta que ha sido infectado por el virus ochentero desde dentro. VFW es una celebración de ese cine, no una copia. En su visceralidad, en su ferocidad y en su falta de pretensiones, logra capturar algo que rara vez se ve hoy en día: la autenticidad de una época que se resiste a morir.
Joe Begos, con su obra “VFW”, se ha erigido como un digno heredero de la estirpe de los maestros del cine de explotación, reivindicando un género que parecía relegado a los márgenes de la cinematografía contemporánea. Esta cinta, un auténtico homenaje al cine de medianoche de los 80, nos sumerge en un frenesí de violencia estética y referencias cinéfilas que deleitará a los más exigentes aficionados al género. “VFW” es una oda a la simplicidad narrativa y a la eficacia visual. La trama, si bien es lineal y predecible, funciona como un perfecto vehículo para desplegar una orgía de violencia y efectos especiales que nos remiten a las gloriosas épocas del cine de serie B. La cinta se presenta como un homenaje a los viejos tiempos, un canto a la amistad y a la camaradería entre veteranos de guerra, que se ven obligados a enfrentarse a una nueva generación de delincuentes despiadados.El elenco, encabezado por un soberbio Stephen Lang, aporta una dosis de carisma y veteranía que eleva la película por encima de la media. Los diálogos, aunque a veces puedan resultar algo forzados, están al servicio de la creación de una atmósfera de camaradería y nostalgia que conecta con el espectador. La dirección de Joe Begos es sólida y segura, demostrando un dominio absoluto de los códigos del género. Crítica VFW (Veteranos de Guerras en el Extranjero)
“VFW” es una película que no se toma a sí misma demasiado en serio, pero que al mismo tiempo rinde culto a un cine que nos ha dejado grandes momentos. Es una obra que celebra la violencia como espectáculo, pero que también reflexiona sobre la pérdida de la inocencia y el paso del tiempo. En definitiva, “VFW” es una película que no dejará indiferente a ningún amante del cine de género. Es una obra que nos recuerda que el cine de explotación, cuando está bien hecho, puede ser tan divertido y estimulante como cualquier otra forma de cine.