

Definir que es el cine es muy complicado. Para muchos simplemente es un negocio, una industria creada para hacer caja. Para otros es claramente un arte, una fusión de muchas disciplinas destinada a comunicar una idea. Para otros el cine es una pasión, una vida de recambio como dice Garci.
Así que ¿cual es la misión principal de una película?
Pues si uno hace un análisis de lo que consideramos una buena película a lo largo de 100 años de historia, nos damos cuenta que hay mil opiniones distintas. La crítica o la parte más especializada siempre ha abogado por obras que lleven un mensaje por bandera y un envoltorio que circule por lo artístico. Para el pueblo llano, el cine que le ha marcado es ese que le ha hecho disfrutar, reírse, llorar o asustarse durante dos horas de metraje sin necesidad alguna de mensaje o de envoltorio artístico. Para otros el cine es simplemente emoción.
Y en estas tres percepciones tenemos la respuesta de que es o debe ser el cine. Para que una película funcione debe de tener al menos, uno de estos tres factores: diversión, información o emoción.
Una película vacía en términos artísticos o en términos de mensaje y subtexto, pero que es capaz de divertir a la gran mayoría de público que se acerque a ella, por supuesto debe ser considerada como una buena película porque algo bien debe hacer para conseguir entretener al espectador. No es sencillo conseguir que millones de personas se entretengan con un espectáculo, ya sea cine, teatro, música o incluso deporte. Por lo tanto esas obras que no poseen contexto, ni denuncia social, ni una fotografía perfecta, un diseño de producción mágico o unos parámetros de dirección complejos pero aún así, consiguen que el gran público siente amor por ellas, sin duda deben ser consideradas como grandes películas.
En el lado opuesto tenemos esas obras que el gran público suele criticar con frases al estilo: “aburre hasta las cabras”. El cine tampoco está obligado a entretener. Como vocación artística, el cine puede perfectamente comunicar un mensaje de su autor y no necesariamente divertir. Un ejemplo claro es la película ahora tan de moda llamada “Jean Dielman…….”. En ella, su directora quiso compartir el “horror” y la monotonía de vida que sufría un gran número de mujeres de su época y para ello, nos dejó una obra de 3 horas de metraje donde no se cuenta prácticamente nada pero que de alguna forma, comunica de forma perfecta esa letanía de vida que sufre la protagonista. La película no solo no entretiene al espectador (o a una gran parte de ellos) sino que los “aburre”, pero, esa es la función de esta obra. Una pintura o una escultura tampoco deben entretener sino comunicar o entablar una “conversación” entre autor, obra y espectador.
Por último tenemos el término emoción, y quizás esta opción podría estar a mitad de camino entre los dos ya explicados. Para definir emoción en el cine podemos irnos a ejemplos: Una mirada de John Wayne crea emoción en el espectador, como lo hace una sonrisa de Julia Roberts, un atardecer fotografiado por Vittorio Storaro o simplemente ver a Rocky Balboa gritando Adrian. Ninguno de estos ejemplos citados crean diversión ni comunican nada concreto pero todos ellos situados en un momento concreto de la obra crean una emoción especial al espectador. Quizás este objetivo del cine sea el más importante de todos y el que más se acerca a definir una película como buena. A modo personal creo que el cine de emociones, al ser el más abstracto o el más arraigado al subconsciente del público, es el que más perdura y el que hace que recordemos mejor una película o le tengamos mayor cariño. Hay películas que no son entretenidas, que incluso se nos hacen largas, o películas que no comunican nada relevante pero sin embargo, una vez vistas nos damos cuenta que han creado emociones en nosotros que de alguna forma nos han cambiado, al menos durante su metraje (normalmente de forma más perenne). Cuando uno piensa en ‘Casablanca’ no está pensando en la película más entretenida del mundo y por supuesto, no está pensando en la película más profunda a nivel de historia. Tampoco en términos de autoría tiene un sello especial pero en cambio es una película que todo aquel que se acerca a ella se emociona en diferentes momentos de la función, y acaba teniendo un recuerdo especial de la obra, como si de alguna manera, hubiese dejado algo en él.
De este modo, creemos que alguna de estas tres funciones del cine conseguidas por una película, la hacen poseer el título de buena película y por lo contrario, cualquier película que no comunique, ni emocione, ni divierta, se puede considerar como una mala película. Si nos vamos a las matemáticas nos damos cuenta que a mayor número de logros conseguidos, es decir, si una película es capaz de comunicar, entretener y emocionar al mismo tiempo, mayor posibilidades tiene de pasar de buena película a obra maestra. Por ejemplo tenemos casos como ‘E.T.’, ‘Centauros del Desierto’, ‘El Padrino’, ‘Vértigo’, ‘Sin Perdón’ o ‘El Apartamento’ entre otros muchos ejemplos, que tienen ese don de ser películas tan divertidas que al gran público le gustan, tan emocionantes que al cinéfilo le enamoran para siempre y tan comunicativas o artisticas que los profesionales del sector le tienen una veneración especial para ser sus conejillos de india a la hora de hacer libros, análisis, disecciones, teorías y demás quehaceres.
Finalmente nos queda hablar de un cuarto objetivo que debería tener el cine que es la innovación, pero, lo ponemos a parte porque ya se ha demostrado que por si solo no funciona. Tenemos ejemplos varios pero por citar uno nos iremos a la película de Francis Ford Coppola, ‘Corazonada’, una oda a la innovación en el cine que por desgracia fracaso debido a que no poseía ninguna capacidad de emocionar, divertir e incluso comunicar. Así, cuando la innovación acompaña a los tres argumentos esenciales, entonces se producen milagros como ‘Ciudadano Kane’ pero, por si sola, no es capaz de aguantar la fuerza de un filme.
Nunca nos pondremos de acuerdo de cuál es la mejor película de la historia o incluso si una película es buena o mala pero, aferrándonos a estas tres ideas descritas, estaremos un poco más cerca de la verdad.