Ayer, en el esperado evento de PlayStation State of Play, Sucker Punch y Sony desvelaron el segundo capítulo de su aclamada saga: Ghost of Yotei, secuela directa de Ghost of Tsushima (2020), un juego que ya había trazado profundos paralelismos entre el género de samuráis y el imaginario occidental de los pistoleros. Sin embargo, lo que marcó el anuncio de esta nueva entrega fue la clara y deliberada adopción del estilo del spaghetti western, un género cinematográfico que, curiosamente, ha mantenido una relación simbiótica con el mundo de los samuráis desde hace décadas.
La elección de este estilo, destacada tanto en la estética visual como en la musicalización del tráiler, sugiere una fusión aún más explícita de estas dos tradiciones narrativas: la del guerrero solitario en el Japón feudal y la del forajido del salvaje oeste. Pero ¿por qué esta convergencia entre dos mundos aparentemente distantes ha resonado tanto a lo largo de la historia cultural, y qué significa en el contexto de Ghost of Yotei?
Un viaje cíclico de influencias
La interrelación entre el cine de samuráis y el spaghetti western no es un fenómeno nuevo. Ya en los años sesenta, la mítica película Los siete magníficos (1960) trasladaba el drama épico de Los siete samuráis (1954) de Akira Kurosawa a los vastos paisajes del oeste americano. La película de Kurosawa narraba la historia de un grupo de guerreros que defendían una aldea indefensa contra los bandidos, pero en manos de John Sturges, este relato encontró un eco cultural en los arquetipos del oeste: los pistoleros sustituyeron a los samuráis, pero el ethos del honor, la soledad y la lucha por la justicia se mantuvo intacto.
Más tarde, Sol Rojo (1971) propondría un diálogo explícito entre ambas tradiciones. Aquí, el icónico Alain Delon interpretaba a un pistolero que debía colaborar con un samurái, encarnado por el legendario Toshiro Mifune, para recuperar una espada robada. El filme no solo combinaba las dos estéticas, sino que también subrayaba las similitudes filosóficas entre estos arquetipos: la soledad, el código de honor, el sentido de justicia en un mundo cruel y, sobre todo, la figura del héroe que opera en los márgenes de la ley y la sociedad.
Este puente entre dos mundos se trasladaría con fuerza a otras producciones. Quizá el ejemplo más icónico y moderno sea la influencia del cine de Kurosawa en La Guerra de las Galaxias (1977). La relación entre los Jedi y los samuráis es más que evidente: George Lucas concibió a los Jedi como guerreros espirituales, con un código de conducta basado en el Bushido, y los enfrentó a un universo que resonaba con las viejas historias de caballeros solitarios y forajidos del oeste.
Sin embargo, es en The Mandalorian (2019) donde vemos la convergencia más pura de estos dos géneros. La serie creada por Jon Favreau y Dave Filoni fusiona de manera casi perfecta la estética del spaghetti western y el cine de samuráis. Din Djarin, el Mandaloriano, es tanto un pistolero en un desierto sin ley como un guerrero solitario con un fuerte código de honor, emulando a personajes como Sanjuro o Zatoichi.
Ghost of Yotei: La soledad del samurái en el lejano oeste
Es en este rico contexto cultural que surge Ghost of Yotei. El tráiler que se presentó ayer no dejó lugar a dudas sobre la dirección estética de esta secuela. Desde los primeros planos, la imaginería evocaba directamente al western de Sergio Leone: paisajes desolados, vastos horizontes bañados por la luz crepuscular y el sonido de una guitarra resonando como el eco de un disparo en la distancia. La figura del protagonista, solitaria, de pie sobre la vasta llanura, es casi idéntica a la del vaquero silencioso de Clint Eastwood en El bueno, el feo y el malo.
Esta decisión estética, sin embargo, no es meramente un ejercicio de estilo. Lo que Ghost of Yotei parece querer expresar es que el héroe samurái, como el forajido del oeste, se enfrenta a un mundo cruel e indiferente. Ambos arquetipos operan al margen de un orden social corrupto, tratando de encontrar su propio sentido de justicia en un paisaje moralmente ambiguo. En ambos casos, el héroe debe recurrir no solo a su habilidad con las armas, sino también a su capacidad para navegar un mundo en el que el honor y la justicia son conceptos que deben negociarse, no darse por sentados.
La música, con su inconfundible sabor al trabajo de Ennio Morricone, refuerza esta idea. Las composiciones épicas, llenas de melancolía y tensión, evocan la soledad del héroe y la inevitabilidad del conflicto. Este enfoque refuerza la conexión entre samuráis y pistoleros, quienes, a pesar de sus diferencias culturales, comparten una misma lucha interna: encontrar la redención en un mundo donde la violencia es inevitable.
El espíritu del guerrero atemporal
Más allá de las referencias estilísticas y narrativas, Ghost of Yotei nos invita a reflexionar sobre el arquetipo del guerrero solitario. Tanto el samurái como el pistolero representan la lucha del individuo contra las fuerzas externas e internas que amenazan con destruirlo. Son figuras que encarnan la lucha por mantener la integridad en un mundo lleno de caos. En este sentido, la decisión de Sucker Punch de acercar visual y musicalmente el juego al spaghetti western no es superficial: es una reflexión sobre la naturaleza del héroe trágico, una figura que trasciende las culturas y las épocas.
Al final, Ghost of Yotei no solo es un tributo a las películas de Kurosawa o Leone, sino una exploración de la condición humana a través de los ojos de un guerrero. Es un recordatorio de que, ya sea en las planicies de Tsushima o en las vastas llanuras del oeste, el enfrentamiento más grande de cualquier héroe no es con sus enemigos, sino con las sombras que habitan en su interior. La espada y la pistola son meras herramientas: el verdadero conflicto es siempre uno de principios, de honor y de soledad.