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Uno de los grandes duelos cómicos de principios del cine clásico. Cary Grant y Katharine Hepburn son el centro total de esta screwball que aunque a día de hoy sigue sorprendiendo por la modernidad de su propuesta y más en concreto por la modernidad de su protagonista femenina, no deja de notar el paso del tiempo por su resultado final. El filme sigue en el olimpo de las comedias a efectos teóricos al ser una obra de Howard Hawks, pero, a efectos prácticos, no mantiene la fuerza de los grandes clásicos de los 30 y 40s por mucho que tenga entre sus filas a tres de los grandes nombres del cine de todos los tiempos.

El ritmo es cierto que se mantiene con una energía y fuerza sorprendente y su puesta en escena muestra ya lo mejor de la maquinaria Hollywood pero aún así es una película que gusta pero no deja la huella de su legado en los jóvenes de hoy día. Aún así, una gran comedia que por desgracia no obtiene el título de imprescindible by Lucen.

Con música de Roy Webb, fotografía de Russell Metty y guión a cargo de Hagar Wilde y Dudley Nichols Hawks cumple expediente para la famosa RKO en su contrato de seis películas…

Los resultados de crítica y público en los tiempos de su estreno fueron un rotundo fracaso… Con el paso del tiempo dicho fracaso se ha mitigado en parte por una especie de reconocimiento como pieza angular de inflexión en comedias posteriores de Holywood… A pesar de todo Hawks tuvo que romper su vinculación contractual y Hepburn tuvo que pagar dinero de su bolsillo a la productora para rescindir también su contrato.

La cinta, con una ambientación y una fotografía francamente espléndidas tiene un ritmo bastante ágil si bien los diálogos son de una ingenuidad y una livianidad pueril por momentos sonrojantes…

En los primeros minutos del metraje los tropezones, las palabras tartamudeadas,los disfraces de mujeres y los diálogos livianos y diáfanos constituyen las bases en las que parece asentarse la estructura cómica de la cinta…

Sólamente al final las situaciones enrevesadas llenas de una deliciosa y ágil confusión (en algo parecido a lo que ocurría con las películas de los hermanos Marx) y pioneras de lo que se vino en llamar en la década de los 30 como las «screwball comedys» o comedias alocadas, salvan lo que parecía ser una comedia ñoña y sin demasiadas complicaciones, de rápido consumo y con el único propósito indisimulado del cumplimiento de un suculento contrato con la RKO.

Si bien Hepburn no está todo lo soberbia a lo que nos tenía acostumbrados es la mejor actuación de la cinta, muy lejos de la actuación de su partenaire Gary Grant, poco creíble y sobreactuado…

Aunque sólo sea por el ramillete de obras maestras que nos legó el maestro Hawks esta cinta se merece un genuflexo respeto de profundo reconocimiento.