Es curioso ver a día de hoy que no hace mucho tiempo hubo otra forma de entender España. No digo que fuese mejor o peor, simplemente digo que hubo otra forma.

Si hoy decimos que existe una película donde los españoles se muestran como héroes únicos y víctimas indomables, nadie se lo va a creer pero existe. Hablamos de ‘Embajadores en el Infierno’, una propaganda anticomunista de los años del régimen que usa las mismas bases que los filmes de propaganda antifascistas. Aquí los héroes son los soldados españoles de la división azul que una vez capturados en tierras rusas, demuestran que el español es el ser más valiente, patriótico y honrado del mundo, un ser tan perfecto que incluso supera en pureza al norteamericano que tantas veces hemos visto en el cine. Esto es lo que más choca se este filme pero, hay que decir que fuera de idiologías, estamos ante una obra bélica de gran altura, una película donde el realismo de la contienda es mucho más severo que el habitualmente visto el obras hollywoodienses. Aquí hay buenos y malos, pero la línea que separa a unos y otros es muy delgada, es decir, José Maria Forque no crea unos villanos de opereta si no simplemente un enemigo con un ideal distinto y con un calado de honor muy inferior, pero no vemos los “soldados nazis asesinos” habituales sino rusos que siguen perteneciendo a la raza humana aunque su ética no está a la altura de los héroes nobles españoles.

En términos técnicos la película raya a una gran altura dejando una puesta en escena pulida y sin fisuras con un foto en blanco y negro que muestras algunas estampas y encuadres de auténtica belleza y con un final que roza el sobresaliente. No creo que estemos ante una obra maestra del cine español ni mucho menos, pero si ante una película que debería ver cualquier amante del cine que quiera indagar un poco más allá de lo habitual.

Por ello estamos ante toda una declaración de intenciones en plena España de los años cincuenta basada en la novela de Torcuato Luca de Tena, la película nos narra la vicisitudes de un grupo de la División Azul en los campos de concentración soviéticos. Que el hecho está bastante dulcificado es evidente y que la historia no deja de ser descaradamente partidista, también. Esto no quiere decir que falte a la verdad, sino que el retrato ideológico queda simplificado y sin contrastes. Dicho lo cual, añado que la humanización que se hace de los habitualmente representados como monstruos (los incluidos en el llamado «fascismo») lo considero de una increíble modernidad y atrevimiento desde un punto de vista meramente cinematográfico.

«Embajadores en el infierno» cuenta con una dirección excelente, un actor principal grandioso, Enrique Vila, una dirección artística increíble y un tono dramático, pesado, negro, que te encoge el estómago desde el minuto uno; por cierto, que la película empieza con una voz en off que la censura impuso y que empeora el principio, tan duro y esclarecedor. Aunque al final se pasan un poco con el melodrama, en conjunto contiene momentos y tramas de gran emotividad, como la lectura de la carta al padre o la secuencia del «querida bambina»; al mismo tiempo que se reflexiona de un modo exaltado y españolizado, aunque no por ello menos universal, sobre la conciencia, el deber, los ideales y el sacrificio.

Una representación de cine bélico de altura que confirma que también se pueden hacer superhéroes con sangre española.