Monsters University: la fragua de la amistad y el fracaso luminoso
En 2013, Pixar decidió mirar hacia atrás y narrar los orígenes de dos de sus criaturas más queridas: Mike Wazowski y James P. Sullivan. Monsters University no es simplemente una precuela de Monsters, Inc., sino un relato de juventud, de sueños desbordados y de cómo, a veces, el destino se escribe desde la derrota más dolorosa.
El campus universitario, con sus fachadas góticas y sus bibliotecas majestuosas, se convierte en un tablero de iniciación, donde monstruos de todos los colores y formas libran batallas no contra dragones, sino contra exámenes, competencias absurdas y expectativas imposibles. La película nos recuerda que la vida universitaria es siempre una prueba iniciática: un carnaval de ambición y torpeza.
Pero el verdadero hallazgo de la obra es su desenlace: Mike, ese ojo rebosante de fe en sí mismo, descubre que jamás logrará ser lo que soñaba. Y sin embargo, en ese fracaso radica la semilla de una amistad irrompible con Sulley y la certeza de que los caminos que nos definen suelen nacer de las rendijas de lo imposible.
En tiempos donde las historias animadas suelen rendirse a la moraleja complaciente, Monsters University brilla como un cuento sincero sobre el fracaso como motor vital. Una fábula que nos enseña que incluso las puertas que no se abren pueden conducirnos al lugar donde realmente pertenecemos.
