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Qué los western de Sturges te atrapan y no te sueltan no lo puede negar nadie, pero, que los western de Sturges están faltos de personalidad en su puesta en escena, tampoco se puede negar.

Y es la gran diferencia entre un western de Sturges y uno de Ford por ejemplo, cuando uno ve uno de Ford, siente que está ante algo único mientras que cuando ve uno de Sturges, nota que está ante un producto de estudios en todos sus apartados. Peor claro, hablamos de los estudios de Hollywood de los años 50s por lo que ese sensación de estar ante algo precocinado tampoco es tan negativa y eso ocurre con este western que no es ni de lejos uno obra maestra pero que, te atrapa como todo lo que filma Sturges y cumple en todo lo demás.

Así estamos ante un rudimentario y sólido western que se apoya en un buen guión y la excelente aportación de Richard Widmarck que consigue construir uno de esos villanos que no quieres que llegan al final.

Jake Wade (Taylor) y Clint Hollister (Widmarck) son dos antiguos compañeros. Coincidieron en la Guerra Civil en el bando confederado y más tarde compartieron fechorías (asaltos a bancos, a diligencias) en el seno de una banda de forajidos. Ahora se reencuetran para saldar viejas deudas: Wade es Marshall pero antes de que abandonara al grupo de bandidos dirigidos por Clint, escondió un botín el cual éste quiere recuperar ajustando de camino las cuentas a su viejo amigo. Para esto hace prisionero a Wade emprendiendo un camino entre las Rocosas hacia el lugar donde está enterrado el dinero y la antigua vida como pistolero de Wade. A este escenario se unirán la prometida del Marshall y los miembros de la banda de Clint, acompañando lo que es el foco central de la cinta: el anunciado desde el principio duelo a muerte entre Clint y Wade. Desde este punto de partida Sturges desarrolla dos personajes tremendamente diferentes.

Y aunque Sturges siempre se manejó mejor en el análisis de personajes de moral intachable donde consiguió momentos excelentes en su filmografía: Kirk Douglas como Matt Morgan en «Last Train from Gun Hill», por ejemplo, aquí en cambio el director y la historia apuestan mucho más por el villano de la función hasta tal punto, que acaba siendo el protagonista total del film. Widmarck se encuentra con un papel a su medida, de criminal, con muchísimo más poso y versatilidad que el de Taylor, que simplemente se limita a cumplir con su papel limitándose a crear una atmósfera hostil entre los forajidos pero nunca haciendo participe al espectador de ello. Mientras Widmarck va subiendo como la espuma con su comportamiento, formas y alguna que otra frase célebre de las que no se olvidan.

Y es el duelo interpetativo o más bien la relación de los dos cabezas de cartel lo que mejor funciona en la obra ya que lo demás y como ya hemos dicho, se ve demasiado vulgar e incluso antiguo por mucho que no queramos reconocerlo. La música carece de fuerza y personalidad, los tiroteos y las escenas de acción son lo que son y hoy día se ven teatrales e infantiles y solo la fotografía de algunas escenas de interior y algunos planos de exterior más por la fuerza del emplazmiento que por la del punto de visto, acaban teniendo empaque visual.

Una película de esas que te atrapan pero que no llegan al sobresaliente ni de lejos.