Cuando el cuerpo dejó de ser carne: ‘Looker’ (1981) y el primer humano digital del cine

Hay un momento en la historia del cine donde el cuerpo humano, hasta entonces captado por la luz del celuloide, palpado por el grano, acariciado por la lente, da un salto al abismo de los píxeles. Ese momento ocurre en 1981, en una película extrañamente olvidada y, sin embargo, profética hasta la médula: Looker, dirigida por el siempre visionario Michael Crichton. Allí, sin estruendos ni proclamas, se gesta lo impensable: la primera representación realista de un cuerpo humano generado por ordenador en la historia del cine comercial.

Lo que hoy damos por sentado —actores recreados digitalmente, rostros rejuvenecidos, dobles de carne falsa en escenas imposibles— comenzó con una mujer virtual proyectada en la nada, bailando con una perfección perturbadora en una habitación vacía. No había textura aún. No había sombra ni sudor. Pero había algo más inquietante: la forma ideal sin alma. Un cuerpo perfecto, sí, pero hueco. Una simulación que miraba, pero no veía.

La escena es breve, casi imperceptible para el espectador no advertido. Un escaneo digital de la modelo Cindy, interpretada por la bella y gélida Susan Dey, da paso a una figura femenina que se mueve con gracia artificial. Es un render primitivo, sí, pero absolutamente revolucionario. Por primera vez, el cine deja de depender del cuerpo real para representar el cuerpo humano. Nace, con ello, una nueva dimensión del deseo: el deseo sintético.

Captura-de-pantalla_4-8-2025_94940_www.youtube.com-fotor-2025080495047 Cuando el cuerpo dejó de ser carne: ‘Looker’ (1981) y el primer humano digital del cine

Lo que hace aún más notable este logro es el contexto. Años antes de Tron (1982), de The Last Starfighter (1984) o incluso de los experimentos más avanzados de Jurassic Park (1993), Crichton —que además de cineasta era médico y novelista con visión de ingeniero— apuesta por el uso de tecnología informática para recrear lo que hasta entonces solo podía capturarse con luz y carne. Y no lo hace en una película de ciencia ficción espacial, sino en un thriller frío y elegante sobre publicidad, manipulación y control, donde la creación digital del cuerpo se convierte en la metáfora perfecta de una era emergente: la de la imagen sin cuerpo, el cuerpo sin deseo, la belleza sin tacto.

Técnicamente, la animación fue desarrollada por los pioneros de Information International Inc. (Triple-I), una empresa que ya había hecho experimentos visuales con gráficos por ordenador, pero nunca con el objetivo de replicar la anatomía humana con un mínimo de realismo. La figura femenina de Looker no tiene expresión emocional ni volumen del todo creíble, pero su movimiento es sorprendentemente fluido, y su presencia en pantalla irradia algo tan nuevo como perturbador: la posibilidad de reemplazar al actor real con una presencia generada por software.

d4sz6umzut481-1-1024x1024 Cuando el cuerpo dejó de ser carne: ‘Looker’ (1981) y el primer humano digital del cine

Crichton, como buen oráculo distópico, no se limita a mostrar esta tecnología como curiosidad. La convierte en el centro moral del film. Looker no es una película sobre avances digitales, sino sobre el precio de convertir el cuerpo en imagen. Las modelos escaneadas ya no son personas: son propiedad. Sus formas se usan, se reproducen, se editan. Su cuerpo se convierte en archivo. Su alma, en residuo.

La mirada —lo looker del título— ya no pertenece al espectador, sino al sistema. El deseo ya no nace del roce ni de la mirada compartida, sino de una imagen prediseñada para seducir sin error, sin grietas, sin imprevisibles. Un cuerpo perfecto es, en esta lógica, un cuerpo sin vida.

Desde Looker hasta los avatares digitales del cine actual —resucitando a Carrie Fisher, rejuveneciendo a De Niro, creando supermodelos de IA— ha pasado un océano de bytes. Pero todo empezó aquí, en esa habitación blanca donde una mujer digital bailaba sola, sin saber que acababa de inaugurar una nueva era.

Una era donde la carne, finalmente, dejaría de ser necesaria.

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