Depredador es un film que cuenta con un buen puñado de parodias e imitaciones. Es una de esas premisas simples pero atractivas: una cacería humana en la jungla a cargo de un ser extraterrestre. Y con una leve variante, una que se puede fusilar sin mayor problema.
Es lo que pensó el señor Bruno Mattei, el Messi de la copia de mierda. Con su fiel escudero Claudio Fragasso, perpetró una historia que fusila escena por escena el film de John McTiernan, con un único giro: el depredador no es un extraterrestre, sino un robot con mente humana fuera de control. Vamos, que les caza Robocop en lugar del bicho este. Por eso se llama así: Robowar.
Delirante explotation marca de la casa Bruno Mattei, esta vez mezclando dos recientes pelotazos de taquilla a nivel mundial: «Depredador» de John McTiernan y «Robocop» de Paul Verhoeven. Ni más ni menos que dos obras maestras de la acción y la ciencia-ficción en la coctelera de uno de los directores más jetas de la historia del cine.
La película calca el hilo narrativo de «Depredador», con un grupo de soldados de élite norteamericanos elegidos para una supersecreta misión en una desconocida selva centroamericana. Tan secreta es la misión que en ningún momento nos dicen de qué se trata, aunque sí sabemos que el elegido por el alto mando para acompañar al grupo como consultor (Mascher) tiene su propia agenda, con la orden de mantenerla oculta al resto del comando tanto tiempo como sea posible. Una vez en la selva, además de descubrir un montón de cadáveres putrefactos, el comando nota la presencia de algo o alguien que les sigue camuflándose entre la vegetación, y que poco a poco irá eliminando a los miembros de la tropa.
Efectivamente es el mismo argumento de «Depredador» pero rodado con un presupuesto digamos… más ajustado. Por supuesto que influyó en el film a todos los niveles, desde los efectos especiales (más propios de cualquier fiesta de Moros y Cristianos) a un elenco actoral de saldo donde destaca por encima de todos el voluminoso a la par que inexpresivo Reb Brown, el sosias de Arnold Schwarzennegger en la peli de McTiernan como líder del comando militar. Brown, físicamente un Ryan O’Neal chutadísimo de esteroides, contaba con un currículum importante de films bélicos de mayor o menor renombre como «Más allá del valor» o «Muerte de un soldado» además de varios papeles destacables en cintas de acción de medio pelo. La experiencia debió gustarle porque repitió en otro subproducto dirigido por Bruno Mattei -Strike Commando- poniéndose en la piel de un Sylvester Stallone o un Chuck Norris de bazar chino barriendo vietnamitas.
La bomba argumental reside en que el cazador -de nombre Omega-1- no es otra cosa que un robot mitad máquina, mitad humano creado por la inteligencia militar estadounidense para convertirlo en el soldado perfecto e invencible (¿os suena «Robocop»?), y al que el consultor Mascher debe evaluar (¿os suena «Alien»?) enfrentándolo a la flor y nata del ejército estadounidense en mitad de la jungla. De este sorprendente tres en uno sale «Robowar», un truño fílmico de muchos quilates.
Por lo demás sólo la recomiendo a degustadores de cine trash y explotation con estómago muy curtido. Me parece disfrutable exclusivamente para echarse unas risas comparando las muchas escenas inspiradas en la cinta de McTiernan. Secuencias que sobrecogen de tensión en la película original y que provocan carcajadas a mandíbula batiente en su versión italiana.