De viñedos a dragones: el linaje melodramático de Juego de tronos y su deuda con Falcon Crest
Juego de tronos es Falcon Crest
Juego de tronos: el artificio del prestigio y su deuda con Falcon Crest
En el imaginario colectivo contemporáneo, Juego de tronos ocupa un lugar que pocos productos audiovisuales han conseguido alcanzar: la cúspide de lo que se denomina “televisión de prestigio”. Sin embargo, bajo su capa de épica medieval, dragones y presupuestos colosales, esta adaptación de las novelas de George R.R. Martin es, en esencia, el refinamiento de un modelo narrativo que décadas atrás ya había alcanzado gran notoriedad en series como Falcon Crest. En su obsesión por el poder, las traiciones familiares y las intrigas palaciegas, la serie de HBO no es más que un eco modernizado y aderezado con desnudos y violencia gráfica, de los culebrones que definieron la televisión de los años 80.
La obsesión por el poder: la estructura atemporal del melodrama
En su núcleo, Juego de tronos y Falcon Crest son narrativas sobre la lucha por el poder dentro de un sistema jerárquico. En el caso de Falcon Crest, esta estructura se despliega en el microcosmos de una familia vinícola en el Valle de Napa, donde las alianzas, traiciones y ambiciones de los personajes se entrelazan en una red de rivalidades y secretos familiares. Aunque ambientada en un universo ficticio, Juego de tronos sigue una lógica sorprendentemente similar: las casas nobles, los matrimonios estratégicos y las disputas por el Trono de Hierro funcionan como una versión ampliada —y mucho más sangrienta— del mismo juego de ambición que animaba las intrigas de Angela Channing y su familia.

Ambas series se sustentan en una verdad inmutable del drama: el conflicto interno de los lazos familiares, donde el amor y el odio coexisten en un frágil equilibrio, es tan fascinante como universal.
Sexo, violencia y la ilusión de profundidad
Donde Juego de tronos se desmarca, al menos superficialmente, es en su uso de elementos gráficos como el sexo explícito y la violencia. Estos recursos, que se presentan como señales de madurez narrativa, son en realidad estrategias comerciales diseñadas para captar la atención de un público moderno habituado al espectáculo visual. Este “barniz de adultez” es también lo que le ha otorgado a Juego de tronos un estatus que series como Falcon Crest nunca lograron alcanzar: el de producto cultural legitimado, analizado y debatido como si fuese un texto literario o una pieza teatral.
Sin embargo, el erotismo ocasional de Falcon Crest —aunque más recatado por las normas televisivas de su época— servía una función similar: añadir tensión y dinamismo a sus intrigas. En última instancia, tanto las orgías de Desembarco del Rey como los enredos amorosos en el Valle de Napa no son más que condimentos que disfrazan una estructura narrativa convencional.
La escala como ilusión de grandeza
Lo que diferencia a Juego de tronos de su predecesora espiritual no es su contenido, sino su escala. Mientras que Falcon Crest se centraba en un conflicto familiar reducido, Juego de tronos amplía su alcance a un continente ficticio lleno de reinos, clanes y batallas épicas. Este incremento en la magnitud, respaldado por un presupuesto de producción que eclipsa el de cualquier drama ochentero, da la ilusión de que estamos ante algo más ambicioso, más profundo. Pero ¿es realmente así?
Al despojar Juego de tronos de sus dragones y su misticismo, lo que queda es una historia de traiciones familiares, alianzas políticas y ambición desmedida que no se diferencia esencialmente de las tramas de Falcon Crest. Lo que en la serie de los años 80 era una disputa por el control de un viñedo, en Juego de tronos se transforma en la lucha por un trono de hierro; lo que allí eran traiciones veladas en cenas elegantes, aquí son decapitaciones públicas en plazas abarrotadas. Juego de tronos es Falcon Crest

El prestigio como narrativa construida
La diferencia de percepción entre ambas series radica en la narrativa que se construye en torno a ellas. Falcon Crest fue, y sigue siendo, clasificada como un culebrón, un entretenimiento escapista y superficial; Juego de tronos, en cambio, se presenta como una serie “de culto”, un producto cultural de alta factura. Este cambio no es casual: es el resultado de una estrategia cuidadosamente diseñada por HBO y los medios culturales para otorgar a la serie una pátina de legitimidad.
Este fenómeno refleja una tendencia contemporánea: el gusto del público y de la crítica por revestir el entretenimiento con un aura de complejidad y trascendencia. Sin embargo, detrás de esta máscara, Juego de tronos no hace nada que Falcon Crest no hiciera antes, y con menos recursos.
Conclusión: el arte del reciclaje
Juego de tronos no es más que una reconfiguración de un modelo narrativo probado, una versión más espectacular y explícita de las intrigas familiares que definieron series como Falcon Crest. Esto no es una crítica en sí misma —después de todo, todo arte se construye sobre lo que vino antes—, pero sí una invitación a despojar a la serie de su capa de falsa originalidad.
En un análisis más honesto, lo que encontramos es una continuación del melodrama clásico, con dragones en lugar de viñedos y pornografía visual en lugar de elipsis sutiles. No hay nada inherentemente malo en ello, pero es importante reconocerlo como tal: un producto de entretenimiento que, bajo su capa de prestigio, no deja de ser un clon estilizado de los dramas que llegaron antes.
FALCON DE TRONOS
En la era de series como Falcon Crest, Dallas o Dinastía, era común que nuestras madres siguieran cada capítulo con entusiasmo, comentando entre amigas las traiciones, los romances y las intrigas familiares. Aquellas conversaciones, cargadas de pasión por lo narrativo, jamás incluían reflexiones sobre la puesta en escena, la fotografía o la dirección. No era necesario, ni esperado. Aquellas producciones se asumían como culebrones, y el disfrute residía precisamente en su capacidad para alimentar la curiosidad por las historias y personajes.
Sin embargo, décadas más tarde, el fenómeno no ha cambiado tanto como creemos. De los millones de artículos, videos de YouTube, foros y análisis dedicados a Juego de Tronos durante su apogeo, pocos, si es que alguno, se aventuraron a profundizar en su lenguaje cinematográfico. La conversación colectiva se centró en giros argumentales, muertes inesperadas o en anécdotas banales como el célebre vaso olvidado en una escena. La trama, envuelta en un barniz de épica y fantasía, monopolizó la atención, dejando a un lado cualquier análisis más técnico o artístico. Juego de tronos es Falcon Crest
En el fondo, el fenómeno es el mismo: un espectáculo que se consume y comenta por su narrativa culebronesca, donde las conspiraciones y las pasiones humanas capturan la imaginación popular. Así como nuestras abuelas hablaban de la última traición en Dinastía, hoy hacemos lo propio con los enredos de los Lannister y los Stark, en un espejo cultural que, a pesar del tiempo, cambia poco más que en el decorado.
Mi pregunta entonces es ¿hay diferencias entre Juego de Tronos y Falcon Crest o similares? es más ¿hay diferencia cultural entre nuestras abuelas y nosotros?
Vayamos a verlo…
¿Juego de tronos es Falcon Crest?

No vamos a quitar mérito a esa tendencia o costumbre que son los dos últimos episodios (en la final llegó en el tercero y en la séptima en aquel cuarto llamado ‘Botines de guerra’) de cada temporada de ‘Juego de tronos’, sin duda, dos megalomanías en labores de producción que son ya habituales y que en el caso de la séptima temporada con el famoso capítulo ‘La Batalla de los bastardos’, han conseguido que la serie haya estado casi al lado del cine en labores de esa citada producción o puesta en escena, pero, una vez dicho y alabado esto, no vamos a negar tampoco que la trama familiar o de reinos de ‘Juego de Tronos’, no difiere mucho de aquellas ahora vetustas y rancias ‘Dinastia’, ‘Dallas’ y ‘Falcon Crest’.
Yendo al caso concreto de Falcon Crest que es la que yo pude semidisfrutar por cuestiones de edad (muy joven eso sí), decir que no difiere o difería mucho de lo que es un capítulo habitual de las aventuras y desventuras de los Stark, Lannister o Targaryem. Los personajes que son la clave de una serie junto a su historia, no difieren en mucho y así lo vamos a demostrar.
Empezamos por ejemplo con la famosa mano derecha que era Tyrion Lannister, quien ya vimos en forma de asesor o abogado de los personajes principales tanto de Dallas, Dinastía, Santa Bárbara y claro está Falcon Crest. Angela Channing no difería tanto de Cercei Lannister, ni John Nieve de Chase Giobertti, ni tampoco Jaime Lannister de Lance Cuson y por supuesto el glorioso Richard Channing decir que podemos verlo como su reencarnación perfecta en la piel del ya citado Tyron, alma matter de la serie como le ocurría a Richard ¿Juego de tronos es pues Falcon Crest?
Sombra aquí, sombra allá, maquillate
HBO que es muy lista ha sabido disfrazar su serie para que tenga un carácter de obra magna. Para ello ha metido dragones y seres de la noche que en la realidad sólo ocupan un 1% del metraje o de la trama de la serie. Ha metido mucha sangre, sexo explícito y cliffhangers oscuros y dramáticos para que los adolescentes y reyes de las redes sociales se crean que están ante un producto para «adultos cultos». También ha sabido enredar como hacían los culebrones sudamericanos para crear una tela de araña a base de personajes y tramas que creen una cierto ilusión óptica de complejidad narrativa y sobre todo, ha sabido invertir el presupuesto amplio que tiene (o tenían) para crear un final de temporada anual que deje impactado a todo el mundo de la televisión y le sirva de eco hasta su nueva temporada (ahora ya en formato de spin-off).
Pero, si quitas esa base de maquillaje tan bien aplicada por HBO, te encuentras que en el día a día, es decir, en un capítulo habitual de ‘Juego de tronos’, lo que tenemos es un serial clásico basado en los ya citado Falcon Crest y compañía donde los pozos de petroleo o los viñedos han dado paso a los reinos; los apellidos Gioberti, Cumson o Channing a Lannister, Stark o Targaryem y las traiciones, los amoríos, las envidias, las conspiraciones, las manipulaciones, la ambición o la gloria, han dado paso exactamente a lo mismo y, todo esto es lo que realmente sustenta este largo y exitoso serial llamado Game of thrones que ahora tenemos como hemos dicho en forma de spin-offs.
Así jóvenes, ‘Juego de tronos’ no inventa la rueda (ni ‘La Rueda del tiempo’ de Amazon Studios lo hizo), solo la decora. Las series actuales de moda en su mayoría, no sobreviven gracias a su calidad narrativa, ya que realmente sólo reciclan lo que ya hemos visto infinidad de veces. ‘Juego de tronos’ es lo que es gracias a su perfecto dominio del merchandising y la perfecta elección de tramas y artificios decorativos que hacen que la serie sea una golosina para todo ese público tennager capaz de hacer rey de reyes a un simple Youtuber de turno.
Es decir, ‘Juego de tronos’ no es mejor que lo que fue Falcon Crest, simplemente es mucho más mediática, más experta y sobre todo mucho más adinerada. Con todo esto, decir que yo no me perdía un capítulo de ‘Juego de tronos’.
JUEGO DE TRONOS: El clon perfecto de FALCON CREST con algo de porno y mucho más dinero