
Todo comenzó con un hombre —hoy denostado por la incorrección de algunos de sus postulados ideológicos— llamado Hergé, quien, en 1930, dio vida a una obra fundacional de la narrativa gráfica europea: Las aventuras de Tintín. Aquel cómic, nacido del espíritu colonialista de su tiempo pero animado por una innegable sed de descubrimiento y modernidad visual, fue de inmediato acogido con entusiasmo. No tardó en trascender el papel impreso para adquirir forma audiovisual, adaptándose con naturalidad tanto al cine como a la televisión, y consolidando así su estatura mítica.
De esa genealogía aventurera surgiría otra joya, esta vez cinematográfica: el hombre de Río, dirigida en 1964 por el exquisito Philippe de Broca e interpretada por un Jean-Paul Belmondo en estado de gracia. Esta cinta, elegante y frenética, conjugaba el humor físico con la épica ligera, y se erigió como uno de los pilares del cine de aventuras francés, no sin cierto aliento paródico y lúdico.
Fue precisamente en ese mismo año que, al otro lado del Atlántico, un joven cinéfilo de mirada febril se encontró con aquella película que marcaría su imaginación para siempre. Su nombre: Steven Spielberg. Fascinado por el brío narrativo de De Broca, por la energía desenfadada de Belmondo, por la manera en que lo cotidiano se convertía en hazaña, el joven Spielberg estudió aquel filme con devoción casi ritual —dicen que lo vio hasta nueve veces—. Del ritmo trepidante al sonido de los puñetazos, pasando por la construcción del héroe cercano y obstinado, todo quedó inscrito en la sensibilidad del cineasta en ciernes. También Alfred Hitchcock y su con la muerte en los talones rondaban ese laboratorio mental de influencias. Y así, en ese cruce de caminos entre Europa y América, entre viñeta y celuloide, comenzaba a gestarse una nueva mitología audiovisual.
Pasaron 16 años hasta que George Lucas le ofreció a Spielberg la opción de dirigir un héroe por aquel entonces sin nombre que Spielberg no sólo aceptó con gusto sino que fue el vehículo ideal para poder adaptar todas esas notas e ideas que el director de ‘E.T.’ habia compuesto tras ver ‘El Hombre de Río’. Así en 1981 y de la mano de Spielberg se estrenaba una película llamada ‘En Busca del arca perdida’ que estaba basada en ‘El Hombre de Río’ y por relación directa en ‘Tintín’.
Lo curioso de todo esto es que en el año 2011, el mismo Spielberg cerraba el círculo de esta historia de películas vinculadas abierta por Hergé, al estrenar ‘Las aventuras de Tintín: el secreto del unicornio’.
Hoy día ya no podemos ver historias nuevas de Tintín escritas por Hergé, ni una continuación de ‘El Hombre de Río’, ni siquiera podemos ver un nuevo Indiana Jones dirigido por Spielberg (al menos de momento), pero, sabemos que ‘El Hombre de Río’ ahora en la piel del Doctor Jones va a seguir existiendo vía Disney y muy posiblemente, el Tintín de Spielberg vuelva a tener una nueva aventura en pantalla grande.
Pues eso, viva la aventura.



