Ver Fedra es como descubrir por primera vez una obra de Picasso. No sabes si lo que aprecias es fruto de un genio o de un niño, lo único que sabes es que esa imagen te atrae, te atrapa y de alguna manera, notas que dentro de ella habita belleza y talento. Fedra no sabes si está sacada de la mente de un genio o de un niño pero sabes que dentro de ella solo hay belleza y talento.

Era la quinta de película de Manuel Mur Oti, tras ‘Un Hombre va por el camino’ el director gallego decidió centrarse en las mujeres para realizar sus 4 obras maestras. ‘Cielo Negro’, ‘Condenados’, ‘Orgullo’ y ‘Fedra’ abordan historias tratando a la mujer como protagonista absoluta y ‘Fedra’, la adaptación libre de la obra de Séneca roza la abstracción narrativo para dar total protagnismo a lo emocional. La historia es conjunto de emocionas donde los personajes abandonan el realismo para convertirse en caricaturas de cada uno de sus perfiles. Si al principio del texto nombrábamos a Picasso, ahora hay que nombrar a Dalí para hacer mención al apartado visual del filme el cual centra su fuerza en un conjunto de personajes, escenas y escenarios surrealistas donde el calor y la luz conforman un conjunto de negros y blancos que no dejan lugar al gris, no solo en apartado visual sino también en el narrativo.

La sublimación del amor, eso es “Fedra”, inspirada en el mito de la mujer enamorada del hijo de su esposo. Una curiosa revisitación latina y mediterránea del deseo y el amor, un relato trágico sobre el mito de Fedra. Los pescadores con sus embarcaciones, el mar rebelde y a veces crispado, el viento que arrastra el conflicto de una mujer hermosa y carnal, deseada por los hombres y odiada por las mujeres. Una mujer pasional que seduce a todos menos al que de verdad a ella importa, el domador de caballos (Vicente Parra) del que se intuye por sus gestos y comportamiento que las mujeres no son su prioridad. El erotismo y la sensualidad esta encarnado en una Emma Penella colosal y en estado de gracia, la cámara la sigue constantemente con unos primeros planos muy descriptivos y explícitos sobre lo que siente y vive esta mujer que acepta hasta el dolor físico y masoquista por amor. La censura tuvo muchos problemas para cercenar este clásico literario de Séneca del que se inspira la película, donde sobrevuela el pecado de la carne y la pasión amorosa.

El gallego Manuel Mur Oti, más allá de algún exceso, creó una película elogiable por la dificultad de filmar este drama en aquella época. “Fedra” deslumbra por su fisicidad y entronca perfectamente con el melodrama pasional, el desafío de una mujer ante una comunidad cerrada y oscurantista, cargada de prejuicios y represora de pasiones desatadas. Una mujer que no está dispuesta a venderse, pero que no duda en humillarse y someterse por el noble sentimiento de un generoso amor incondicional. Una voz en “off” nos anuncia, “Esta tragedia es tan vieja como el mar latino…”

La puesta en escena es prodigiosa, la inmensa playa como escenario romántico del amor idílico y soñado, buscando una atmósfera de intemporalidad con unos encuadres angulados, los picados y contrapicados recrean una tensión emocional, refrendada por una maravillosa fotografía del maestro Manuel Berenguer.