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“St. Elmo, punto de encuentro”: La cartografía emocional de una generación a través de la orfebrería pop ochentera
“St. Elmo, punto de encuentro”, la obra dirigida por Joel Schumacher en 1985, es un filme que, a pesar de haber sido relegado a los márgenes de la gran canonización crítica, emerge hoy como un ejemplo de exquisita orfebrería pop, una auténtica cápsula cultural que captura con precisión quirúrgica la esencia de una década vibrante y contradictoria. Encarna, con una sensibilidad inusitada, los dilemas de una generación que se enfrenta a los umbrales de la adultez, sumida en la búsqueda de identidad en medio de un entorno que oscila entre lo edulcorado y lo implacable. Si bien su conexión temática y actoral con “El Club de los Cinco” de John Hughes resulta evidente, “St. Elmo” no es una simple extensión de esta, sino más bien su secuela espiritual, un relato paralelo que explora las inquietudes de una juventud que ya ha dejado atrás el refugio de la adolescencia para sumergirse en las aguas turbulentas de la incertidumbre postuniversitaria.
Schumacher no solo disecciona con precisión psicológica a sus personajes —cada uno un arquetipo perfectamente delineado—, sino que los envuelve en una atmósfera que anticipa, con notable agudeza, la estética y las dinámicas que luego definirían fenómenos como “Friends”. La obra no es solo cine de su tiempo, sino cine que se adelanta a su tiempo, prefigurando las tensiones y complicidades de las amistades adultas en el corazón de las grandes ciudades, donde el espacio físico de encuentro, en este caso el emblemático bar St. Elmo, deviene en un microcosmos donde los sueños se entrelazan con las desilusiones.
Lo que hace de “St. Elmo, punto de encuentro” una película injustamente olvidada pero cinematográficamente valiosa es la brillantez con la que su puesta en escena capta el espíritu de los años 80. El diseño de producción, los matices cromáticos y la vibración pop que inunda cada fotograma no solo son elementos estéticos, sino vehículos narrativos que encapsulan una época de contrastes: la tensión entre lo efímero y lo perdurable, entre la euforia y la melancolía. A través de una imagen que rezuma verdad y calidez, Schumacher orquesta una sinfonía visual y emocional en la que el sudor, la vulnerabilidad y el optimismo ingenuo de una juventud perdida se hacen tangibles. Esta obra, más que una simple evocación nostálgica, es una pieza de orfebrería cinematográfica que atesora cine en su estado más puro, esperando su merecido reconocimiento como un testimonio indeleble de una era tan añorada como incomprendida.
El Legado del Brat Pack: Un Estudio de Generación
El término “Brat Pack”, acuñado por David Blum en 1985, se convirtió en sinónimo de una generación de jóvenes actores que dominaron la pantalla grande en los años 80. Este grupo, liderado por Emilio Estevez y compuesto por figuras como Rob Lowe, Demi Moore y Judd Nelson, entre otros, fue retratado como una banda de jóvenes rebeldes y desenfrenados.
El documental “Brats”, dirigido por Andrew McCarthy, uno de los miembros más destacados del grupo, profundiza en el fenómeno del Brat Pack y su impacto en la cultura popular. La película explora cómo estos actores, a través de películas icónicas como “El Club de los Cinco” y “St. Elmo, Punto de Encuentro”, lograron capturar la esencia de la juventud y los desafíos de la generación X.
Si bien la etiqueta “Brat Pack” inicialmente fue utilizada de manera peyorativa, con el tiempo se ha convertido en un símbolo de una era y un estilo cinematográfico particular. Estos actores no solo lograron el éxito comercial, sino que también contribuyeron a la evolución del cine adolescente, abordando temas más profundos y complejos que las producciones anteriores.
A pesar de los altibajos y los estereotipos asociados al grupo, muchos miembros del Brat Pack han logrado consolidar exitosas carreras en la industria del cine y la televisión. Sus películas continúan siendo relevantes y ejercen una influencia duradera en las nuevas generaciones de cineastas y actores.
El legado generacional del Brat Pack y la visión de John Hughes
El cine de John Hughes ha sido objeto de exhaustivo análisis, pero cabe preguntarse: ¿habrían alcanzado sus películas el mismo impacto sin los rostros inconfundibles de Molly Ringwald, Judd Nelson o Andrew McCarthy? La vulnerabilidad que encarnaron personajes como Allison (Ally Sheedy), Andrew (Emilio Estevez), John (Nelson), Brian (Michael Hall) y Claire (Ringwald) en El club de los cinco (The Breakfast Club, 1985) es esencial para la empatía que suscitan. Difícilmente habría sido igual con otros intérpretes.
Esta película, junto con St. Elmo, punto de encuentro (1985), dirigida por Joel Schumacher, consolidó una generación cinematográfica representada por el llamado Brat Pack, aunque los límites de esta etiqueta nunca han sido del todo claros. Ni siquiera David Blum, creador del término en su célebre artículo de New York Magazine, pudo trazar sus contornos con precisión. Actores como Robert Downey Jr., Matt Dillon, Tom Cruise, Nicolas Cage, Sean Penn o James Spader, a menudo vinculados a este grupo, se mueven en una ambigüedad que diluye cualquier intento de definir su pertenencia con exactitud.
El Brat Pack tiene su origen en filmes como Más allá del honor (1981) y se consolida con obras emblemáticas de los años 80, como Rebeldes y La ley de la calle de Francis Ford Coppola, Risky Business (1983) y Footloose (1984), alcanzando su apoteosis en St. Elmo, punto de encuentro. Esta película, con su retrato melancólico de la juventud atrapada entre el pasado y el futuro, fijó el punto culminante de un ciclo que transformó el cine estadounidense.
El cambio de paradigma
Las películas que orbitaban en torno a Hughes redefinieron la representación de la adolescencia y sus ritos de paso. McCarthy, en su libro Brat: An ’80s Story, señala que hasta la irrupción de Hughes, “pocas películas habían tratado con seriedad las emociones adolescentes”, otorgando a los jóvenes una dignidad que hasta entonces les había sido negada por Hollywood. El impacto cultural de estas obras persiste, habiendo cambiado para siempre la narrativa fílmica en torno a la juventud.
A pesar de que actores como Andrew McCarthy, Molly Ringwald y Judd Nelson cargaron con el peso de la fama y la etiqueta del Brat Pack, esta clasificación, inicialmente peyorativa, acabó por confirmar la relevancia de esta generación de actores en la renovación del cine de los 80, cuyas huellas permanecen imborrables.
En resumen, el Brat Pack fue más que un simple grupo de actores. Representó una época, un estilo de vida y una forma de entender el cine. Su legado perdura hasta nuestros días, recordándonos la importancia de la juventud, la rebeldía y la búsqueda de la identidad en la pantalla grande.
CRÍTICA BY CAHIERS CINEMATTEFLIX
La serie Friends es uno de los grandes clásicos modernos de lo audiovisual. Un icono de los 90 que se mantiene como una de las grandes obras modernas que ha dado la televisión. Curioso es, que la obra que encendió la mecha de los famosos seis amigos de Nueva York no haya pasado a la historia e incluso en nuestro país podemos decir que es una película totalmente olvidada y desconocida. Una lástima ya que estamos ante una obra maestra de su género y una película a reivindicar y exaltar. Su nombre es ‘St. Elmo, punto de encuentro’ y su reparto y cast un lujo del que pasamos a hablar.
Puntuación: ********
En 1985 vio la luz otra de las películas más representativas de la década y del tipo de cine de los ochenta, “St. Elmo, punto de encuentro”(“St. Elmo’s Fire” en el original). Junto con “Rebeldes” y, sobre todo, “El club de los cinco”, constituyó la cantera de actores más dilatada y fructífera de la época. Desde una perspectiva un poco más adulta, “St. Elmo, punto de encuentro” relata el salto a la vida laboral de un grupo de jóvenes tras su paso por la universidad.
La película que sirvió de base a Friends (que no a su género de comedia) se centra en los ideales que cada uno de los jóvenes persigue, sus ilusiones y lo que desean hacer con su vida y su futuro, todo ello plagado de enquistadas tradiciones familiares, sentimentales y sociales. El valor de la amistad actúa como hilo conductor de una película en la que cada protagonista toma un camino distinto y, definitivamente, el grupo comienza a desmembrarse por las necesidades lógicas de reorganización personal y profesional. Pero, repetimos, que los amigos (Friends) es la clave y la base que hace fuerte a una obra arriesgada, bella y distinta a todo lo visto. Mucho más valiente que otras obras de su corte y posiblemente gracias al cineasta que habitaba detrás de ella.
Como en todas las películas de los ochenta, están claramente marcados los estereotipos humanos de la sociedad americana del momento: el tan de moda en aquella época, yuppie, que busca la vida laboral y familiar perfecta, la comprometida con la ayuda social a los más desfavorecidos, enamorada perdidamente de un amor imposible, el intelectual romántico escondido tras el devenir de la vida diaria, la vividora que derrocha alegremente mientras su alma sufre en silencio el olvido de los que no la quieren… Todo un mosaico que toma un cariz dramático y realista, muy representativo de la confusión que reinaba a mediados de los ochenta en una sociedad que desprendía pasión por los cuatro costados y luchaba por romper con todos los convencionalismos que la oprimían.De todas las obras que sirven como analogía a una época y a un momento histórico (en este caso jóvenes emancipados en mitad de los 80s), esta es la más conseguida y real dentro de su propuesta onírica. En cada minuto de metraje se pueden sentir los rescoldos de una época totalmente salvaje y urbana en los que tanto el reflejo de los personajes, la historia que se cuenta y el aspecto visual, son un puro eco de lo que se palpaba tanto en la juventud como en la forma de entender el arte y más concretamente el cine y la orfebrería Pop que envolvió las producciones de aquellos años.
A pesar de que la película no resultó muy apreciada por la crítica, y sigue sin serlo, significó un punto de partida incomparable para sus jóvenes intérpretes, grupo denominado The Brat Pack. Tres de ellos, Emilio Estevez, Judd Nelson y Ally Sheedy participaron también ese mismo año en “El club de los cinco”, abarcando papeles que representaban desde los 16 hasta los 22 años con una credibilidad pasmosa en ambos casos. Reaparece también en esta cinta Rob Lowe, presente también con anterioridad en “Rebeldes” y que ya se había convertido en una cara conocida de la gran pantalla. Por su parte, Demi Moore se perfila ya en esta película como la futura estrella en que se convirtió en la década de los 90s. Otra de las caras que apareció en varias películas importantes a partir de su actuación en esta cinta fue Andrew McCarthy, que había debutado dos años antes en “Class” junto a Rob Lowe. Finaliza el grupo la actriz Mare Winningham, que ya contaba con un largo historial como actriz de televisión en el momento de realizar “St. Elmo, punto de encuentro”.Pero quizás, junto a Demi Moore, el mayor beneficiado de la obra fue su director, Joel Schumacher, ya que la película fue el comienzo de su etapa de análisis de la juventud, una trilogía de la juventud que completarían en 1987 “Jóvenes ocultos”, y tres años después “Línea mortal”. Ambas en el género fantástico, pero con una base sobre el retrato de la juventud muy similar a la primera. Y por cierto la última de las tres descubriría a Julia Roberts.Así que, “St. Elmo, punto de encuentro” constituye una de las cintas más representativas de los 80, con unos diálogos muy inteligentes y ácidos, unos caracteres identificables con los jóvenes del momento y mostrando sin doble moral y temor el puesto que ocupan las drogas, el alcohol o el sexo en sus vidas y la importancia que dan a los valores familiares o los ideales políticos. Una obra a recomendar por parte de Cinematte.