Cuando uno ve a Wyatt Earp jugando a mantener el equilibrio en su silla en la entrada del hotel de Tombstone, se da cuenta de dos cosas: el por qué John Ford es considerado el mejor director de la historia, y por qué este mismo definió el cine como ” Henry Fonda andando “. Una película que más bien parece un cantar de gesta que un western.

Ciertamente, Ford parece más pendiente de narrar una historia de personajes que en avanzar narrativamente hacia el duelo. Se centra en las relaciones más que en pensar la forma de llevar a un tiroteo para vengar la muerte del pequeño de los Earp. Eso sería haber recurrido a lo fácil, a lo que todo el mundo esperaría, un tiroteo largo, escenas de acción. Pero en esta película no destacan sus escenas de acción, pues estas se cuentan con los dedos de una mano. Hay varios momentos que el espectador tiene clavados en su memoria tras ver esta película: el señor Thorndike recitando a Shakespeare, mientras Doc Holliday lo escucha atentamente; el primer encuentro entre Wyatt Earp y la frágil Clementine; o la maravillosa escena de Wyatt hablando con la tumba de su hermano. Todas ellas contienen el lirismo propio de un Ford, capaz de sacar belleza de donde sólo hay cotidianeidad, como en la ya citada escena donde Fonda juega a mantener el equilibrio sobre las patas traseras de la silla.

Muchos hablan sobre la simpleza de ideas que transmite Ford a la película, lo que hay es lo que ves, cuando realmente, al igual que en El hombre que mató a Liberty Valance, el maestro nos habla sobre un cruce de formas de vida, de la llegada de la civilización al lejano oeste. Representado en dos formas de ser, Pa Clanton y Wyatt Earp son como dos grandes egos enfrentados, uno representando la violencia y la brutalidad del oeste, y el otro representando a una nueva raza de hombres sabios y valientes provenientes del este, que prefieren hablar antes de disparar, como la escena donde Earp detiene al indio borracho, usando la inteligencia en vez de la pistola. Con Earp llega la civilización, se construye la iglesia y llega la paz. Este choque de caracteres también está magistralmente representado en la figura del actor shakespiriano que recita Hamlet entre una panda de palurdos vaqueros que están más pendientes de hacerle bailar con disparos que de escuchar al literato inglés, también mostrado en la forma de ser de Doc Holliday, quién pasa de ser un médico respetable a un mero asesino cuando llega al oeste, pero que al escuchar a Shakespeare nos damos cuenta de que en realidad es un hombre sensible, culto y sabio.

Probablemente, Ford hizo la versión menos real del famoso duelo, y luego hay otras que serían más verídicas, pero oficialmente, la gran versión de este histórico suceso tiene en esta genial muestra de sensibilidad su mejor representación.