Fantástica película de Buñuel, un director que normalmente no me vuelve loco pero que en este caso firma una historia brillante por su concepción y que además es fácilmente entendible por cualquier persona. Con otras películas suyas a veces se habla mucho de simbolismos, de si esta cosa representa tal otra, o si esta escena surrealista significa lo de aquí o lo de más allá (a pesar de que paradójicamente él mismo muchas veces haya negado algunas de esas interpretaciones). Y a veces te acabas distanciando, si no entras en ese juego de significados “ocultos”.
Él, sin embargo, es una historia relativamente sencilla sobre cómo los celos vuelven loco a un hombre que ya de antes (se supone) podía tener problemas mentales a causa de su fervor religioso, su manera de reprimir sus sentimientos y demás. La crítica a la religión, y a la iglesia a veces (con ese personaje un poco ridículo del cura), está otra vez presente, pero prefiero la manera de mostrarlo aquí que en Viridiana, por ejemplo, que además me parecía una película bastante aburrida.
Él también es una historia muy visual, en la que juega un papel fundamental el habitual estilo surrealista y alucinado de Buñuel, más discreto esta vez. Pero que se nota por ejemplo en el modo en que las imágenes de la película parecen más subjetivas y más deformadas según el protagonista va perdiendo la razón. Esto se ve claramente en la primera escena en que Francisco sospecha de la infidelidad de su mujer, cuando de un plano lateral de ambos besándose se pasa a uno subjetivo de Francisco, con una imagen más borrosa y una iluminación más irreal, supongo que queriendo representar su percepción deformada de la realidad. En este tono surreal que tiene a veces (que sepamos, ninguna escena de la película está soñada, pero la verdad es que cualquiera podría estarlo), entronca con Vértigo, aparte por supuesto de en el argumento (con varios detalles en común, casuales o no, como las escenas del campanario y del restaurante), en la música, etc.