Traicionado por su propia especie y dado por muerto en un lejano y desolado planeta, aparentemente sin vida, el duro Riddick tendrá que luchar por la supervivencia contra depredadores alienígenas y cazarrecompensas, convirtiéndose en un ser más poderoso y peligroso que nunca… Tercera entrega de la saga iniciada en «Pitch Black» y continuada en «Las crónicas de Riddick».
Nueve años después de la segunda (ya les vale) llega la tercera entrega de la saga Riddick que vuelve a lo que fue el suspense de Pitch Black antes que seguir en los terrenos de Crónicas.
La primera media hora es sencillamente excelente. Es silencio. Es un hombre que lucha por sobrevivir en un paraje desolado con horribles criaturas. Un hombre que, dicho sea de paso, se rompe huesos, se cura heridas y tiene serias dificultades para avanzar. Vamos, que no es el superhombre que nos presentaron en las otras dos películas, y eso se agradece. Esta media hora sólo dispone de imágenes y música y eso no es NADA fácil hacerlo bien.
Luego Riddick se cruza con más personajes y la historia sigue prácticamente los esquemas de Pitch Black. Un grupo de personas que tiene que escapar a contrarreloj, unos bichos muy feos y Riddick, en grandes cantidades.
El encargado de aplicar las acertadas dosis de humor es Jordi Mollà. Cada vez que aparece en pantalla, te olvidas de los demás porque no sólo da el pego, si no que es una risa continua. También es agradable ver a Batista, casi irreconocible fuera del ring.
Ah, y mil gracias a David Twohy por rodar escenas de acción y mantener la cámara estable. Puede que no sean escenas tan espectaculares como en otras películas de cartelera, pero al menos no pierdes detalle alguno, no necesitas una caja de aspirinas para ver escenas rodadas por un enfermo de Parkinson.
En definitiva. Si eres un fan de la saga, esta no te decepcionará en absoluto.