Crítica: Los valientes visten de negro (1978)
Chuck Norris, ese indiscutible titán de los videoclubs, ocupa un lugar único en la historia del cine de acción de serie B: inconfundible en su estilo, pero siempre inmune a las lisonjas de la crítica profesional. Los valientes visten de negro es una muestra de su particular filmografía y de un subgénero que se convirtió en un fenómeno de culto: el cine de acción casposo y sin pretensiones. La cinta, dirigida por Ted Post (director con cierto renombre por su trabajo en Hang ‘Em High y Magnum Force), es un título que no se acerca al grupo de “buenas películas” de Norris, ni siquiera dentro de lo que podría entenderse como cine de serie B divertido. Más bien, Los valientes visten de negro nos deja ante una película fallida que se despliega con las limitaciones de un capítulo televisivo setentero, pero sin el encanto que Norris ofrecería en otros títulos más emblemáticos de su carrera.
En Los valientes visten de negro, Chuck Norris encarna a John T. Booker, un exboina verde envuelto en una historia de conspiración gubernamental. A pesar de sus esfuerzos por aportar dramatismo y dureza a la trama, el film carece de elementos que le otorguen verdadera tensión narrativa, y se percibe como un relato deslavazado y demasiado sobrio. Aquí, Norris queda atrapado en un relato que pretende ser más serio de lo que el género de acción pura y dura permite. Y si bien Ted Post aporta una dirección que apunta a cierto nivel de profesionalidad, la película se despliega con un aspecto generalizado de serie, donde los recursos de cámara y montaje parecen detenerse justo en el umbral de lo cinematográfico, quedándose en lo televisivo.
Es cierto que Norris hizo carrera en producciones de bajo presupuesto, pero aquí se advierte la falta de los elementos que hicieron populares otros títulos suyos, como Desaparecido en combate o Delta Force, llenos de acción que bien podría ser considerada “casposa”, pero que capturaba la imaginación de un público que buscaba pura adrenalina. La historia y puesta en escena en Los valientes visten de negro es tan rígida que incluso sus escenas de acción, las cuales podrían haber salvado la película, se ven limitadas por una ejecución pobre y una edición que traiciona las expectativas de dinamismo. El detalle del doble de acción que luce un peluquín mal colocado al doblar a Norris en algunas escenas es un triste recordatorio de que la cinta, hoy vista, es puro material de meme.
Además, el reparto de apoyo hace poco por redimir esta obra: Dana Andrews, en uno de sus últimos papeles antes de retirarse, encarna a un personaje cuya seriedad y trágico monólogo sobre la ética gubernamental chocan con el tono rústico de la película, mientras que Anne Archer, en un rol amoroso, apenas tiene espacio para desarrollarse en pantalla. A pesar de su esfuerzo por elevar la película con actuaciones, la narrativa carece de un arco convincente, y los personajes son poco más que decorados que orbitan alrededor del héroe que encarna Norris.
Para aquellos que conocen el cine de serie B, es fundamental separar dos categorías de películas: aquellas que pueden ser calificadas en términos de “buenas” o “malas” y aquellas que simplemente son marcas, etiquetas que definen un producto dirigido a un público muy específico, sin pretensiones. En este último grupo encontramos a nombres como Charles Bronson, Steven Seagal, Jean-Claude Van Damme, y, claro, a Chuck Norris. No es un cine para juzgar con la vara crítica de lo que significa un “buen” o “mal” film; es cine para ver y disfrutar desde una perspectiva puramente entretenida. Sin embargo, Los valientes visten de negro falla incluso en esa misión. Aquí, Norris no alcanza el nivel de deleite camp y desinhibido que otras de sus cintas podrían ofrecer a su público.
En cuanto al apartado técnico, la película deja una sensación de un esfuerzo a medio camino. Las escenas de acción, lejos de destacar, pecan de una edición pobre que carece de ritmo. La cinematografía carece de interés visual, atrapada en un mundo de colores apagados y planos funcionales que no se esfuerzan en crear atmósfera alguna. Ted Post, en esta ocasión, no logra dotar a la película de la chispa que necesita para trascender sus limitaciones de presupuesto. Norris parece tan rígido en sus movimientos como la película misma, atrapado en un relato que no le permite ni siquiera lucirse con las artes marciales que lo hicieron popular.
En resumen, Los valientes visten de negro es un título que, a pesar de contar con el renombre de un director con cierta experiencia y la presencia icónica de Chuck Norris, cae en la categoría de las películas que pasan sin dejar huella. No logra ser un film de calidad, ni un producto lo suficientemente “malo” para ser divertido en la medida en que lo fueron otros éxitos de Norris en el videoclub.