Hay una fauna particular que prolifera en las webs generalistas como IGN: el “pre-señor” del entretenimiento. Un espécimen curioso, mitad adolescente barbudo que aún huele a colonia barata, mitad crítico impostado que cita palabras como “capitalismo” o “transhumanismo” con el entusiasmo de quien acaba de descubrir que Marx y Blade Runner pueden caber en la misma frase.
Esta especie no habla de cine como un cinéfilo curtido, sino como un niño de cinco años que se pone el sombrero de su padre y se mira al espejo creyéndose mayor. En sus textos, el análisis filosófico se mezcla con el “hype” de la Comic-Con, las promesas de tráilers y la fe ciega en que Disney Plus les dará la revelación existencial de sus vidas. El resultado: discursos hinchados de conceptos “adultos” que, en realidad, funcionan como globos llenos de aire caliente.
Así, llega Alien: Planeta Tierra, y nuestro joven sabio nos anuncia que la saga es, sobre todo, “una gran crítica al capitalismo”. Lo dice como si acabase de inventar el fuego, ignorando que Alien lo lleva haciendo desde 1979. Con la solemnidad de un falso predicador del cine, encadena palabras como “megacorporaciones”, “ciberpunk” y “debates éticos” con el mismo candor con que un niño colecciona cromos, esperando que su colección le dé estatus entre los mayores.
El tono es serio, grave, con ese aire de “aquí se viene a reflexionar” que haría sonreír incluso a Ridley Scott. Porque, entre nosotros, la profundidad no se gana diciendo “androides” y “híbridos” como si fueran versos de Heidegger, y mucho menos cuando el verdadero núcleo del entusiasmo está en ver “más especies extraterrestres” y que “ojalá la serie tenga segunda temporada”.
Y así, sin que nadie se dé cuenta, la crítica de cine ha sido secuestrada por esta guardería disfrazada de cátedra, donde se opina de Alien como se opinaría de un nuevo videojuego o un DLC, y donde lo más “adulto” que se puede decir sin sudar demasiado es que la película favorita podría ser El padrino.
El cine, mientras tanto, mira desde lejos, preguntándose en qué momento dejó de estar en manos de cineastas y críticos para caer en las de entusiastas con barba incipiente, camiseta de Metal Gear y diccionario de filosofía recién estrenado.