Cuando se habla de desnudo en el cine, todos piensan en los años 60 o 70 como la era de la liberación. Pero hay un secreto escondido en el año 1943, en plena Alemania del Tercer Reich, donde una superproducción de la mítica UFA se atrevió a rozar lo prohibido: Las aventuras del barón Münchhausen, dirigida por Josef von Báky, contiene algunos de los momentos más atrevidos y sensuales que jamás se hubieran permitido en aquel tiempo de censura férrea.
En esta obra, nacida como encargo para conmemorar los 25 años de la UFA y rivalizar con los fastos de Hollywood, el erotismo aparece disfrazado de fantasía, pero palpita con fuerza. Entre palacios barrocos, jardines orientales y aventuras imposibles, se deslizan escenas donde el cuerpo femenino se muestra con una audacia impensable para la década. Lo que parecía un cuento para glorificar la imaginación se convierte, por momentos, en un desfile de piel y deseo insinuado, un oasis de sensualidad dentro de la maquinaria propagandística nazi.
El ejemplo más célebre es el de Ilse Werner y Brigitte Horney, musas de la época, cuyas apariciones bañadas en velos, telas vaporosas y transparencias rozan el desnudo artístico con un descaro inusitado. Los baños orientales, los harenes que el Barón recorre en su viaje fantástico, fueron la excusa perfecta para que la cámara se posara en cuerpos desnudos o semidesnudos, filmados con una voluptuosidad pictórica que evocaba las pinturas de Ingres o Delacroix. Un erotismo que no era pornográfico, sino mitológico: ninfas y odaliscas transformadas en criaturas cinematográficas.

Lo más provocador es pensar en el contexto: en plena guerra, cuando Europa ardía, la gran industria cinematográfica alemana filmaba cuerpos desnudos en color Agfacolor, dotando a la carne de una vibración cálida y peligrosa. El desnudo se vuelve así doblemente atrevido: primero, porque rompe la convención moral del momento; segundo, porque revela que incluso bajo un régimen totalitario, el deseo humano encontraba su grieta, su espacio de juego.
Las aventuras del barón Münchhausen es recordada por su despliegue técnico y visual, pero debería ser reivindicada también como uno de los momentos más audaces en la historia del erotismo fílmico europeo. En sus imágenes viven cuerpos que no se someten al silencio de la época, sino que se muestran como templos de belleza. Esos desnudos, escondidos bajo el pretexto del mito, fueron como una carcajada erótica del Barón: un recordatorio de que la fantasía no está completa sin la piel, sin el deseo, sin el atrevimiento de lo sensual.

En 1943, en medio de la oscuridad más brutal del siglo XX, el cine encontró la manera de desnudar lo imposible. Y quizá esa sea la gran lección del Barón Münchhausen: que incluso en los relatos más fantásticos, el cuerpo humano es la verdadera aventura.
La película de 1943 resulta excepcional por diversas razones:
En primer lugar, constituye una obra maestra técnica. Sus decorados y su fotografía en color alcanzan una calidad comparable, e incluso superior, a las producciones contemporáneas más fastuosas de Gran Bretaña o de Estados Unidos, incluyendo títulos legendarios como El mago de Oz o El ladrón de Bagdad. La reciente restauración en 4K revela con deslumbrante nitidez la riqueza plástica de su puesta en escena.
En segundo término, conviene recordar que el proyecto nació en pleno auge de los éxitos militares del Tercer Reich, bajo el encargo directo de Joseph Goebbels. Paradójicamente, el guion fue obra del escritor judío Erich Kästner, aunque su nombre, por razones obvias, fue proscrito de los créditos oficiales.
En tercer lugar, destaca la célebre secuencia ambientada en Arabia, que incluye desnudos femeninos. Un detalle sorprendente para la época, cuando la desnudez estaba rigurosamente prohibida en la producción cinematográfica de Hollywood y del ámbito anglosajón en general.
La película se estrenó en marzo de 1943 con una duración de 134 minutos. Sin embargo, apenas tres meses después se lanzó una versión recortada de 118 minutos, presumiblemente modificada por orden del Ministerio de Propaganda nazi para suprimir los elementos más controvertidos. La versión restaurada en 4K —preparada para la exportación— resulta aún más breve, reducida a 116 minutos. La edición alemana en Blu-ray incluye las tres variantes: la del estreno (134 minutos), la versión censurada posterior (118 minutos) y la copia internacional (116 minutos). Se desconoce con exactitud qué escenas contenían los 18 minutos eliminados respecto a la versión primigenia.