Entre los 12 y los 14 queríamos ser Johan Cruyff. Entre los 5 y los 7, algún personaje de Mary Poppins (yo quería ser el pingüino de dibujos animados que aparecía como camarero, fue mi etapa rosa de homosexualidad latente, supongo). Entre los 7 y los 9, el comisario McMillan, que era una versión muy mejorada de nuestro padre y estaba casado con una versión aún más mejorada de nuestra madre. Y, el capítulo más importante de nuestro crecimiento, entre los 10 y los 12, queríamos ser Bruce Lee.
Ah, ese tipo era la leche, que alegría transmitía dando patadas. Mucho después reconocí su estilo juguetón y fluido como una copia del famoso baile de Cassius Clay. Flotando, flotando, danzando sin parar ante los ojos del contrario con esa cara de chino descojonado de su suerte por anticipado… Sólo hizo cuatro largometrajes y medio, pero después de su muerte las películas que tratan sobre él o utilizan material en el que sale superan las doscientas, sin contar con su protagónica aparición en el mejor spot televisivo de todos los tiempos. Eso es pasar a la historia.
“Juego con la muerte” es el medio largo que hizo. Bueno, en realidad no hizo esta película, la productora tomó once minutos de material que Bruce Lee había filmado dando bofetadas de todos los colores y lo pegó a una descabellada historia filmada cuatro años después de su muerte con un doble. Por contener la palabra “muerte” fue la única peli de Lee que no me dejaron ver en aquel cine de verano que fue el escenario de mi encuentro con el maestro.
Hay que verla, no es posible hacerse una idea con una simple descripción (por cierto, magistrales los créditos del inicio, de un tal John Christopher Strong III). El doble no tiene diálogo y pelea por la noche contra los malos con unas gafas de sol que van desde más arriba de las cejas hasta la comisura de los labios. Patadas giratorias triples sin que las gafas vuelen. La productora aplicó la extendida idea de que quién coño es capaz de distinguir a un chino de otro chino. Idea cierta, pero la verdad es que Bruce Lee es el único chino que somos capaces de reconocer. Algunos fugaces primeros planos están tomados de anteriores películas de Bruce Lee. Transcribo un diálogo, en una habitación: