“The Chosen”: revelación, encarnación y arte en la era de la imagen

“The Chosen”: revelación, encarnación y arte en la era de la imagen

En el vasto panorama de las ficciones televisivas contemporáneas, pocas obras han logrado conjugar el fervor de la fe con la nobleza de la forma cinematográfica como The Chosen, la serie creada por Dallas Jenkins que narra, con notable libertad poética y fidelidad espiritual, la vida de Jesucristo a través de los ojos de quienes lo siguieron. Esta propuesta, nacida de la financiación colectiva y del entusiasmo de creyentes y cinéfilos por igual, se alza como un fenómeno cultural sin precedentes en el ámbito de la representación cristológica audiovisual.


Una lectura teológica: El rostro humano del verbo

The Chosen no busca construir un relato apologético, sino encarnar, en el más profundo sentido de la palabra, la figura de Cristo. La serie apuesta por un Jesús cercano, profundamente humano y al mismo tiempo misteriosamente divino, interpretado con serena luminosidad por Jonathan Roumie. Este Cristo ríe, llora, se cansa, abraza y mira con compasión: un Mesías que conmueve por su presencia íntima, no por su grandilocuencia.

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Desde una perspectiva teológica, The Chosen pone en práctica una lectio divina audiovisual: es una meditación en imágenes sobre los Evangelios, donde cada episodio funciona como una parábola cinematográfica. La serie no pretende reemplazar el texto sagrado, sino dialogar con él, enriquecerlo con matices humanos, dándole carne a los nombres que durante siglos se repiten en la liturgia: Simón, Mateo, María Magdalena, Nicodemo…

Y en este gesto, la serie se acerca a un arte sacro moderno, donde la mirada del apóstol se vuelve cámara, y la palabra revelada, guion.


Una estética del recogimiento: Cine de la contemplación

Desde el punto de vista fílmico, The Chosen se distancia radicalmente del espectáculo fastuoso y del efectismo que ha caracterizado muchas representaciones bíblicas del siglo XX. Aquí no hay trompetas celestiales ni rayos en el cielo: hay polvo, piedras, sombras suaves, y el sol cayendo sobre Galilea como una bendición lenta. La fotografía, de tonos cálidos y terrosos, recuerda a la pintura caravaggista por su juego de luces y penumbras, donde la luz no ilumina: revela.

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La puesta en escena rehúye lo teatral y lo estático: los espacios son vivos, los actores se mueven con naturalidad, y los planos sostienen el tiempo sin temor al silencio. Esta estructura contempla el alma antes que capturar la acción, alineándose con el cine espiritual de autores como Carl Theodor Dreyer, Terrence Malick o Pier Paolo Pasolini, aunque con una sensibilidad más accesible y serial.


Los discípulos como arco narrativo: De lo humano a lo sagrado

Uno de los grandes aciertos narrativos de la serie reside en construir los Evangelios desde la periferia, humanizando a los discípulos, dándoles pasados, dudas, traumas, afectos. El Mateo que presenta The Chosen, por ejemplo, es un joven con rasgos de autismo, incapaz de comprender las convenciones sociales, cuya redención no solo es espiritual, sino también profundamente emocional y afectiva.

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En esta mirada, la conversión no es un acto mágico, sino un proceso de ruptura y resurrección íntima, en la que el espectador puede verse reflejado.

La elección de abordar las historias desde los márgenes —la mujer samaritana, los leprosos, los recaudadores de impuestos, los pescadores ignorados por Roma— vuelve radicalmente evangélica la narrativa: es una elección estética que se alinea con el mensaje de Cristo, que siempre caminó entre los invisibles y habló para los rotos.


Una serie del pueblo y para el pueblo

The Chosen es también una revolución en su modelo de producción: financiada por donaciones y distribuida gratuitamente, subvierte las lógicas del mercado. No es una serie impuesta por algoritmos, sino suscitada por el deseo colectivo de ver al Verbo hacerse carne en la pantalla. En este gesto se restituye el carácter comunitario del arte sacro: como en las antiguas catedrales, donde cada piedra era colocada por el pueblo para glorificar a Dios, The Chosen es una obra coral.


Conclusión: Cine de la encarnación

The Chosen no es solo una serie cristiana: es una experiencia de fe encarnada en el arte. Su potencia reside en hacer visible lo invisible —el amor, la fe, el perdón, el milagro de la vida nueva— sin sacrificar la dignidad estética ni la complejidad humana. En un mundo saturado de ruido, esta serie propone un acto de contemplación, donde Jesús vuelve a caminar entre nosotros, no en mármol, sino en carne viva, en planos largos, en lágrimas sinceras, en miradas que redimen.

Más que ver a Cristo, The Chosen nos invita a mirarlo. Y, aún más, a dejarnos mirar por Él.

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