Hoy toca hablar de las 5 mejores películas del gran genio del cine clásico norteamericano. Hablamos de John Ford. Los absolutismos no son buenos ni exactos, con lo que afirmar quien o quien no es el mejor director de cine de todos los tiempos es una acción como menos inútil, pero, lo que nosotros sí nos atrevemos a afirmar es que de entre todos los favoritos a ocupar ese puesto, John Ford es uno de ellos y posiblemente el que cuente con más papeletas…

John Ford es para el cine lo que el cine fue para John Ford: TODO. Ambos nacieron prácticamente de la mano y más de 100 años después siguen de la mano porque los films de este genial director son imperecederos y cualquier nuevo aficionado al cine no tiene más remedio que coquetear con su filmografía para así, acabar sin oposición alguna  con el enamorado de prácticamente toda su obra.

Hoy por eso queremos nombrar, elegir o exponer lo que para nosotros son sus 5 mejores películas, algo difícil, claro está, y un absolutismo odioso claro está también.
Por lo tanto está lista es un simple gusto personal, cada cual tendrá el suyo, por lo que debemos tratarla no como un absolutismo, sino como un simple juego cinéfilo.

CENTAUROS DEL DESIERTO. 1956

Es complicado desligar el título de Centauros del desierto del mundo del cine. Esta traducción absolutamente libre del original The Searchers esta considerado como una de las mejores películas de la historia. John Ford y John Wayne en estado de gracia para construir un monumento cinematográfico.
Pero buena parte del mérito lo tiene Alan Le May, autor de la novela publicada dos años antes, en 1954, y que sirve de base argumental para la mencionada película. La editorial Valdemar, en su imprescindible colección Frontera, publicó en español una historia que contiene la esencia del wéstern. Un libro que hace vibrar con su aventura, pero que también lleva al lector a las profundidades y recovecos de la naturaleza humana.
Es muy posible que muchos de quienes abran Centauros del desierto lo hagan con el poso de la película en su memoria. El ataque de los indios comanches a una familia de colonos texanos y el rapto de dos niñas llevará al tío de estas, Amos Edwards (en la película se optó por el nombre de Ethan), a enfrascarse en una búsqueda sin descanso acompañado del joven Martin Pawley.

A partir de ese punto, Alan Le May lleva a cabo una narración en la Amos Edwards no es sino un nuevo capitán Ahab espoleado por el odio. Los mares son ahora praderas y desiertos, el Pequod un caballo y Moby Dick toma la forma de un grupo de comanches en fuga.
Como buena novela, supera a la versión cinematográfica en la profundidad de los personajes y sus motivaciones. También es mucho más extensa en la narración del contexto en el que se sitúa la búsqueda: finalizada la guerra de Secesión y en un periodo en el que la convivencia entre los nativos y los nuevos pobladores norteamericanos se debate entre la sucesión de conflictos y los intentos por encontrar soluciones pacíficas.
Además de todo esto, la capacidad descriptiva de Le May convierte a Centauros del desierto en una lectura perfecta para los meses de verano: fuego cruzado en escaramuzas contra los indios, noches al raso a la espera de una pista, pasiones amorosas de juventud… todo lo que se le puede pedir a un libro aventura.

Podríamos ir de eruditos o sibaritas e intentar elegir como primer film alguna otra gran obra de Ford, pero es que aunque sea fácil recurrir a lo evidente, este film no solo a nuestro parecer y al de medio mundo es seguramente su mejor film, si no que seguramente también sea el mejor western jamás filmado y  además posiblemente una de las películas número uno de la historia. Esta obra de 1956 dirigida por John Ford, fotografíada por Winton C. Hoch e interpretada por John Wayne es orfebrería pura, con una inquietante y sibilina denuncia racial bajo su aparente sencillez narrativa, acompañada de una puesta en escena de arte y ensayo como demuestran secuencias tales como la del apagado del candil a la llegada del indio Cicatriz. Además   está llena de momentos míticos de la historia del cine como su cíclica apertura y cierre, la relación entre Martha y Ethan o la ya famosa postal de la mirada en claroscuro de Wayne a la salida de la cantina, todo esto hace que este film sean mayúsculas del 7º arte.

¡QUÉ VERDE ERA MI VALLE!. 1941
 

Para defender esta película como número dos de la obra de Ford no hace falta extenderse en demasía, solo hay que dar una sencilla razón de peso, la cual es que en 1941 ganó el Oscar a mejor película, algo no tan importante si no fuese porque se lo ganó directamente a Ciudadano Kane, película que como todos sabemos lleva 100 años ocupando el primer puesto de mejor película de todos los tiempos. Qué calidad no debe tener entonces este film para que en aquel año 41 la academia la eligiese por encima del mítico film de Orson Welles.

EL HOMBRE QUE MATÓ A LIBERTY BALANCE. 1962
 

1962, John Ford unía a James Stewart y John Wayne, y elegía a William H. Clothier en la fotografía para entre todos crear una palícula basada en un relato corto de Dorothy M. Johnson, el resultado ya es conocido por todos, otras obra maestra más en la peculiar carrera del director y por supuesto uno de los films más atípicos del género y de su propia carrera, pero…¿quien mató realmente a Liberty Balance?…

EL SARGENTO NEGRO. 1960
 

Otra obra de ensayo más y otro western tapadera más. Ford usaba el género para hablar de cualquier tema que le viniese en gana y está vez vuelve a arremeter contra el racismo como ya hiciese en The Searchers y lo hace mediante un procedimental o film de juicio. El sargento Rutledge interpretado por Woody Strode se erige como héroe y martir de un film maravilloso, emocionante y sentimental, un film que no hace falta tener nociones para disfrutarlo desde su primer minuto.

LOS 3 PADRINOS. 1948
 

Uno de los films menos conocidos de Ford y una de nuestras apuestas personales. Para nosotros juntar a Ford y a Hoch ya es motivo de obra maestra y así la escena del nacimiento en el interior de la caravana iluminada por simples velas y candiles es uno de los 10 mejores momentos del cine a nuestro parecer. Si el cine es imagen en movimiento contando una historia, este es el mejor ejemplo para reafirmarlo.
Solo esta escena sería suficiente para que este film fuese uno de nuestros favoritos pero por fortuna hay mucho más.

Por lucenpop

Autor y director de las webs: Videoclub CinematteFlix, Lucenpop y Passionatte