La miopía es uno de los protagonistas de una historia que convierte en miope al 90% del público actual, capaces de no saltarse ni un solo segundo de la subscripción de Netflix, pero al mismo tiempo incapaces de darse cuenta que al lado de este tal Netflix, tienen una plataforma llamada FlixOlé que alberga pequeñas joyas como la película que tratamos hoy.

La primera parte de la película, en la que paradójicamente nuestra protagonista siempre lleva las gafas encima, nos muestra la ceguera metafórica de nuestra protagonista. Ella no ve la realidad, sino que la interpreta como le conviene. Por este motivo no es capaz de ver que el personaje que interpreta Luis Prendes nunca la ha amado. Esta primera parte termina con la lluvia que invade la feria y deja a nuestra protagonista totalmente manchada de barro. Durante el ajetreo de la lluvia además pierde las gafas.

En la segunda parte de la película, nuestra protagonista que ya no lleva las gafas, empieza a darse cuenta de la realidad que le rodea. Y esa realidad, se convierte en inexorable para ella. Poco a poco el mundo va imponiendo su crueldad. El clímax de este avance amargo tiene lugar con la visita que realiza el personaje al médico, en el que el ciclo se termina de completar, y el médico avisa a nuestra protagonista que inevitablemente va a perder la vista. A pesar de este hecho, hemos presenciado una triste evolución en la que el personaje de Susana Canales ha empezado realmente a abrir su visión hacía el mundo.

Esta obra mayúscula, y maestra, del cine español, posee tanta energía, fuerza y agresividad contenida que la convierten en un torrente de emociones pocas veces en nuestro cine. La riquísima elaboración de las secuencias se suma a un montaje que, sin duda, roza la perfección. Cabe destacar la lucidez fotográfica (Manuel Berenguer) de los momentos más oscuros (argumentalmente), aunque pasa más desapercibida, al menos, para mi miope “mirada”, en los momentos más tranquilos, como es de esperar, pero que no por ello dejan de definir a los personajes en ningún momento.
Por otra parte, algunos travellings son verdaderamente sobrecogedores, sobre todo el último y largo travelling final que es uno de los mejores ideados en nuestro país.

Sin duda, no haber visto esta película, junto con otras del mismo director, Berlanga y Bardem (por no citar a más, como el subestimado José A. Nieves Conde, Florián Rey, etc), significa no haber visto nada del cine patrio. Eso sí, mierdas coreana y series turcas del montón, todas las que nos echen. Esto es España.