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La sombra dorada del mito: paralelismos entre Indiana jones y El secreto de los incas

Pocos personajes del cine de aventuras han calado tan hondo en la memoria colectiva como Indiana Jones, el arqueólogo trotamundos creado por George Lucas y encarnado por Harrison Ford. Su figura, sin embargo, no emergió ex nihilo. Tras su emblemática fedora y su inseparable látigo, se esconde una genealogía visual e ideológica que remonta, entre otros orígenes, a una película casi olvidada: El secreto de los incas (1954), dirigida por Jerry Hopper y protagonizada por Charlton Heston. En este artículo proponemos una lectura crítica de los paralelismos entre ambas obras, examinando no sólo las similitudes superficiales, sino también las resonancias temáticas y estéticas que vinculan a estas dos epopeyas arqueológicas.

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La silueta del héroe: vestuario, gestos y aura

La más inmediata coincidencia entre El secreto de los incas y En busca del arca perdida (1981) radica en el aspecto externo del protagonista. Harry Steele, el personaje interpretado por Heston, luce una chaqueta de cuero, camisa beige, pantalones caqui y el célebre sombrero fedora, prácticamente idéntico al que después llevaría Indiana Jones. Incluso se le ve sostener una pistola al cinto y usar una linterna entre ruinas precolombinas. Esta estética aventurera, que hoy atribuimos instintivamente a Jones, ya estaba codificada en el film de Hopper.

No se trata únicamente de una coincidencia de vestuario: la postura corporal, la manera de empuñar el arma, el caminar confiado, la combinación entre cinismo y atractivo viril, todo en Harry Steele prefigura al arqueólogo de Lucas y Spielberg. De hecho, durante años se ha rumoreado que el equipo creativo de Indiana Jones usó El secreto de los incas como una referencia visual directa, algo que, aunque nunca confirmado oficialmente, se percibe con claridad al comparar secuencias clave de ambas películas.

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La arqueología como espectáculo: fetiches, ruinas y tesoros

Ambas cintas comparten una concepción espectacular y exotizante de la arqueología. En lugar de mostrarse como una disciplina científica, la búsqueda de reliquias es tratada como una odisea peligrosa y romántica, donde el héroe se enfrenta a rivales codiciosos, trampas mortales y entornos hostiles. Tanto Steele como Jones no son arqueólogos académicos sino aventureros con brújula moral ambigua, oscilando entre el saqueo y la preservación.

En El secreto de los incas, el objeto de deseo es un disco solar inca de oro macizo, escondido en Machu Picchu y custodiado por indígenas que aún veneran su poder místico. En En busca del arca perdida, el artefacto es el Arca de la Alianza bíblica, igualmente cargada de poder sobrenatural. En ambos casos, los tesoros no sólo son relicarios del pasado sino instrumentos de poder político y espiritual, codiciados por naciones enteras, desde los nazis hasta potencias emergentes en la Guerra Fría.

Mujeres, civilizaciones y la mirada colonial

Otro elemento paralelo se halla en la presencia femenina: ambas películas presentan una figura femenina fuerte, aunque encajada en convenciones románticas propias de su época. Elena Antonescu (Nicole Maurey) y Marion Ravenwood (Karen Allen) son mujeres con carácter, pero sus destinos narrativos están subordinados a la travesía del héroe. A su vez, ambas películas filman culturas ancestrales desde una óptica colonial: las civilizaciones no occidentales son exóticas, misteriosas y en muchos casos, reducidas a decorado o amenaza.

El secreto de los incas fue, de hecho, la primera película rodada en Machu Picchu con permiso oficial del gobierno peruano. Esto otorga a la cinta un valor documental notable, pero también expone el uso del espacio andino como telón para una aventura protagonizada enteramente por extranjeros. De manera similar, Indiana Jones utiliza Egipto, Nepal, India o Perú como escenarios secundarios donde se proyecta el imaginario occidental de lo misterioso.

Conclusión: genealogía de un mito moderno

La comparación entre El secreto de los incas e indiana jones revela una continuidad estética y conceptual que va más allá del homenaje o la casualidad. La película de 1954 constituye, si no un molde definitivo, sí al menos una protoforma del héroe arqueológico moderno, fusionando la ambición imperial de los exploradores del siglo XIX con el dinamismo del cine de aventuras de Hollywood.

Redescubrir El secreto de los incas no es sólo un acto de justicia cinéfila, sino una oportunidad para comprender cómo los mitos modernos se construyen por sedimentación de imágenes, géneros y arquetipos. Indiana Jones, con todo su carisma y vigor, no surgió de la nada: emergió de las ruinas doradas de una tradición fílmica que lo antecede y lo ilumina.

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