Una de las tantas películas de fantasía lanzadas en pleno apogeo del género en los 80 fue esta preciosista y estética película de Ridley Scott que, incluso a día de hoy, cuenta con un diseño artístico que quita el hipo y algunas escenas que se mantienen preciosas, en especial algunas como la de los pétalos rojos intercalándose con los unicornios, así como determinados diseños, como el del villano principal e incluso el vestuario de los personajes. Con uno joven Tom Cruise como protagonista en un papel aceptable y poco más, tenemos una fábula donde por el amor de una princesa permitirá que ésta, humana y mortal, entre en contacto con un unicornio, sagrado. El resultante de este contacto desencadena una maldición y aquí empieza, a los 10 minutos, la verdadera trama de la película.
Una cinta fascinante desde la parte visual en el diseño artístico, desde la oscura puesta en escena y desde los grandilocuentes escenarios repletos de magia y encanto.
Verdaderamente es súper absorbente desde su brillante atmósfera que se consigue gracias a un gran despliegue técnico en los efectos especiales, vestuario y por sobre todo en el maquillaje, el cual inclusive llegó a estar nominado al Oscar.
Casi todo en el filme es de carácter destacable, y más aún teniendo en cuenta cómo impactó allá en el año 1985. Pero lamentablemente uno de sus puntos flojos es algo demasiado importante como para restarle varios puntos: la historia. La misma es demasiado sencilla y carente de emociones como para que en sí misma tenga valor. Si le quitáramos todo el decorado y la densa ornamentación estética, el argumento desnudaría mucho más sus falencias y el filme decaería estrepitosamente.
No es que la cinta sea aburrida, pero el guión es demasiado maniqueo, anodino y convencional como para entusiasmar (la princesa bella, el héroe apuesto y valiente, el súper villano, los duendes, las hadas, la magia y algunas criaturas más).
Hubiera sido tan importante balancear dándole más sustancia al texto de fondo para equipar de alguna manera con las formas y así obtener un producto más solvente. Aunque teniendo en cuenta que se trata de género fantástico, al menos se disimula más la falta de elaboración y de complejidad en la confección argumental, al cual resulta demasiado tontona e inocente como para hacerse más extensiva hacia el público adulto.
Cae simpático ver a un jovencísimo Tom Cruise como protagonista, a un irreconocible Tim Curry debajo de varios kilos de make up y a la debutante Mia Sara como princesita inocente y hermosa. Pero si algo se destaca y mucho en este filme es que no parece un filme de la década del ochenta en sus apartados técnicos, los cuales tienen una calidad sobresaliente.
A estas alturas, y ya con algo de tablas en esto de cinefagia, tiendo a desconfiar bastante de eso de la Director’s Cut. Y es que lo que se supone que debía ser la excepción se ha banalizado hasta convertirse en el extra “imprescindible” de toda edición en DVD que se precie; da igual que la película sea Epic Movie o Torrente II y que la “versión del director” consista en incluir dos planos desenfocados del pie del cámara en los créditos.
Sin embargo, Legend es una clamorosa excepción. Tanto que me atrevo a decir que la única versión aceptable y medianamente cercana a las intenciones de Scott es ésta y no la amputada versión cinematográfica. La única, por tanto, que debería existir.
Al parecer (lo que acabo de ver lo confirma) Legend, tal como la había concebido Ridley Scott originariamente, distaba bastante de ser la cosa ñoña y deshilachada que llego a los cines. El proyecto original, espinoso y lleno de alegorías, era un cuento de hadas adulto en el que se mostraba sexo y violencia sin complejos y que, probablemente, de haberse materializado, hubiera dejado un cierto regusto a lo Darío Argento… Pero, ya se sabe: los chicos de Universal, que tanto cuidan por nuestra moral y su dinero, pusieron el grito en el cielo y obligaron a Scott y su equipo a “suavizar la idea” hasta hacerla digerible al biempensante espectador yanqui. El resultado final de tanto limar fue una película infinitamente menos audaz y mucho más “light” pero que todavía contenía algunos rescoldos del proyecto original: un evidente sentido alegórico (en esencia, una reelaboración del mito del Pecado Original), alguna pequeña concesión al gore e, incluso, algo de sexo elegantemente sublimado en plan freudiano…
Trabajo en balde: eso tampoco les valió a los productores (unos genios, los tíos), a los que les seguía pareciendo demasiado “adulta”. Así que, contra el criterio de Scott, se volvió a aplicar la tijera sin piedad, destrozando lo poco interesante que quedaba en Legend hasta convertirla en el insulso y almibarado “bodriete” que se estrenó.
Por supuesto, y a eso voy, la “director’cut” no es más que la recuperación de aquella última versión anterior al tijeretazo. Y la diferencia entre ambas no es moco de pavo… Se trata, en la práctica, de otra película: completamente distinta en su sentido e intenciones. Con sólo indicarte lo siguiente (y aquí lo dejo), te harás una idea de hasta qué punto la cosa cambia…
-Lili, lejos de ser la bobalicona de la versión cinematográfica, posee aquí un agradable punto de malignidad (como cabe esperar de una tentadora “Eva”). Una malignidad latente que justifica el deseo de “Satán” de poseerla y esposarla.
-El final, que no destriparé, es radicalmente distinto al cinematográfico: aquí no hay un baboso y ridículo “fueron felices y comieron perdices” sino una resolución mucho más abierta a interpretaciones (incluida la de que todo fue un sueño) que, en cualquier caso, deja un poso mucho más pesimista y adulto.