Ozploitation: el delirio australiano como forma de resistencia cinematográfica

Ozploitation: el delirio australiano como forma de resistencia cinematográfica

En los márgenes de la industria global del cine, en el vasto y áspero territorio australiano, surgió en los años setenta y ochenta un movimiento fílmico irreverente, salvaje y profundamente libre: el ozploitation. Esta corriente, inicialmente subestimada por su adscripción al cine de género y su propensión a la violencia, la sexualidad y lo grotesco, ha sido rescatada en décadas recientes como un laboratorio estético y político de primer orden. Bajo su capa de sangre y ruido se esconde una poética árida y febril, una voluntad de exploración formal y un grito identitario que aún resuena en el imaginario fílmico global.

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Un cine de polvo, gasolina y rebeldía

El término ozploitation —contracción de «Australian» y «exploitation»— fue acuñado retrospectivamente para describir una serie de películas que, beneficiadas por una oleada de leyes gubernamentales de apoyo al cine local y por una cierta desregulación del contenido, dieron rienda suelta a la imaginación más desbocada de una generación de cineastas jóvenes y autodidactas. En ellas confluyen el thriller psicosexual, el terror rural, la acción motorizada, la comedia escatológica y el erotismo provocador. No hay una línea estética única, pero sí un conjunto de obsesiones visuales y temáticas: la inmensidad desolada del desierto australiano, la figura del forastero amenazado por lo primitivo, la disolución de la lógica en lo onírico, y una constante tensión entre civilización y barbarie.

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Si el western norteamericano construía su mitología en la frontera, el ozploitation lo hace en el páramo: un terreno ambiguo, casi bíblico, donde la razón se desvanece entre el polvo, el sudor y la violencia solar.

Obras capitales del delirio australiano

  1. Mad max (1979), de George Miller
    Epítome del cine post-apocalíptico y buque insignia del ozploitation, esta obra furiosa e hipercinética convirtió al joven Mel Gibson en estrella internacional. Filmada con escasos recursos y un virtuosismo técnico extraordinario, mad max transfigura el asfalto en rito sacrificial y al coche en tótem destructor. Su secuela, Mad max 2: the road warrior (1981), alcanzará ya dimensiones míticas.
  2. Picnic en hanging rock (1975), de Peter Weir
    Si bien se desliza más hacia el cine de autor y lo fantástico, esta obra fundacional dialoga con el ozploitation desde su inquietud por lo inexplicable y su uso lírico del paisaje como presencia ominosa. La desaparición de unas colegialas en una formación rocosa es aquí excusa para un estudio sensorial sobre el deseo, la represión y lo sublime.
  3. Long weekend (1978), de Colin Eggleston
    Una joya ecoterrorífica y minimalista que anticipa inquietudes ambientales. Una pareja burguesa, en crisis, se adentra en la naturaleza, y la naturaleza responde. Su tono opresivo, su montaje disonante y su ausencia de explicación racional la convierten en un film alegórico y perturbador.
  4. Wake in fright (1971), de Ted Kotcheff
    De tono más nihilista, esta película es un descenso a los infiernos del alma australiana: un profesor urbano atrapado en un pueblo minero, víctima de la hospitalidad violenta y del alcoholismo ritual. Una obra maestra sobre la desintegración de la identidad en la soledad del interior.
  5. Patrick (1978), de Richard Franklin
    Terror médico con tintes giallescos que mezcla ciencia, posesión y erotismo. Un joven en coma desarrolla poderes telequinéticos en una clínica regida por la represión. Franklin, discípulo de Hitchcock, compone aquí un film de suspenso que conjuga precisión narrativa con atmósfera enrarecida.
  6. Juegos de carretera (1981), de Richard Franklin
    Como ya se ha analizado, esta road movie de encierro y sospecha es una fábula sobre la percepción, la soledad y el mal difuso. Su equilibrio de humor, horror y ternura la convierte en una rareza inimitable y una cima silenciosa del género.
  7. Turkey shoot (1982), de Brian Trenchard-Smith
    Obra de una brutalidad estética inusitada, esta distopía carcelaria mezcla caza humana, crítica social y excesos gore en una orgía de sadismo autorreflexivo. Trenchard-Smith, figura central del ozploitation, demostró que el mal gusto puede alcanzar alturas simbólicas.
  8. Razorback (1984), de Russell Mulcahy
    Casi una reinterpretación australiana de Jaws, pero con un jabalí gigante como criatura vengadora, esta película destaca por su estilo visual experimental, su fotografía expresionista y su audaz ritmo narrativo. Cine animalista y alucinado.
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Una identidad estética disidente

Lo que hace del ozploitation un fenómeno tan atractivo no es simplemente su transgresión o su desfachatez, sino su capacidad para trazar una mitología alternativa: un cine que subvierte los códigos del clasicismo narrativo y genera formas visuales y dramáticas propias. Hay una búsqueda del exceso no como morbo, sino como método: filmar la carne, el calor, la furia, lo grotesco, como si fueran los únicos lenguajes posibles en un mundo desprovisto de dioses.

Además, muchas de estas películas comparten una estructura de confrontación: el civilizado que se adentra en el infierno; el cuerpo femenino como campo de tensiones; la carretera como línea espiritual hacia lo salvaje; y la naturaleza como presencia moral que castiga o acoge.

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Legado y relectura

El redescubrimiento del ozploitation ha venido en parte gracias a documentales como Not Quite Hollywood (2008), de Mark Hartley, que reveló a nuevas generaciones el vigor, el humor y la libertad de estas producciones. Hoy, cineastas como Quentin Tarantino, George Miller, Jennifer Kent o Justin Kurzel reconocen su deuda con este cine de resistencia.

El ozploitation no fue sólo un fenómeno de mercado: fue una epifanía cultural, una forma de gritar desde el hemisferio sur que el cine podía ser sucio, febril, lírico, y aun así profundamente verdadero. Es, en definitiva, la cara abrasada del cine de autor: un cine donde la fiebre, el polvo y el grito sustituyen al plano fijo y al susurro. Un cine que, más que mirar, arde.

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Geografías del exceso: el ozploitation frente a otras formas de cine de explotación

En la vasta cartografía del cine de explotación, cada subgénero emerge como una respuesta visceral a un contexto cultural específico. Aunque unidos por su carácter marginal, transgresor y frecuentemente sensacionalista, cada uno de estos movimientos —el ozploitation australiano, el nunsploitation italiano, el jungle horror anglosajón y el blaxploitation afroamericano— proyecta en sus imágenes una tensión identitaria y un deseo de ruptura con los códigos hegemónicos del cine institucional.

Ozploitation: el mito del desierto y la furia solar

Como ya hemos explorado, el ozploitation es un cine que nace del paisaje y de la contradicción: la vastedad del continente australiano deviene escenario de delirios, persecuciones y epifanías violentas. La carretera, el desierto, lo animal y lo residual son los elementos constitutivos de una mitología abrasiva, donde el cuerpo se enfrenta a la naturaleza no como conquista sino como expiación.

En obras como Mad max, Wake in fright o Razorback, el estilo se define por una estética de lo rudo, de lo polvoriento, donde el plano no se encuadra: se lanza. La cámara tiembla, corre, ruge. Es un cine físico, sudoroso, al borde del paroxismo, que subvierte la iconografía anglosajona y devuelve a la civilización su cara salvaje. Su rebeldía no es sólo formal, sino espiritual.

Jungle horror: el edén profanado y la mirada colonial

El llamado jungle horror —presente sobre todo en la serie B estadounidense e italiana de los años cincuenta a setenta— articula sus ficciones en torno a la selva como lugar de lo primitivo, lo caníbal, lo sexualmente prohibido. Películas como Cannibal holocaust (1980), Eaten alive! (1980) o The naked prey (1965) utilizan la geografía natural como escenario de lo exótico, lo degenerado o lo ancestral.

En este subgénero, la mirada está marcada por la fantasía colonial: el blanco occidental se adentra en un mundo donde la lógica se suspende y donde todo —cuerpo, norma, moral— se ve disuelto. Si el ozploitation usa el desierto australiano para exponer la fragilidad de la civilización local, el jungle horror tiende a proyectar el miedo occidental a lo Otro. Aun así, en sus mejores exponentes, surge una crítica involuntaria a esa mirada imperial.

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Blaxploitation: la furia urbana como afirmación cultural

Por su parte, el blaxploitation es un fenómeno más netamente político. Nacido en los Estados Unidos en los años setenta, en pleno auge de los movimientos afroamericanos por los derechos civiles, este subgénero ofrece figuras de resistencia en clave de coolness, violencia vengativa y sexualidad desafiante. Obras como Shaft (1971), Coffy (1973) o Sweet sweetback’s baadasssss song (1971) configuran un lenguaje urbano, rítmico, de colores saturados y diálogos afilados.

A diferencia del ozploitation, que trabaja con la vastedad exterior, el blaxploitation se concentra en la ciudad como campo de batalla. Su estética funk, su montaje sincopado y su desparpajo frente a la moral burguesa lo convierten en un cine de insurrección identitaria, que construye héroes negros autónomos frente al imaginario blanco dominante.


Cruce de estilos: estética, cuerpo, geografía

Rasgo estéticoOzploitationJungle HorrorBlaxploitation
Geografía dominanteDesierto, carreterasSelva, humedad, lodoCiudad, asfalto, suburbio
Uso de la luzSolar, abrasiva, frontalFiltrada, húmeda, selváticaNeón, fluorescente, dramática
Cuerpo en escenaEl cuerpo masculino en tensión constante; lo animalEl cuerpo devorado, mutilado, sacrificadoEl cuerpo afroamericano como símbolo de potencia, estilo y resistencia
Tono dominanteAmbiguo, alucinadoCruel, brutal, antropológicoIrónico, desafiante, político
MoralIncierta, ambiguaAmbiguamente críticaSubversiva, empoderadora

Conclusión: el cine de explotación como arte del exceso y la identidad

Frente a las formas regladas del cine hegemónico, estas corrientes de explotación —incluyendo el ozploitation— constituyen una suerte de contra-mitología visual. Son cines del exceso, sí, pero también del deseo reprimido, del cuerpo liberado, de la periferia que se niega a callar. En ellos, el lenguaje fílmico se radicaliza, se vuelve corporeidad, ritmo, violencia y símbolo.

El ozploitation, con su mezcla inimitable de lirismo brutal, humor absurdo, erotismo desértico y thriller mecánico, representa una de las formas más puras y contradictorias del cine como arte de riesgo. No se limita a explotar: desgarra, reconstruye y, en última instancia, revela.

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