HUMANOIDES DEL ABISMO
Varios sucesos extraños se suceden en una pequeña y tranquila localidad pesquera. Primero, un barco de pesca explota provocando la muerte de sus tripulantes. Los perros del puerto aparecen descuartizados, excepto el del indio Hank. Los pescadores creen que él ha sido el autor de la matanza, y hacen lo propio con el perro del nativo.
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Simpático ejercicio de retroalimentación camp y puritita producción Corman, Humanoides del abismo viene a recuperar añejos sabores del género (La mujer y el monstruo) junto a éxitos más recientes (Tiburón) para ofrecernos un producto última temporada sin otra pretensión que la de entretener y divertir al respetable. Más inclinada al gore de lo que me esperaba, el film de la señorita Barbara Peters se hace querer por su asumida falta de complejos, su reparto trash (un fondón Doug McLure al mando) y lo delirante de su guión (hombres-salmón carnívoros y… ¡¡violadores de jovencitas!!). Aunque atada a los patrones clásicos del género, sorprende por su autoironía y velocidad, pero también por su insólita negrura y su tosco erotismo, que Peters filma con mente de zanguango calenturiento (no sé si por ser homosexual o porque practica un feminismo guerrillero realmente sutil).
El diseño de los monstruos, fundamental, está sorprendetemente conseguido dado su risible presupuesto: una especie de mezcla entre el Yeti, los marcianos cabezudos de Mars Attacks! y una lechuga con patas. Así y todo, los guionistas no se pueden contener y nos acaban colando una apología bienintencionada de la convivencia intercultural que no viene mucho a cuento, tontería esta que al menos se suple con un buen gusto por el plagio descarado de carácter insultantemente comercial (el final a lo Alien) y un frikismo inclasificable (el intervalo erótico con el ventrílocuo en la tienda de campaña) que uno hubiera echado en falta en mayor parte del metraje. Resumiendo: mola, aún con sus muchos defectos. Mola por su sinceridad, porque no es demasiado cutre (eso de “de tan mala es buena” no tiene mucho sentido aquí), por sus tetas y su sangre, por sus monstruos y su humor a lo Russ Meyer (rebajado de testosterona) y porque es muy Lovecraft. Un Lovecraft de derribo, pero Lovecraft al fin y al cabo.
Lo mejor: tetas y sangre, una combinación que siempre funciona.
Lo peor: el mensaje buen rollito que nos calzan.