Videoclub VHS Gratis | Humanoides del abismo: la transgresión de la naturaleza en los márgenes del horror
«Humanoides del abismo» (1980), dirigida por Barbara Peeters y con Roger Corman como productor, es una obra que, aunque enmarcada en el cine de terror y ciencia ficción de serie B, trasciende sus limitaciones para ofrecer una narrativa cargada de subtexto social y psicológico. Esta película, situada en un pequeño pueblo costero, explora una trama en la que extrañas criaturas anfibias, resultado de experimentos genéticos que salen terriblemente mal, emergen del mar para atacar y aterrorizar a los habitantes. De manera cruda y directa, «Humanoides del abismo» utiliza el género del terror para reflexionar sobre los efectos secundarios y perversos de la manipulación genética y la ambición humana en la creación de vida artificial.

Una estética provocadora y un tono grotesco
En términos visuales y estilísticos, «Humanoides del abismo» sigue el camino de otros clásicos de terror, como «La criatura de la laguna negra» (1954), al presentar criaturas que se sitúan entre lo humano y lo monstruoso. Sin embargo, mientras que la obra de 1954 tendía a ocultar parcialmente a la criatura y sugería el horror, en «Humanoides del abismo» el enfoque es más directo y grotesco, un estilo que intensifica el impacto visual y emocional del espectador. Las criaturas en sí, diseñadas con un enfoque práctico, grotesco y casi artesanal, son una encarnación física de los peores temores sobre los experimentos de manipulación genética, una especie de “pecado del hombre” que surge desde las profundidades del abismo para reclamar justicia.

El tono visual, profundamente influenciado por el estilo de serie B de Corman, resulta provocador y controvertido, especialmente por sus secuencias explícitas que incluyen violencia y una perturbadora sexualización, algo que hizo a la película objeto de censura y críticas. Esta crudeza sirve como un medio no solo de shock, sino de una especie de sátira que apunta a la falta de ética de la ciencia impulsada únicamente por la ambición y la codicia. Las imágenes exacerbadas y la visceralidad de los ataques de los humanoides son, en última instancia, una metáfora de los horrores creados por la humanidad misma, bajo el pretexto de progreso.
Subtexto y mensaje ambiental
Desde una perspectiva simbólica, «Humanoides del abismo» evoca temas ecológicos y de justicia ambiental, en línea con un tipo de cine de ciencia ficción y horror que denuncia la arrogancia humana al intentar dominar la naturaleza. Los humanoides, al ser una consecuencia de experimentos fallidos, funcionan casi como un eco de las fuerzas naturales que buscan restaurar el equilibrio perdido. Esta idea de una naturaleza vengativa se suma a la creciente tensión de la época respecto al medio ambiente, un miedo que el filme explora sin reservas.
A su manera, Barbara Peeters plantea una alegoría de lo inevitable: el regreso de lo reprimido y de lo alterado en la naturaleza. En cierto sentido, la película parece advertir que la humanidad no puede transgredir las fronteras de lo natural sin enfrentarse a consecuencias desastrosas. Los ataques de los humanoides son una manifestación del desorden ecológico provocado por la interferencia humana, un eco de la advertencia que surgía en el imaginario popular de los años 70 y 80 sobre los límites del progreso.
HUMANOIDES DEL ABISMO
Varios sucesos extraños se suceden en una pequeña y tranquila localidad pesquera. Primero, un barco de pesca explota provocando la muerte de sus tripulantes. Los perros del puerto aparecen descuartizados, excepto el del indio Hank. Los pescadores creen que él ha sido el autor de la matanza, y hacen lo propio con el perro del nativo.

Repercusión y legado
Pese a sus humildes recursos y su adscripción a la serie B, «Humanoides del abismo» ha mantenido un lugar especial dentro del cine de culto. Su enfoque sin ambages y su representación de criaturas monstruosas, diseñadas y ejecutadas con técnicas artesanales, se han ganado el respeto de algunos sectores críticos y han servido de influencia para futuros filmes de terror y ciencia ficción que exploran la dualidad de la naturaleza y los efectos imprevistos de la ciencia. En retrospectiva, la película parece encapsular un estado de ánimo de la época, de temor y escepticismo hacia los avances científicos sin ética.
En definitiva, «Humanoides del abismo» se mantiene como una obra intrigante y controversial, que, a pesar de sus limitaciones y estilo crudo, plantea cuestiones relevantes sobre el papel de la humanidad en la alteración de la naturaleza y las inevitables consecuencias de tales actos. Es una película que, aunque simple en su trama, resuena con complejidades que van más allá del horror y la ciencia ficción, consolidando su posición como una joya peculiar y significativa dentro del cine de culto.
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Simpático ejercicio de retroalimentación camp y puritita producción Corman, Humanoides del abismo viene a recuperar añejos sabores del género (La mujer y el monstruo) junto a éxitos más recientes (Tiburón) para ofrecernos un producto última temporada sin otra pretensión que la de entretener y divertir al respetable. Más inclinada al gore de lo que me esperaba, el film de la señorita Barbara Peters se hace querer por su asumida falta de complejos, su reparto trash (un fondón Doug McLure al mando) y lo delirante de su guión (hombres-salmón carnívoros y… ¡¡violadores de jovencitas!!). Aunque atada a los patrones clásicos del género, sorprende por su autoironía y velocidad, pero también por su insólita negrura y su tosco erotismo, que Peters filma con mente de zanguango calenturiento (no sé si por ser homosexual o porque practica un feminismo guerrillero realmente sutil).
El diseño de los monstruos, fundamental, está sorprendetemente conseguido dado su risible presupuesto: una especie de mezcla entre el Yeti, los marcianos cabezudos de Mars Attacks! y una lechuga con patas. Así y todo, los guionistas no se pueden contener y nos acaban colando una apología bienintencionada de la convivencia intercultural que no viene mucho a cuento, tontería esta que al menos se suple con un buen gusto por el plagio descarado de carácter insultantemente comercial (el final a lo Alien) y un frikismo inclasificable (el intervalo erótico con el ventrílocuo en la tienda de campaña) que uno hubiera echado en falta en mayor parte del metraje. Resumiendo: mola, aún con sus muchos defectos. Mola por su sinceridad, porque no es demasiado cutre (eso de «de tan mala es buena» no tiene mucho sentido aquí), por sus tetas y su sangre, por sus monstruos y su humor a lo Russ Meyer (rebajado de testosterona) y porque es muy Lovecraft. Un Lovecraft de derribo, pero Lovecraft al fin y al cabo.
Lo mejor: tetas y sangre, una combinación que siempre funciona.
Lo peor: el mensaje buen rollito que nos calzan.
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