La ciencia-ficción es el género que hace realidad nuestros sueños más salvajes. Por eso hoy, venimos con el mayor catálogo de pin-ups de lo galáctico y lo futurista que ha dado la ciencia ficción hasta la fecha. Desde los años 20, a los 50 a los 80s o a nuestra época actual. La ciencia ficción y el erotismo siempre han ido de la mano y por eso sus damas son uno de los grandes mitos eróticos del cine. Hoy, Cinematte recopila a todos estos mitos en la mayor y mejor colección de mujeres de la ciencia ficción jamás vista hasta la fecha.
Galería Pin-up sci-fi sexy in hot
Marina Sirtis in Star Trek: The Next Generation
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Summer Glau as Cameron – The Sarah Connor Chronicles
Kelly LeBrock – Weird Science 1985
Rachel Weisz – by Bob Carlo Clarke | \”For Dolls that Do Dishes\” art exhibition
Inara – Firefly
Aeryn Sun ( Claudia Black ) Farscape
Cosplay de Yvonne Strahovski de Chuck en Leia Esclave
Jenny Agutter (Logan\’s Run)
Rachel Nichols Star Trek | rachel_nichols-in-star-trek
Zora – Joanna Cassidy – Blade Runner 1982
Jessica Alba | Dark Angel
Jessica 6 – Jenny Agutter – Logan\’s Run 1976
Katee Sackhoff – \”Riddick\”
Natasha Henstridge en Species
Caroline Munro in The Golden Voyage of Sinbad (1974)
Ornella Muti (Princess Aura on Flash Gordon)
Sybil Danning – B-Movie actress in sci-fi movies…Warrior Queen (1987), Amazon Women on the Moon (1987),Battle Beyond the Stars (1980)
Sci Fi Pin-Ups Carrie fisher jedi bra costume
Doctor Who star Matt Smith
ROSARIO DAWSON | Actress Rosario Dawson stars in new TV series “Gemini Division
milla jovovich | Sci-Fi Siren: Resident Evil’s Milla Jovovich | Giant Freakin Robot
#battlestar #galactica
Caroline Munro as Stella Star in the 1978 \”spaghetti space opera\”, STARCRASH
Star Crash 1979 | … Munro Stella Star (Caroline Munro) – \”Starcrash\” (1979
Erin Gray – Buck Rogers in the 25th Century
Behind-the-scenes photos of ‘Barbarella,’ 1968 | Dangerous Minds
Natalie Portman as Padme Amidala
Caprica
Dorothy Stratton Galaxina
Raquel Welch
Jolene Blalock as T\’Pol
Rachel Nichols
The time Buck Rogers saved the galaxy from the horrors of rock and roll
Sam Carter
Seven of Nine
Aeryn Sun
Susan Pratt as Captain Nicole Davidoff of the 70s Saturday Morning space opera, Jason Of Star Command
Sean Young en “Dune”, 1984
\”Planet of the Female Invaders\”
FS204 – Martian Girl
Katharine Hepburn in “Christopher Strong” 1933
Fern Andra in Genuine (Robert Wiene, 1920) from Cinéa magazine
Diabolik and Eva
Zoe Saldana stars as Gamora in Marvel\’s Guardians of the Galaxy
Daisy Ridley from Star Wars: The Force Awakens
kahuna68: UFO (British sci-fi series, 1970)
Patricia Laffan in Devil Girl From Mars
The Matrix. (Costume designer Kym Barrett)
Underworld
Resident evil
PRIS, de Blade Runner
Chase Masterson as Leeta on \”Star Trek: Deep Space Nine
Women of \”Star Trek\” : Ilia played by Persis Khambatta
Ellen Ripley Sigourney Weaver
Sarah Connor
Deborah Harry Videodrome (1982)
Perséfone
Leeloo
Qorra
Terminatrix
Aeon Flux
Carmen Ibáñez
Mística
Barb Wire
Espectro de Seda
Tras la galería que era lo importante del artículo, vamos a pasar a describir algunas de estas damas pin-up que han hecho tan famosa y popular la ciencia ficción.
Comenzamos con esta prostituta / andoride del futuro embutida en traje de Catwoman que saluda fugazmente al héroe de la película Inteligencia Artificial, Gigolo Joe, mientras se adentra en los misterios de la noche dejando al espectador mesándose nerviosamente los cabellos. La dueña de este enigmático personaje es Ashley Scott, una ex-modelo que ha intentado abrirse paso en el cine sin demasiado éxito en películas como nuestra venerada Pisando Fuerte de The Rock.
Una pena: generar cierto culto con un mero taconeo de ocho segundos tiene más mérito del que parece.
Es una de las actrices más deseadas de los últimos años, pero apenas tiene incursiones en el fantástico… salvo esta especie de versión bombástica y necia de La Fuga de Logan a manos de Michael Bay.
Johansson interpreta a una clon de una supermodelo de Calvin Klein que tiene que huir de un futuro en el que sus órganos serán cosechados para que su madrina pueda sobrevivir.
Sin duda, la condición de réplica de supermodelo de Johansson puede hacer que se arqueen algunas cejas, pero no pasa nada: enseguida Bay empieza a hacer que los helicópteros estallen y los edificios se vengan abajo.
Nancy Allen es una debilidad de cualquier amante del fantástico. Fue durante años la musa (y señora) de Brian De Palma, y despuntó en películas como Carrie, donde torturaba a la protagonista y le hacía favores sexuales a John Travolta.
En Robocop ya tiene unos cuantos años más en las cachas, y por dios que ya no tiene el encanto juvenil de sus primeras películas, pero detrás de esos mofletones y ese flato que le da en cuanto corre cuatro pasos, Nancy Allen sigue siendo un icono. Por algo será.
Esta adaptación de la inadaptable novela de J.G. Ballard está bien servida de mujeres maduras, enfermas, crípticas y temibles. Por ejemplo, la insaciable Holly Hunter y la mutilada Rosanna Arquette, que disfruta dejando que el protagonista la penetre por una cicatriz en forma de vagina.
Pero la palma se la lleva Deborah Kara Unger, de belleza ausente y víctima de los polvos más fríos, elegantes y, con todo, altovoltaicos del cine de los noventa.
Esta casi olvidada película de invasiones alienígenas por la vía del claustro de profesores de instituto hizo pensar a unos cuantos ingenuos que el cine de aliens malos podía estar a punto de vivir una nueva edad de oro.
La villana de la historia es la pizpireta Laura Harris en una suerte de versión light de la entonces reciente Species, que se convierte en un tremendo monstruo anfibio, enseña cacho (y culo) y se convierte en una especie de icono del horror de serie B de la época, rodeada además de otras dos interesantes teenagers de la epoca: Jordana Brewster, que anda triunfando en la saga The Fast & The Furious y la interesante y rotunda pseudo-gótica Clea DuVall.
Adaptación de una extraordinaria sátira escrita por Ira Levin que ya tuvo una primera adaptación en 1975 y que funciona como película de ultracuerpos en versión robótica: todas las mujeres de un pueblo son sustituidas por esposas perfectas que cocinan y hacen la colada sin rechistar.
El rodaje, al parecer fue un caos, y posteriormente, todo su estupendo reparto (Christopher Walken, Bette Midler, Matthew Broderick, la propia Kidman) ha ido renegando de su participación.
El resultado, sin embargo, es bien gracioso, y Kidman, que para esta época ya había empezado a convertirse en esa especie de maniquí de poliestireno actual, está reclutada para el reparto con algo de mala leche: para ser el personaje que descubre el complot de las mujeres de plástico… parece la más robótica de todas.
Una de las películas de ciencia-ficción más extrañas de los últimos tiempos (como una versión de manual de autoayuda de Horizonte Final, que era a su vez una versión bakala de Solaris y Hellraiser), en la que una nave espacial viaja hasta el sol, que está perdiendo fuerza, para soltar una bomba atómica en su núcleo y volverlo a encender. Todo ello dirigido por Danny Boyle, el hombre capaz de convertir cualquier género en un videoclip de la MTV de los noventa.
Byrne daba vida a la piloto de la nave que viajaba al sol, en una interpretación de continuos ojos húmedos y pucheros 24/7 que no resultaba especialmente excitante. Pero tenemos tal escasez de películas de naves espaciales en estos tiempos que cualquier cosa ya nos alivia..
¡Eh, una diseñadora de videojuegos! ¡Una fantasía erótica masculina muy cerebral! Pero claro, Cronenberg aprovecha semejante profesión (Allegra es una superestrella de la gestión de realidades virtuales del futuro) para lanzar al espectador su habitual sartenada de reflexiones sobre lo mal y lo perecedera que está la carne, lo raros que son, a grandes rasgos, la maternidad y el sexo, y cómo se construye una pistola con trozos de animal.
Jennifer Jason Leigh es una actriz horrible, pero su eterna expresión somnolienta redunda en favor del personaje.
Sex-symbol europea con todas las de la ley durante los setenta, debutó con su primer papelito en inglés en la inmarcesible Flash Gordon producida por Dino De Laurentiis, una oda a la ciencia-ficción de cartón piedra que acaba siendo a esa Star Wars de moda lo que el hórrido tema de Queen de la banda sonora es para el resto de la discografía de Queen.
La Mutti hace de hija del Emperador Ming y plaga todas sus apariciones, embutida en apetecibles e inenarrables monos de espándex, de chistecitos fálicos e insinuaciones aberrantes. Incluye una secuencia de castigo físico con látigo y despatarrada en una mesa que ha pasado, con toda justicia, a los anales del S/M mainstream.
Genuino mito de la feminidad en el cine de ciencia-ficción, aunque algunos patanes no la considerarían precisamente un sex-symbol. Esta secuela de la mítica Frankenstein de Boris Karloff supuso un giro hacia la guerra de sexos a partir de la historia de científicos endiosados de la original.
La complejidad de esta Novia vino no solo de su hipnótica y extraña apariencia, sino de la excéntrica personalidad de su creador, el Dr Pretorius, una especie de Ultimate Suegro que juega con pequeños homúnculos a los que viste de cortesanos.
Este fascinante personaje de la extraordinaria serie de televisión de Joss Whedon Firefly y su consiguiente spin-off peliculero, Serenity, es uno de las creaciones más magnéticas (y que resulta que pone un poco, también) de la ciencia-ficción reciente.
La belleza sudorosa pero frágil de Summer Glau hace mucho por dotar de enigma a un personaje de pasado traumático y cuyos contundentes movimientos de artes marciales fueron modificados durante el rodaje para adaptarse a los conocimientos de ballet clásico de Glau, una jovencita a la que hemos visto en muchas menos películas de las que nos gustaría.
A pesar de la belleza madura y serena de Akerman, de lo sinuoso de su uniforme de superhéroe y de que mete unas castañas marciales muy secas durante la película, cualquier espectador de Watchmen será incapaz de olvidar una secuencia específica: ella fornicando con un intelectual mientras suena el Hallelujah de Leonard Cohen y el momento culminante del estribillo coincide con una metáfora incendiaria de la eyaculación.
El tipo de cosas que destrozan una carrera.
Un concepto inmaculado (un remake post-apocalíptco de Casablanca). Una estrella aparentemente en ascensión (Anderson estaba entonces abonada a la portada de Playboy y en Los Vigilantes de la Playa cada semana).
¿Qué pudo fallar? Posiblemente, que entre las indiscutibles virtudes de Anderson no estaba la de cargar con el peso del protagonismo de una película de acción futurista que pasaba demasiado tiempo perdida en diálogos y decorados de barra libre americana.
La culminación de la mítica serie de sci-fi paranoide fue esta discutida película que quizás no estuvo a la altura del mito catódico, pero corroboró la extraña química virginal entre Mulder y Scully como una de las cosas más fascinantes e inexplicablemente magnéticas de la tele de los noventa.
Ella…. bueno, se convirtió en icono nerd a pesar de su distanciamiento de una belleza convencional, pero claro, como nos gusta la mujer en traje que da órdenes con gesto caballuno… si es que nos gusta.
El primer icono femenino de la ciencia-ficción permanece hoy, inalterable y enigmático, como uno de los logros estéticos más importantes del género. Supervillana del futuro, símbolo de la opresión del trabajador, pero tambien, esfinge de erotismo metálico que fue, con toda lógica, muy discutida en su día.
Esta chica no se puede quitar, ni en modo galáctico, ese aire de ex chiflada que la caracteriza. Por eso la odiamos. Pero caeríamos a sus pies. Pero la odiamos. Las manic pixies éstas del demonio, ya sabes.
Aún así, apoyamos las gafotas y apoyamos su acabado morenazo y paliducho, más fiel a los maravillosos libros originales de Douglas Adams que al horrible aspecto de madraza rubia oxigenada que lucía en la serie de televisión.
Si es que al final nos gustan manic pixies y todo.
A pesar de haberle extirpado cuidadosamente, como a tantos otros personajes de los comics originales, toda la sexualidad enferma que sudaba el personaje original, la Mística de Rebecca Romjin causó revuelo en su día por ser, esencialmente, una hembra desnuda que se paseaba por ahí convirtiéndose en gente.
De piel azul y pelo de Pumuky un poco, sí, pero desnuda al fin y al cabo.
Dos pulgares arriba para los andares malévolos de stripper del infierno y la relativa chispa erótica que la Romjin supo imprimir al personaje bajo todas esas capas de látex.
¡Sexo con mutantes! ¡En marte! ¡Pagando! Así se imaginaba Verhoeven Lo Futuro, y como tantas otras obras de ciencia-ficción del director, se ha convertido en paradigma.
La prostituta tri-pezonera es un icono del erotismo desviado noventero, hasta tal punto que abrió una era de cyberpunk cárnico en el cine, y fue homenajeada en el no del todo desdeñable remake del año pasado.
El personaje de la Juez Anderson (miembro de la División PSI de los Jueces del universo de 2000 AD al que pertenece el Juez Dredd, es decir, el departamento con poderes psíquicos de estos justicieros del futuro que son legislativo, ejecutivo y policial / en un solo hombre / no está tan mal) es la única concesión a la feminidad en una de las películas de acción más testosterónicas de los últimos tiempos.
No vamos a decir mucho más de esta maravilla que ya hemos recomendado media docena de veces, pero por el tema que estamos aquí, solo podemos agradecer que las veleidades argumentales del tebeo permitan ir a la Anderson sin casco. Eso que nos llevamos para el buche.
Entre esta y Hace un millón de años (estrenadas el mismo año, para más inri), la Welch se cimentó un estatus de pin-up fantástica para todos los públicos en los sesenta que atrancaría el desagüe del resto de su carrera.
Tampoco es que la chica fuera un prodigio de temple interpretativo, pero reconozcámoslo: el mono blanco, el casco redondo y el típico pistolón para viajar por las arterias cuando te reducen a tamaño microscópico es un icono merecidísimo de la ciencia-ficción blanda de la feliz década.
A esta pizpireta cavernícola la recordarán de aquel merecidamente mítico anuncio de Caperucita, Channel y París. No tuvo tanta suerte en el que se suponía que iba a ser su lanzamiento como actriz, el Planeta de los Simios de Tim Burton, donde era casi, casi lo único que no daba ganas de llorar.
Si te quedas con ganas de más puedes recurrir a Linda Harrison, que hacía un papel similar en las dos primeras entregas de la serie clásica, pero eso sí: aquella no tuvo los problemas de la Warren de hace un mes con un bolso robado, un club de strip-tease, algunos estupefacientes y Jaime Pressly (Me llamo Earl). Tú verás.
Si las películas de ciencia-ficción de los años cincuenta fueron, en mayor o menor medida, símbolo de algún pánico específico (el miedo al comunismo, el miedo al miedo al comunismo, el miedo a lo ajeno, el miedo a lo atómico), la hembra gargantuesca a la que dio vida Allison Hayes personifica como pocas el miedo a la mujer emancipada, poderosa y sin abusivo contrato matrimonial que cumplir.
La película que protagonizó es ingenua y está lejos de clásicos de la época como La invasión de los ladrones de cuerpos o Ultimatum a la Tierra, pero como metáfora de la vagina dentata bigger than life, pocas cosas comparables.
El remake es horrible, carga las tintas en la comedia y lo protagoniza Daryl Hannah.
Creo que hablo, señor, en nombre de todos mis compañeros, si digo que hubo un momento turbio de nuestra veintena en la que pensamos que no era posible que hubiera en la pantalla de cine una señorita más deseable que Denise Richards. ¡Y mataba insectos alienígenas!. Esa era la intención de Paul Verhoeven, claro, que es un tío sumamente listo, y del que no deberíamos fiarnos nunca en materia de féminas, visto lo visto en Instinto básico, El cuarto hombre o Desafío total, por no hablar de las marranerías que filmó en Holanda al principio de su carrera.
Lo que quería en Starship Troopers era mostrarnos a unos chicos muy jóvenes, muy guapos y muy descerebrados para que nos sintiéramos ególatras y arios al desearlos. Y vaya si le funcionó. Tan bien que algunos aún no han pillado el chiste.
Cuando todos esperábamos una apacible transición a la edad adulta de una de las actrices adolescentes más talentosas de su generación, aparece este espantajo como salido de un videoclip del marido de Björk. Esto, ¿por qué?
Por suerte, lució también un apañado traje de “Vamos a la campiña galáctica a pegar tiros”, muy de la Semana Fantástica, que salvaba la papeleta. Hemos visto en mejores tesituras a la Portman, incluso cuando interpreta a locas del coño, pero con todo sigue siendo lo más memorable de aquellos episodios de Star Wars.
No tiene un papel muy abundante pero es jugoso, como objeto de la obsesión ridícula, voyeurista y desnortada de Karra Elejalde, una obsesión que le lleva a contemplarla con prismáticos, multiplicarse en el tiempo y montar un embolado con el continuum cronológico de padre y muy señor mío.
Lleva una camiseta del gato de Schrödinger, y si eso no es motivo para convertirla en icono absoluto de la ciencia-ficción doméstica, no sabemos qué lo será.
Si algún gafotas está ya boqueando para decir que las películas de X-Men no son exactamente ciencia-ficción, nos permitimos recordarle, ajustándonos nosotros nuestras propias gafotas, que el Fénix, la fuerza cósmica que da poder a Jean Grey y que de algun modo la vuelve muy villana en la tercera entrega, es el nexo de toda la energía psiónica que existe, ha existido y existirá en el omniverso.
Nos suena lo suficientemente a ciencia-ficción como para traer hasta aquí a uno de los mejores aciertos de casting de las películas de mutantes, una jirafa holandesa que siempre ha estado muy vinculada al cine de consumo rápido y la cacharrería en general.
Actualmente, los seguidores de la serie de hombres lobo Hemlock Grove pueden corroborar que se ha convertido en una MILF de primera categoría.
La primera Uhura, la de la serie de televisión, fue todo un hito en su día por su raza, su sexo y su ocupación, lejos de los tópicos de la época. Pero si hablamos de que hablamos, es la encarnación de Zoe Saldana en los reboots de J.J. Abrams la que nos interesa: escogida como el personaje más sexy de la historia del género por los muy sabios y completistas lectores de la revista SFX, mantiene una relación con el hierático Spock que la pone de los nervios.
Especialmente indicada si siempre has creído que ese uniforme era la personificación textil de todo lo que no es libidinoso en este mundo.
Para muchos de los que ahora somos treintañeros, la contemplación de los imponentes pechos de Mathilda May a mediados de los ochenta supuso un mazazo hormonal de la categoría de la primera peli de Cicciolina en VHS.
May se paseaba hierática e insolente, completamente desnuda, por esta película del director de La Matanza de Texas que adapta un clásico del pulp loco.
El resultado de la ecuación vampiros + espacio + tetas + holocausto final es el único posible: obra maestra.
La monstruosa belleza física de la Theron no parecía la más adecuada para la adaptación de un excéntrico pseudo-anime de ciencia-ficción extrema para adultos.
Pero la afición de la actriz por los trajes chiflados, los cortes de pelo y la neurosis interpretativa da el punto preciso para esta locura futurista y estilizada, que pasó desapercibida a pesar de consistir, esencialmente, en planos muy detallados de los gluteos de su heroína.
Cuando a finales de los noventa parecía que la tipología de musa cameroniana (la Weaver, la Hamilton) había desaparecido de las pantallas, llegó Trinity, una especie de versión definitiva de ambas. Una tipa que sumaba fantasías eróticas masculinas tamizadas por los tebeos y los videojuegos (viste con botacas y gabardina, dispara mejor que un vocal de la Asociación Nacional del Rifle, sabe kung fu), pero que tenía un punto de ternura que la humanizaba tremendamente (se enamoraba del Elegido, es decir: romance prohibido, relación marcada por el desastre, futura ultimate ex).
Un descubrimiento de tal magnitud que Carrie-Ann Moss, a pesar de ser una excelente actriz, no pudo desmarcarse del peso de la gabardinaza.
Gracias a su apasionante atmósfera y a su tono reposadito, a Blade Runner se le perdonan unas cuantas excentricidades que hoy cantan la Traviata, como el chirriante comportamiento de Pris, una replicante muda e histérica.
Damos gracias, eso sí, a que, igual que Blade Runner erró el tiro con los chubasqueros transparentes y los paraguas de neón, tampoco acertó con lo de que en el futuro, estarían de moda los peinados de huevo pocho y los maquillajes en plan brochazo de luto.
Algunos de los mejores momentos del cine de Almodóvar surgen cuando pervierte los códigos del cine de género. Con el fantástico no lo hace muy a menudo, pero La piel que habito abraza a clásicos del cine europeo de científicos locos, como Ojos Sin Rostro, embute a una Elena Anaya con psique tronada y silueta trazada con tiralíneas en una faja de cuerpo entero y la somete a múltiples operaciones quirúrgicas, alguna de ellas de raíz eminentemente trash.
Quizás tú también fuiste de los veletas que se dejaron llevar por la opinión mayoritaria de que esta entrega de Terminator no lo petaba fuerte y te perdiste dos detalles: que es una extraordinaria película de acción y ciencia-ficción con conceptos en su tercio final herederos de grandes momentos distópicos del género; y que incluía una Terminatrix, capaz de zumbar bien fuerte al ya vetusto Terminator Vintage con rodillazos en los córcoles y machacándole la cabeza contra un retrete.
Uno de los auténticos descubrimientos de una película rebosante de ideacas, y un genuino sueño húmedo para fanáticos de dominatrices cibernéticas. Que los hay. Si nos diera por hablar…
El epítome del sueño pajero de los ochenta, en una película del inmortal John Hughes, el pope de la comedia romántica adolescente de la década: dos nerds fabrican a una mujer prácticamente de la nada, con un Commodore 64 y presta a obedecer todas sus órdenes.
El perturbador maniquí era Kelly LeBrock, estuvo casada con Steven Seagal (ese dato es real) y su aparición, con iluminación roja discotequera, con una camiseta blanca cortada por encima del ombligo y en bragas, resume un poco todo lo que nos gusta de la ciencia-ficción: es más divertida que la ciencia real.
El despegue definitivo de la Fox vino acompañado de una buena ración de erotismo para fans de la grasa de automóvil, con múltiples imágenes de la joven enseñando lomo mientras se asomaba al interior de uno de esos coches americanos donde cabe una familia completa despedazada con la que cruzar la frontera a toda velocidad.
Su historia de amor con el heroico pardillo de turno (aquí, LaBeouf) coronó la larguísima lista de romances risibles que Michael Bay cuela en sus películas, pero eh: con la constante presencia de roboces gigantes en la peli, algo de cacha tradicional también era de agradecer.
Por algún motivo, las pin-ups de la ciencia-ficción siempre han sido campo de pruebas para la experimentación en materia textil. Barbarella supuso en su día una revolución de la moda, la Trinity de Matrix puso de moda el mono de cuero, dando pie a espectáculos visuales callejeros que llevamos grabados a sangre en el hipotálamo, y la pizpireta Anne Francis hizo hipar a un Leslie Nielsen pre-amo de la comedia gestual con unas minifaldas que daban vértigo.
La excusa: ¡el futuro! ¡el cosmos! ¡Lo alienígena! Todo nos parece bien si justifican una sesión de fotos entre ingenua y perversa con un Robby el Robot al que nos imaginamos relamiéndose en código binario.
Tras una operación quirúrgica, a una ex-actiz porno (en la vida real, queremos decir: Chambers fue uno de los mitos primigenios del género gracia a su participación en la mítica Detrás de la puerta verde en 1972) le crece un falo en la axila con la que chupa la sangre de desprevenidos urbanitas, que se convierten en zombis caníbales, lo que desencadena poco menos que el apocalipsis.
Rebosando erotismo enfermo (con ese físico entre pizpireto y vibrante, Chambers no tenía otra), Rabia fue una de las películas que más hizo por popularizar la idea de que Cronenberg era un misógino galopante. Que no decimos que no.
Una de las películas de género más esperadas de este año es lo nuevo de Alfonso Cuarón, director de Hijos de los hombres, que llega a los cines después de un rodaje tortuoso y para la que se han barajado nombres como los de Scarlett Johansson, Angelina Jolie o Natalie Portman.
El gato al agua se lo acabó llevando Sandra Bullock, en un papel que no será recordado precisamente por su sensualidad, pero quizás sí por su intensidad: una pareja de astronautas (el otro es George Clooney) tienen un accidente en el espacio exterior y quedan a merced del vacío estelar. Veremos si esto supone una nueva edad de oro para las pin-ups de la sci-fi.
Otra dama haciendo de programa informático, y nos da la risa según lo escribimos. Olivia Wilde era lo más apetecible de aquella irregular secuela de Tron, y menuda era: traje de líneas fosforitas, experta en el lanzamiento de discotrón, comportamiento robótico, pensamiento binario… no era lo que se dice un ama de casa prototípica, pero sus rotundos ojazos hicieron perdonar a más de uno hasta los arrebatos de autoayuda para informáticos que rebosaba el metraje.
Desde aquí reconocemos, con toda honestidad, que nunca le vimos el aquel a Leia. La profundamente asexuada saga galáctica de Lucas también impactó en el mojo de Leia, que conforma una de las aventureras espaciales más sosas de todos los tiempos, con ensaimadas en las orejas o sin ellas… salvo, claro, por lo que respecta a su atuendo de Esclava Leia en El retorno del Jedi, que ha acabado convirtiéndose en obsesión cosplayera a lo largo y ancho de esas convenciones de fans de dios.
Solo ese gesto de asco que caracterizaba a Carrie Fisher consiguió amortiguar el impacto generacional de ver a una tipa semidesnuda rodeada de muppets.
La respuesta de los noventa a Alien resultó ser un poco la versión Canal Playboy de la mítica película de horror espacial de Ridley Scott. Años noventa en estado puro, vamos.
Natasha Henstridge llegó, enseñó las fauces en un precioso diseño de Giger (muy dependiente de sí mismo, eso sí), se despelotó por completo y nos dejó con un tic nervioso en la pestaña izquierda y ganas de más.
La revelación internacional de una de las actrices que más alegremente se quita la ropa en la gran pantalla, para gozo de varias generaciones de espectadores. Esa revelación llegó, por supuesto, en pelotas.
Con ese ridículo traje de las banditas de Gaultier y esa interpretación de autista alienígena que luego muta en parábola new age. Entre la cantante de ópera que parecía Ana Belén y el i-nol-vi-da-ble tratamiento capilar de Bruce Willis, la película es ahora un poco aberrante en su propuesta estética (aunque es divertidísima), pero Leeloo sigue siendo una de las pin-ups del género por excelencia.
El paradigma de la fémina-tipo de Nacho Vigalondo, trazada en todos sus cortos y largos, y multiplicada exponencialmente gracias a la tremenda belleza de la Jenner.
Lo mejor: el plano en el que Vigalondo vincula a la chica terrestre dormida no solo con la invasión alienígena en off que describe la película, sino con todo el género de la cienia ficción de extraterrestres, en una declaración de amor estrictamente pajera, sensual y de alto voltaje.
Como en la otra aparición de la Theron en esta lista, Aeon Flux, destaca esta mujer del futuro por sus modelitos ceñidos y por su papel robótico y desalmado (es la capitana de la nave que llega al planeta donde se origina la plaga alien, con una agenda misteriosa y un complejo de inferioridad paternofilial que cuidadito).
Hasta tal punto llega su notoria falta de humanidad que un personaje le llega a preguntar si no será un androide, que tanta mala baba no es normal. Luego se la tira, claro, pero no os recomendamos que uséis esa técnica en uno de esos bares mugrientos que frecuentáis.
Un poco de mala baba sí que tuvieron los Wachowski al dar una corporeidad absolutamente inversa a la de Trinity a este programa malicioso y cachondón que le mete la lengua muy a fondo a Neo ante los tembleques de la chica de la película, que parece un perchero con gaficas de sol al lado de la italianaza.
Un día alguien tendrá que hablar, entre Tron y esto, de cómo visualizan algunos guionistas a los programas informáticos.
Quizás la mujer más fascinante de toda la larga (y misógina, dicen algunos) lista de señoras del cine de David Cronenberg.
Con ese gesto de alta temperatura todo el día y toda la noche que caracterizó a Blondie hasta bien entrados los… bueno, que ahí sigue a su edad, Nicki Brand es uno de los muchos jeroglíficos de la Nueva Carne que plantea la que para muchos es la película de ciencia-ficción más importante de los ochenta. Incluye insinuaciones sado, secuencias oníricas y ligoteo en un plató de televisión.
Con esa pose hombruna que se catapultó al infinito en la segunda entrega de la serie del androide genocida, James Cameron construyó un tipo de sex-symbol muy habitual en los noventa: el de mujer que puede tumbar a Vin Diesel de un derechazo, pero de algún modo, quién sabe por qué, tiene una dimensión sensual un poco complicada de explicar.
Cameron se cuidó mucho de subrayar el componente maternal del personaje, tal y como hizo con Ripley en Aliens, y el resultado fue una especie de pin-up caballuna que disparaba conflictos edípicos a los adolescentes de la sala que solo habían ido a ver a un robot con acento austriaco.
La androide sin alma que siempre te quisiste trajinar. Con todos los peros que le podemos poner a Blade Runner, que alguno hay, es innegable que la historia de amor abstracto entre la replicante y el cazarreplicantes al paso de los años como si hubiera sido escrita ayer mismo.
La belleza ausente siempre moderna de Sean Young es uno de los grandes valores de la peli y, viendo los derroteros que tomó posteriormente su carrera y la cara que se le puso, el término “nostalgia” se nos queda corto.
Puede que sea la primera heroína que viene a la cabeza cuando uno piensa en ciencia ficción con muslos inclusive. Su strip-tease con monstruo babeante de fondo sigue siendo un icono insuperado, y sí, suena zafio, pero sus bragas llenas de mugre y sudor son un símbolo del futuro deseable que el puente de mando de la Enterprise.
Nuestra Ripley favorita es la del primer Alien, por venirse arriba como pocas heroínas dentro y fuera del género, pero también adoramos a la madre coraje que brama “Aléjate de ella, perra” a la matriarca de Alien, a la preñada de un cataclismo en la recuperable Alien 3 y del clon perturbado de la estupenda Alien Resurrection.
Quizás el icono más representativo del subgénero “chatis del espacio” dentro de la ciencia ficción Jane Fonda se convirtió en un sex-symbol gracias a este monumento a la cultura pop, tan rematadamente descerebrado, banal y perturbadoramente icónico que ninguno de sus posteriores esfuerzos por borrar esa imagen frívola llegaron a surtir efecto.
Un recuerdo también para la despampanante Anita Pallemberg, la Reina Negra de Sogo, némesis de Barbarella en una película que solo por el personaje de Durán Durán, el striptease cósmico de los créditos y el descubrimiento del orgasmo ya merece pasar a la historia como una de las películas más festivas y deliciosamente necias jamás rodadas.