Puntuación: *****
Visual: *****
Narrativo: *****

Decimos ganadora del Oscar 2017 porque sencillamente es o más bien iba a ser la ganadora de este año, es más, incluso algunos segundos lo fue hasta que los Oscar nos dejaron el mayor error de su historia. Si alguna vez se ha tenido tan clara no cual es la favorita sino más bien cual es la ganadora, es este 2017 con La la land y es que, el film no sólo va a ser vencedora por ser claramente una obra maestra, sino que también lo va a ser por ser una apología al cine, por ser el film que toca la fibra y los gustos de la academia de Hollywood y por ser una obra maestra de un niño de 31 años llamado Damien Chazelle que hará justicia a esos otros niños precoces creadores de obras maestras como por ejemplo lo fue Orson Welles en su día con su Ciudadano Kane. A lo mejor La la land no llega a la perfección de este monstruo del cine, pero, desde luego es lo más próximo que podemos encontrar en estos días.

Los Ángeles, la ciudad de los sueños rotos, los atascos y la contaminación, florece en La ciudad de las estrellas: La La Land como un lugar donde las frustraciones crean arte y donde la realidad se vuelve bella con estallidos de color y entrañables números musicales. 
Damien Chazelle es el nuevo talento de Hollywood. Como hemos dicho o insinuado en la cabecera, es el Orson Welles del siglo XXI. Chazelle sorprendió a todo el mundo con Whiplash, esa seca, rotunda y vigorosa obra musical que sirve de contrapunto a su nueva obra, otro trabajo musical situado en las antípodas y que nos dice que al igual que hizo Welles con Ciudadano Kane y El 4° mandamiento (enfrentando montaje vs plano secuencia), Chazelle enfrenta belleza, color y ternura vs el sudor y la aspereza de su opera prima, mostrando así dos gran trabajos que demuestran un dominio total del autor en todas las facetas y vertientes del cine pero siempre bajo su propio estilo personal.
Pocos noveles han demostrado en sus inicios tener un dominio y perfección tan grande de los entresijos del cine y menos crear una obra maestra del cine en sus inicios.
La La Land es una maravillosa carta de amor al séptimo arte y una oda a los soñadores que se rebelan contra la realidad por una pasión.
La La Land es lo dicho justo arriba, pero para llegar a eso nos lo muestra a través de una gran historia de amor encarnada por dos jóvenes, Mia ( Emma Stone ), una aspirante a actriz que trabaja en la cafetería de unos estudios cinematográficos, y Sebastian ( Ryan Gosling ), un músico de jazz en horas bajas. A ambos les unen sus sueños por triunfar en un mundo en el que cada vez es más difícil sobresalir; ella, asistiendo a audiciones donde es una más en el montón, y él, desvelándose por su empeño de abrir un local dedicado a una música que se muere. Su romance, desde el inicio de su amor hasta la madurez, es un hermoso y -paradójicamente- realista retrato de la evolución de sus aspiraciones mientras el mundo real les cierra la puerta una y otra vez. Como reclama toda obra maestra, el film busca ir más allá de sus dos protagonistas para retratar una radiografía de toda una generación, una cada vez más ausente, extinta y suplantada por un ente unido bajo la estructura alienada y matemática de un programa informático llamado red social y un aparato electrónico llamado paradojicamente smartphone.
En La la land, se retrata la maquinaria del Hollywood clásico, curiosamente una maquinaria creada por artistas, un conjunto de visionarios capaces de crear belleza e inteligencia en cada una de sus propuestas. Así que la mejor manera de homenajear eso era dándole de su propia medicina. Así vemos que en La la land hay arte en cada fotograma, hay una pasión por la historia y la obra que se refleja en cada original movimiento de cámara y en cada detalle, embellecido con el uso de colores brillantes, luces y atardeceres y, como buen musical con aires clásicos, con números coreográficos imperfectos pero repletos de encanto con las canciones de Justin Hurwitz.
Si algo caracterizó al Hollywood clásico fue la presencia de sus estrellas, y están se ven retratadas a la perfección en una Emma Stone que lo borda en La La Land con el papel de su vida gracias a una interpretación perfectamente engranada por la que uno se pregunta si la película está hecha para ella o es que ella estaba destinada a esta película.  A eso se une su reconocida química con un no menos genial Ryan Gosling, que aprendió a tocar el piano para la película y que hace también un trabajo soberbio para  crear junto a la Stone, unos momentos compartidos creíbles, mágicos y a la vez tremendamente nostálgicos.
Hay pocas películas en las que todas las piezas encajen. La La Land, tan virtuosa y original desde el punto de vista técnico como sensible y reflexiva con su mensaje, es una rara avis que se clava en el corazón y, de forma tremendamente sincera, nos hace cuestionarnos quiénes somos y lo que deseamos. Una de esas contadas películas que nos hacen un poco más felices, un poco más soñadores y que nos piden recuperar la mirada ingenua ante los retos de una vida difícil, pero muy bella. Es sencillamente una obra maestra del cine que se convierte de forma automática en un clásico moderno que el cine ya nunca podrá olvidar.

Homenajeando el cine

Si ya hemos dicho que Chazelle es el nuevo Welles, también hay que decir que todos tuvieron referentes. Y si en la obra del autor de Sed de Mal se notaba la influencia de obras de Eisenstein, Lang o Murnau, en la de Chazelle vemos también alegatos directos a grandes obras del cine. Así, \’Los paraguas de Chebourgo\’ (\’Les parapluies de Chebourg\’, Jacques Demy, 1964) es inevitable no verlo en \’La La Land\’ y en su amargura con detalles como la división de actos, \”La partida\”, \”La ausencia\” y \”El regreso\” en la película de Jacques Demy y las estaciones del año en la de Chazelle. 
Por supuesto, como todo musical pero en este más, vemos muchas ideas del \’Cantando bajo la lluvia\’ de Stanley Donen y Gene Kelly. Los irreales decorados para los números musicales más fantasiosos o los colores vivos que destacan en toda la película son herencia de esta otra obra maestra del cine.
\’Rebelde sin causa\’ de Nicholas Ray es la película que van a ver Mia y Sebastian en su primera cita oficial en el cine Rialto de Hollywood y la secuencia de la película de Nicholas Ray que vemos es la del planetario, el famoso Griffith Observatory de Los Angeles, donde transcurre, más adelante, una de las escenas más románticas de \’La La Land\’.
\’Casablanca\’ de Michael Curtís es otra de las cintas que se citan textualmente en \’La La Land\’ y además en un momento concreto Mia y Sebastian pasan por debajo de la venta donde se rodó la escena en la que se asoman los emblemáticos Rick Blane e Ilsa Laszlo.
Ademas, en un momento de \’La La Land\’ hay un pequeño guiño a \’El balón rojo\’ (\’Le ballon rouge\’, 1956), un mediometraje dirigido por Albert Lamorisse que, en su momento, ganó la Palma de Oro al Mejor Corto en el Festival de Cannes y que posteriormente vimos homenajeada en El vuelo del Globo rojo.
\’Noches en la ciudad\’ de Bob Fonseca también comparte momentos como vemos en la foto inferior. 

Otras curiosidades son como en la rueda de prensa del Festival de Venecia, en la que se presentó \’La La Land\’, Damien Chazelle mencionó que la increíble secuencia inicial de su película se había inspirado en un clásico entre los clásicos: \’8 1/2\’ de Federico Fellini (1963). Concretamente en su primera escena: Guido -el gran Marcello Mastroianni- sueña que está atrapado en un terrible atasco. Y si véis \’La La Land\’ descubriréis el homenaje de Chazelle al gran maestro italiano.
Stanley Donen aparece de nuevo con Un americano en París o en \’Una cara con ángel\’ (\’Funny Face\’, 1957) donde podemos ver clonada la secuencia donde durante su estancia en París para trabajar como modelo, Audrey Hepburn posa delante del arco de los Jardines de Tullerías con un montón de globos de colores.
Por supuesto, también vemos en cada uno de los dúos que se bailan en \’La La Land\’ algo de \’Sombrero de Copa\’ (\’Top Hat\’1935), una de las películas más emblemáticas de Fred Astaire y Ginger Rogers y claro está como no podía faltar, algo de autohomenaje o más bien en este caso, detalles de autoría donde se ven de nuevo temas que parecen interesar de forma dominante al joven director. La pasión por lo que se hace, el éxito y el fracaso, los sacrificios que hay que hacer por cumplir los sueños y el jazz, son algunos de los ecos narrativos y temáticos heredados de Whiplash.

THE END
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