La cultura cinematográfica está por los suelos y eso hace que lo ganado décadas atrás se haya perdido de golpe. No olvidmeos que hace no tantas décadas Hitchcock estaba considerado como un director de cine comercial al que no había que tenerle respeto y John Ford, un simple director de westerns. Tuvo que ser la nouvelle vague quien sin complejos reivindicase que, en el cine de Hitchcock o Ford no sólo había cine de quilates, sino que posiblemente fuesen los dos mejores directores de la historia del cine, por mucho que en su tiempo, fuesen negados por la «crítica».
No vamos a decir ahora que George Pan Cosmatos es uno de los mejores directores de la historia del cine, pero, si vamos a decir que Rambo, ‘Acorralado parte 2’ como se llamo en España, es una de las mejores películas de acción de la historia del cine y la mejor de la saga Rambo, por mucho que los pseudos intelectuales quieran recalcar que es ‘Acorralado’ por tener una denuncia social más profunda y una psicología del personaje más desarrollada.
Y esto último es cierto, ‘Acorralado’ profundiza más en ciertos aspectos pero, no es la esencia de ‘Rambo’, la esencia de ‘Rambo’ y por lo que todos amamos y conocemos a ‘Rambo’ es por su pureza y simpleza dentro del cine de accion de los 80s, siendo la película fundacional del género tal cual lo conocemos en su estado más casto.
‘Rambo’ no profundiza en temas sociales, ni en la personalidad de su protagonista, ‘Rambo’ simplemente es una oda a un tipo de cine que duró una década y que hoy día posee la misma fuerza, salvando las distancias, que la que posee el cine de Hitchcock o el de Ford.
La escena que publicamos hoy es un ejemplo de la perfección que alcanzó un género en su día, y la esencia perfecto de lo que fue, es y será siempre John Rambo, el original claro está, padre de todos los McCLane o Wycks que han salido después.