El renacimiento del VHS: un retorno al pasado entre nostalgia y memoria cultural
En una era en la que la inmediatez de la alta definición y el flujo constante del streaming parecen dominar cada rincón de la experiencia visual, el inesperado resurgimiento del VHS se presenta como un gesto tan subversivo como poético. Lo que podría ser visto como un simple anacronismo tecnológico es, en realidad, una especie de viaje íntimo hacia los recuerdos, una evocación de un tiempo en que el visionado de una película no se reducía a un algoritmo, sino a la espera, la paciencia y el ritual. Es precisamente este impulso nostálgico lo que impulsa a Ediciones 79, un sello editorial barcelonés de culto, a redescubrir el encanto perdido del formato analógico. Al lanzar una colección de cintas de vídeo cuidadosamente seleccionadas, la editorial apela a las emociones profundas de una generación que encuentra en las imperfecciones del VHS la huella de una época irrepetible.
Más allá de lo retro, este retorno a las cintas es una especie de resistencia contra la frialdad del consumo digital masivo. El sonido distorsionado, los colores deslavados y esa textura visual única no son simples defectos, sino rasgos de una estética del recuerdo. Cada vez que una cinta es insertada en el reproductor, no solo se reproduce una película, sino también una parte del pasado, de esas noches en las que el visionado era un acto casi ritual, en las que el avance y rebobinado eran gestos que añadían una dimensión táctil y física al disfrute cinematográfico. Es como si, de algún modo, al reproducir una cinta de VHS, se pudiera ralentizar el tiempo, resistir a la fugacidad de lo instantáneo.
La nueva colección de Ediciones 79, inaugurada con títulos como El último Late Night y No profanar el sueño de los muertos, no es simplemente una curiosidad para cinéfilos, sino un objeto de culto, una pieza de resistencia cultural que conjuga el pasado y el presente. Aunque restauradas en 4K, estas cintas mantienen su esencia original, como si el alto contraste entre lo analógico y lo digital representara no solo una fusión de medios, sino una síntesis de tiempos. El diseño meticuloso de cada edición, junto con su tirada limitada, convierte cada copia en un artefacto que desafía el olvido, una pieza de colección que permite revivir la calidez perdida de una era.
Esta iniciativa, lejos de ser un fenómeno local, forma parte de una tendencia global que ve en el VHS no solo un producto vintage, sino un emblema de la memoria colectiva. En países como Estados Unidos y Reino Unido, sellos como Vice Press y Terror-Vision también han capturado esta necesidad de conectar con el pasado, demostrando que la nostalgia puede ser tanto un vehículo para la innovación como una forma de preservar lo que de otro modo sería efímero. La apuesta de Ediciones 79 por el VHS es, en el fondo, una declaración sobre el valor de lo material, lo tangible, en un mundo que cada vez más desvanece la conexión sensorial entre el espectador y la obra de arte.
Al recuperar este formato aparentemente obsoleto, no solo se satisface la sed nostálgica de un público que añora el cine de antaño, sino que también se da nueva vida a un patrimonio cultural que parecía condenado a desaparecer. En este renacimiento del VHS, late un profundo deseo de reconciliar lo que somos con lo que fuimos, de revalorizar un tiempo en el que mirar una película significaba algo más que apretar un botón, un tiempo en el que el cine, en su fragilidad analógica, nos recordaba lo finito de nuestra propia memoria.