Crítica by Lucen | ‘El agente invisible’ | Otra tontería más de Netflix y Torrent | Descargar

‘El agente invisible’: Acción entretenidilla que evoca lo mejor del género decían los plameros habituales que reciben dinero de la publicidad de Netflix.
La secuencia de acción principal de esta película centrada en la acción, trascurre en Praga, donde nuestro héroe debe escapar de una horda de enemigos por las calles de la famosa ciudad a lomos de un tranvía. En dicha escena si uno hace el ejercicio de contar los planos se dará cuenta que no podrá hacerlo ya que no tendrá capacidad suficiente de contar a velocidad de la luz. Los planos se suceden a velocidad de uno por segundo y a veces vemos la misma escena rodada desde 6 ángulos distintos, es decir, la manera de rodar la acción en una película de acción es poner multicamaras, filmar lo que se pueda y luego en montaje meter todos los planos que podamos para superar a Michael Bay en el libro Guinnes. Conclusión, si en una pelicula de acción, la puesta en escena de las escenas de acción es un desastre, no hace falta seguir hablando del resto de la película. Se acabó la crítica. Por cierto ha quedado claro que estamos ante una película de acción ¿no? Iros a la mierda hermanos Russo y que vuelva John McTiernan.
ESTO HA DICHO LA CAMPAÑA DE PUBLICIDAD
Los Russo empiezan citando el thriller de los 70 para terminar nombrando a ‘Jungla de cristal’ como fuente de inspiración, película que, verdaderamente, representa lo que ‘El agente invisible’ podría haber sido. El caso es que John McClane no se toma nada en serio, más bien va envuelto en ese halo de humildad que rodea al hombre corriente. De ahí nace su humor, y lo hace de forma natural. Por el contrario este film de Joe y Anthony Russo no termina de abrazar un subtexto paródico que aportaría infinitamente a su tono, lo cual mantiene la trama anclada en un meh constante.
Ryan Gosling en ‘El agente invisible’ (2022)
Joe firma el guion junto a dos colaboradores habituales de este tándem creativo, Christopher Markus y Stephen McFeely, guionistas con los que ya trabajase en ‘Vengadores: Infinity War’ y ‘Endgame’. Los tres hacen equipo para adaptar la novela de Mark Greaney y no se puede decir que fallen porque su propuesta queda entretenida, pintona; pero el libreto viene con muchos personajes esbozados y otros tantos cuyos giros no casan con sus motivaciones. Muchos de estos detalles se compensan con espectacularidad.
Hay dos secuencias de acción muy encomiables. La primera lo es por impresionante y chascarrillo al mismo tiempo. Mientras uno disfruta del exceso, no puede evitar pensar en ese fondo que se ríe del extremo que alcanzan muchos blockbusters actuales, abrazando el cuanto más mejor. Fuegos artificiales. Es en dicha escena en la que los Russo presumen de una apuesta bastante original en lo que a la dirección se refiere, un movimiento de cámara que aporta al cuerpo a cuerpo. Vaya, que en un instante de lucidez aportan su granito de arena como lo hiciese ‘Jason Bourne’ con su cámara en mano + plano cerrado para las escenas de lucha. Tras eso el refrito se hace más evidente. Ya para la segunda secuencia gigantesca se acaban esos conatos de dirección ‘distinta’, y la réplica del estilo ‘Fast & Furious’ se solidifica.
Netflix arrastra cierto complejo de inferioridad. Poco importan los Oscar por Roma, la firma de Martin Scorsese o los créditos de No mires arriba: el gigante del streaming parece obsesionado por demostrar que merece estar ahí, entre las majors de cine y sus grandes producciones. ¿Y cómo se gana uno ese sitio, según su estrategia? Con más estrellas, más autores y más dinero.
Este año, son dos los títulos con los que pretende callar bocas: El agente invisible, su superproducción más cara con 200 millones de dólares de presupuesto, y Glass Onion: A Knives Out Mystery, secuela de Puñales por la espalda, que se presentará en el Festival de Toronto.
Este viernes, 15 de julio, las salas recibirán el thriller de los Russo, una ambiciosa apuesta con pretensiones de saga y los estelares Ryan Gosling y Chris Evans jugando al juego del gato y el ratón. Gosling da vida al agente de la CIA, Court Gentry, alias Sierra Seis, una maquina de matar que se convierte en el objetivo de la Agencia y de Lloyd Hansen (Evans). El 22 de julio, el filme aterrizará en el servicio de VOD.
Los nombres propios vuelven a ser rimbombantes, el presupuesto desmesurado, y todo lo que ‘se supone que debe tener una peli importante’ está sobre la mesa. Pero, ¿qué hay del resultado? Analizamos esta aparente apuesta ganadora.
Poli bueno, poli malo
La dinámica entre los personajes de Ryan Gosling y Chris Evans no tiene nada de nuevo. El primero es el héroe, Sierra Seis, un exconvicto y matón de la CIA que opera en las sombras, paradigma del protagonista con pasado traumático y mirada sombría, que sin embargo tiene principios. Algo así como Leonardo DiCaprio en Infiltrados.
El segundo es el villano, Lloyd Hansen, un exagente de Langley y sicario que opera para la Agencia extraoficialmente. No tiene escrúpulos ni pretende tenerlos. Y lleva bigote, como ese Henry Cavill a puñetazos en Misión imposible: Fallout, aunque este antagonista es más una parodia del de Cavill, malo malísimo y taciturno.
Los Russo, que conocen bien a Evans, alias el buenazo de Hollywood, le dan un villano bufón, histriónico, charlatán, alborotado, a menudo más ridículo que temible; el ‘malo’ excéntrico que se queja de que sus heridas duelan tras caer en una fuente. Como en Puñales por la espalda, el bostoniano encaja más en el rol de enemigo atípico. Así, tenemos el contrapunto perfecto de Sierra Seis, el héroe estoico que respeta los cánones del género, que nunca se queja, que no sufre, que no expresa.
Los dos protagonistas ejemplifican el error y el gran acierto de El agente invisible: la trama y su puesta en escena resultan a menudo un pastiche de otras producciones del género (desde la ya mencionada Misión imposible: Fallout hasta otras como Jason Bourne), pero la historia convence cuando sabe reírse del cine de espías, abrazar lo paródico de sus escenas de acción imposibles o sus personajes impávidos.
Es ahí donde la dupla Gosling-Evans funciona, cuando se reconocen en los clichés y los vuelcan sin miramientos, jugando más a la comedia que a la acción pura, seria.
Ana, bienvenida seas, siempre
Ana de Armas ya ha demostrado en Hollywood que puede hacer lo que le dé la gana. Gran sorpresa de Puñales por la espalda (aunque nadie supiera de dónde diablos era su personaje) y musa de la ciencia-ficción en Blade Runner 2049, la actriz cubano-española también dejaba claro lo buena heroína de acción que es en los poquísimos minutos que salía en Sin tiempo para morir.
En El agente invisible, se reconfirma como espía que mejora momentos testosterónicos (ojalá haberla presenciado acabar con el ego de sus compañeros de un tiro en la batalla final), elevando la trama y dejando con ganas de más, como esa Paloma a la que conocimos junto a James Bond.
Aunque se echa de menos algo más de esa química que compartía con Gosling en Blade Runner 2049 (el filme no termina de decidir si quiere que haya entre ellos algo de atracción o simple compañerismo de ‘Buddy Movie’), la actriz logra cautivar en la piel de Dani Miranda, la estrella absoluta al volante de esta película. Es el superpoder de la actriz, mejora todo a su alrededor y, por suerte, esta vez tiene metraje para demostrarlo.
Pasa todo lo contrario con René-Jean Page, conocido mundialmente como ‘el Duque de Los Bridgerton’, cuya presencia solo se explica por el factor Netflix. Su villano, mandamás corrupto de la CIA, no impone ni resulta mínimamente verosímil, y lo peor de todo es que arrastra con él a Jessica Henwick, que tan solo tiene unos minutos de lucimiento al final y, de tan forzados que resultan, parecen impostados.
Ríete del espía
Como decíamos al principio, habrá quien interprete El agente invisible como una especie de cajón desastre de todo eso que se espera del cine de espías: traiciones dentro de una misma organización, hombres contratados para las atrocidades que tu Gobierno no quiere que sepas, persecuciones destrozando mobiliarios urbanos por grandes ciudades, las cloacas de demasiados estados y sus matones traumatizados…
Sin embargo, como pasa con sus protagonistas, El agente invisible brilla más cuanto más desvergonzada se vuelve y menos en serio se toma a sí misma. El filme alcanza su cénit con ese Chris Evans riéndose de las cosas más ilógicas que abraza el género, como ese hombre esposado al que decenas de agentes no consiguen alcanzar con sus disparos («¿Alguien puede darle al hombre esposado a un banco?») o esos esbirros muertos a los que vuelve a disparar por «imbéciles».
Gosling, aunque más constreñido en el corsé de héroe retraído, se encuentra cómodo en el personaje; es uno de esos roles en los que puede alzar la ceja con indiferencia, lucir chándal como nadie y sacar una vis cómica medida (ojo a preguntar por la talla a tu contrincante como método de distracción), como en Dos buenos tipos.
En determinados momentos, hasta se sacude el estigma de chivo expiatorio frío y contenido, y da rienda suelta a la parte más tierna y divertida de Sierra Seis, sobre todo en las escenas que comparte con Julia Butters (ese «007 ya estaba cogido» como otro guiño cachondo al género) y Ana de Armas.
Con esta última forma una dupla de acción que, contra todo pronóstico, funciona mejor desde la comedia que desde el esperable romance, con el rubio ejerciendo de damisela en apuros, otro machetazo a los principios del cine de espías.
Acción descafeinada
Si algo han demostrado los Russo a su paso por Marvel es que saben rodar escenas de acción, sobre todo esas peleas cuerpo a cuerpo, coreografiadas al milímetro, con la cámara colándose entre los combatientes de turno, como hicieron en Capitán América: El Soldado de Invierno.
En El agente invisible, las vuelven a defender con tino, como también hacen con las persecuciones, en las que optan por perseguir al protagonista en lugar de acompañarlo; la cámara, en lugar de ir pegada al vehículo, se desliza esquivando obstáculo, lo pierde de vista y vuelve a encontrarlo, como si de un videojuego se tratara.
La persecución más espectacular, así como la escena de acción más completa, es la que se sitúa en Praga, una secuencia ambiciosa, efectiva y bien ejecutada. Sin embargo, cuando la acción gana envergadura, como cierto avión que empieza a desintegrarse en pleno vuelo (lo nunca visto…), la escena ni siquiera llega a concluir.
Los Russo son directores de personajes y aquí se nota. Sin embargo, a veces les puede la búsqueda de la espectacularidad malentendida, la dictadura del ‘más grande es mejor’, ese síndrome que invade a muchos cineastas de acción y que consiste en no saber parar a tiempo. En este caso, la batalla del laberinto, con Evans y Gosling protagonizando un bochornoso momento ‘macho Alfa’ (repetimos, ojalá De Armas hubiera apretado ese gatillo), es totalmente innecesario.
Entretenimiento con potencial
El agente invisible está lejos de ser un filme innovador dentro del género de espías. Tiene una crisis existencial, pues a veces trata de tomarse en serio a sí misma como si de John Wick se tratarse, mientras que otras veces busca hacer parodia del thriller y es cuando mejor funciona. Es casi la misma dolencia que sufre Netflix: ese abrazar su condición de plataforma juvenil y divertida, y a la vez querer ser invitada a las cenas de los mayores y sentarse junto a las películas de autor.
Sin embargo, los Russo saben lo que hacen y, por eso, sacan provecho a todas sus fortalezas tras las cámaras, como su cuidada dirección de actores y la acción que se acerca al espectador. El resto del filme se lo confían al buen hacer de sus estrellas, sobre todo a ese tridente Gosling-Evans-De Armas casi siempre afinado y disfrutable.
La superproducción más cara de Netflix (al menos, hasta ahora) es una apuesta entretenida, que cumplirá con las expectativas de los amantes de la acción y contentará a los del thriller. Su potencial no queda del todo exprimido y tiene subtramas y personajes desaprovechados, así como otros que entorpecen el desarrollo de la historia, pero sus actores principales y la buena mano de los Russo compensan todo lo que desluce.
De confirmarse una saga protagonizada por Sierra Seis, esperamos que los Russo y Netflix puedan dar rienda suelta a su imaginación, al jolgorio y a la locura en las próximas producciones, y se dejen así de complejos de inferioridad. Tal vez ahí, en el thriller más irreverente, encuentren su autoría, su firma única, les inviten o no a la mesa de los mayores.
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Regé-Jean Page y Ana de Armas en ‘El agente invisible’ (2022)
«Hay una escena brutal: la de Praga». Si algo se comenta al respecto de ‘El agente invisible’ es la secuencia ambientada en dicha ciudad europea, una persecución que hemos visto mil veces en la saga encabezada por Vin Diesel. Es cierto que está al nivel, pero no deja de recordar a Toretto, personaje que ha encontrado su esencia en medio de la risa que son ya sus películas. Al final pasa que la acción bebe del tono, y si esto no se perfila bien, el asunto no queda del todo compacto. Por suerte esto no quiere decir que la película no entretenga: uno no se aburre, lo cual es un punto a su favor. Además el reparto salva bastante bien las castañas. Ryan Gosling en la piel de Sierra Seis resulta tremendamente atractivo, lo cual es un misterio. Lo es porque consigue este efecto tirando de la misma cara de ‘malote’ que luce en ‘Blade Runner 2049’ y ‘Drive’. Gosling tiene un único semblante que encaja genial con cierto tipo de personajes. ¿Es la mismísima cara? Sí ¿Funciona? Pues también.
Además hay que tener en cuenta que luego Gosling hace equipo con Ana de Armas, y es que es incorporar a esta actriz y todo mejora. De Armas vuelve a demostrar que está hecha para dar caña, y deja con muchas ganas de más. El efecto en el espectador es exactamente el mismo resultante tras ‘Sin tiempo para morir’: uno se queda deseoso de un film enterito para ella encarnando a la espía definitiva. Ana pateando traseros es siempre un regalo. Eso sí, junto a Gosling no es que haga mal equipo, pero su dinámica tampoco cuaja como debería. En algunos momentos tienen matrimoniadas que recuerdan a la hilarante y atractivísima pareja que encarnaran Brad Pitt y Angelina Jolie en ‘Sr. y Sra. Smith’, pero sin llegar a asentarse en ese puntito cómico. Después, cuando la vemos compartiendo plano con Regé-Jean Page, vuelve a hacerse evidente que su talento augura una larga y fulgurante carrera. En contraposición dicho actor que encarnase al galán de la primera temporada de ‘Los Bridgerton’, simplemente aporta representando el ejemplo perfecto de una mas que cuestionable tendencia actual: la de los interpretes muy guapos que no saben actuar, pero ni remotamente.
Chris Evans en ‘El agente invisible’ (2022)
Completando el reparto hay que mencionar al antagonista de Chris Evans, un villano contenido dentro de esa necesidad paródica que ‘El agente invisible’ se esfuerza por reprimir. Un corte de pelo macarrilla y un tupido bigote tratan de alejarle de su papel estrella, aquel Capitán América que terminó tan mimetizado con Evans que verle en la piel de un sociópata… cuesta. A pesar de esto, en general la labor actoral aguanta bien hasta el final (Billy Bob Thornton está estupendo), cosa que no se puede decir del argumento. La resolución resulta un tanto chapucera, con omisiones para las que hay que tener unas tragaderas tremendas y ciertas elipsis temporales difíciles de obviar. Habrá pocos espectadores que no reaccionen ante una falta de información incómoda en el caso de algunos personajes, principalmente porque el cierre contradice su desarrollo narrativo. Anticlimático quizá es exagerar, pero por ahí van los tiros.
En definitiva ‘El agente invisible’ es un film bastante solvente dentro del cajón ‘película de Netflix’, que al final está demostrando ser un subgénero en sí mismo. Aguanta gracias a su reparto estelar y esa acción que recuerda a lo mejor de cada casa, pero no logra lo que claramente se propone: brillar a la vez que se ríe del género. Hay que tener un estilo excepcional para conseguir lo que hace ‘Rian Johnson’ en ‘Puñales por la espalda’, y claramente los Russo (aún) no están ahí.
La irrupción irreversible del streaming en nuestras vidas ha traído bajo el brazo, en última instancia, una de cal y otra de arena. Lo positivo de los nuevos hábitos de consumo implica el acceso a catálogos inmensos que, además de servir como altavoz a nuevos cineastas —que, en otras condiciones, tendrían muy complicado su acceso a la industria tradicional—, está permitiendo que se de luz verde a proyectos que, probablemente, jamás hubiesen llegado a nuestras retinas.
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En la otra cara de la moneda, está la dolorosa pérdida de lo que muchos denominan «la experiencia cinematográfica». Algo que va mucho más allá del ritual colectivo de la proyección y que se traduce en ver largometrajes concebidos para ser disfrutados en cines perfectamente equipados en las habitaciones sin tratar y en las pantallas mejor o peor calibradas y de pocas pulgadas del más común de los mortales.
Este es, precisamente, el mayor enemigo de ‘El agente invisible’. Porque lo nuevo de los hermanos Russo, que desembarcan como directores en Netflix después de poner patas arriba el universo Marvel con ‘Vengadores: Infinity War’ y ‘Endgame’, nos sirve en bandeja de plata un espectacular thriller de acción cargado de estrellas —y algún que otro tópico— cuya exhibición técnica y formal merece mucho más que un estreno limitado en salas durante una semana.
El tamaño importa
No es necesario ser un estudioso del género para percatarse de que ‘El agente invisible’ no inventa la rueda en cuanto a premisa y argumento se refiere. Y es que la adaptación de la novela de Mark Greaney, escrita a cuatro manos por Joe Russo y Christopher Markus, no deja de ser un compendio de ideas y conceptos vistos una y mil veces en cintas homólogas como las pertenecientes a las sagas de ‘Bourne’, ‘007’ o ‘Misión Imposible’.
Agencias que operan en la sombra, asesinos implacables, archivos encriptados que podrían poner en jaque a las instituciones de un país… La lista de lugares comunes no se queda corta y merma el potencial para impactar, pero están incorporados dentro de una narrativa tremendamente ágil que sacrifica su coherencia espacio-temporal para ofrecer una dosis gigantesca de diversión pura y sin cortar en clave internacional.
No obstante, ‘El agente invisible’ esconde un par de ases en la manga que le permiten mirar de tú a tú a sus competidores, siendo el primero de ellos su surtido de personajes. Sorprende gratamente el tratamiento de unos protagonistas y antagonistas que insuflan el carisma y el matiz diferenciador que necesitaba la película para sobrellevar sus clichés y que, además, equilibran el tono con un contrapunto cómico que sienta genial al conjunto.
Si este talante luce a un gran nivel en pantalla es gracias al carisma de un reparto tremendamente inspirado y volcado en el cariz autoconsciente que envuelve el relato. Esto incluye a Ana de Armas —que sigue cautivando como heroína tras su paso por ‘Sin tiempo para morir’— Billy Bob Thornton, Regé-Jean Page, Ryan Gosling y, por encima de todos, un Chris Evans desatado que encuentra en su bigote su mejor arma para robar la función.
Pero nada de esto importaría lo más mínimo sin una acción a la altura de las circunstancias y, por suerte, los 200 millones de presupuesto inyectados en la producción se ven perfectamente reflejados en unas set-pieces electrizantes que extraen oro de la buena mano de los Russo tras las cámaras. Además de un uso de los drones FPV que sigue la estela —aunque de lejos— de lo visto en la ‘Ambulance’ de Michael Bay, el gusto por lo práctico y por los stunts reales eleva el filme a un nuevo nivel.
Desgraciadamente, y pese a contar con una fotografía impecable del experto en la materia Stephen F. Windon —responsable de las últimas seis entregas de la saga ‘Fast & Furious’—, he terminado echado en falta una mejor fragmentación en el montaje y, sobre todo, un tratamiento de la violencia más explícito y acorde a la apuesta tonal y la contundencia de algunos de sus pasajes —la sangre, por norma general, brilla por su ausencia—.