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Cronenberg deslumbra con su originalidad a la hora de crear historias film tras film, y aunque ésta fue una de sus primeras obras, en ella podemos contemplar una trama realmente sólida, que deja caer su mayor peso en el desarrollo de la misma y en los dos personajes protagonistas, Cameron Vale (interpretado de modo muy efectivo por Stephen Lack) y Darryl Revok (con una magnífica actuación de Michael Ironside, más conocido por su papel desempeñado en la serie V). Así pues, nos encontramos ante una historia más que bien desarrollada, que podría haber resultado difícil, pero que no se le resiste ni por un momento a Cronenberg, que la maneja a su antojo creando situaciones comprometidas para los protagonistas y mostrándonos sin pudor algunas escenas duras que pasaron a la historia del cine por su impacto.

Una de las primeras películas de Cronenberg, y donde podemos encontrar muchas de las claves y constantes de su cine. Bajo la apariencia de una película cutre o de serie B, Cronenberg presenta una interesante historia que, como siempre, y de ahí la riqueza de sus películas, podemos verla bajo un prisma simbólico: por un lado, es una historia de ciencia ficción con premisas atractivas y desarrollo dinámico, y por otro es una oscura metáfora sobre una sociedad donde el pensamiento es perseguido y las personas diferentes o especiales, las minorías, aunque necesarias, deben ser aniquiladas o puestas al servicio del poder.
Pasado el tiempo, las películas del primer Cronenberg aún tienen un indiscutible tirón, pues las historias que cuenta aún nos siguen estimulando y haciéndonos reflexionar. Son películas en las que siempre descubrimos algo nuevo, donde siempre algo nos sorprende, y que siempre aportan un punto de vista original sobre la oscura sociedad que nos ha tocado vivir. Bajo elementos dispares entre sí, en una historia de pura ciencia ficción con toques fantásticos e incluso terror, Cronenberg siempre abre un espacio para la reflexión. Y sólo él sabe hacerlo tan bien. Sus películas ofrecen varios niveles, y nosotros podemos situarnos en el que queramos. Siempre recomendable.

Otra maravillosa locura más de David Cronenberg. Scanners fue su cuarta obra, y al igual que las anteriores la película está impregnada de su estilo más grotesco y desagradable. Un sello inconfundible.

Los scanners son un grupo de hombres con poderes telepáticos, algunos con tal fuerza que puden hacer estallar cabezas o controlar las acciones de otras personas. Hay dos bandos enfrentados, quienes quieren someter al mundo con sus poderes, encabezados por Darryl Revok (Michael Ironside) y quienes intentan detenerl a Revok.

Cabezas que explotan, ojos que estallan, cuerpos que arden, sesos esparcidos por las paredes, chorros y chorros de sangre para gozo y disfrute de los amantes de lo gore.

El final de la película es simplemente soberbio. A partir de este film David Cronenberg comienza una etapa americana donde su cine mejora notablemente. Su siguiente cinta «La Zona Muerta» lleva a su director a una cumbre de la que parece que ya no bajará.

La película que lanzó a la fama a este amante de la «violencia» que es David Cronenberg. En contra de lo que pudiera parecer a simple vista (producto de serie B con un presupuesto reducido) la cinta ofrece una historia más o menos interesante con un final que no es fácilmente previsible, con una estructura narrativa clásica, contada como dios manda (nada de experimentos extraños de contar las cosas a trozos o del revés) y una estética cuidada hasta donde se puede. Más que cualquier otra cuestión lo que subyuga de esta cinta es esa atmósfera tan obsesiva que aún obviando los craneos explosionados y los cuerpos ardiendo vivos uno terminaría igual de sobrecogido (al menos este servidor). Así que tampoco se asusten, que no son para tanto las escenas de higadillos, no hay más que un par, pero son soberbias.
En la cima del buen cine de terror.
Mencionar que será el comienzo de una magnífica y dilatada colaboración con Howard Shore en lo que a bandas sonoras se refiere y que también empezó a catapultar a éste a la fama (no tanta como ahora) y a hacerse un hueco dentro de Hollywood antes de sus Oscars por las musiquillas del Señor de los Anillos.