Años antes de arrancar el ‘giallo’, «Los vampiros» dejó algunas de las claves asentadas para ese género que causaría furor durante la década de los 60-70, haciendo que rasgos que la dotaban de una fuerte personalidad (ese investigador impostado, el misterio que se va desentrañando lentamente, las pistas que se deshacen en las manos del propio protagonista, etc…) supusiesen una base para que los Argento, Bava y compañía se acogiesen a algo antes de empezar a generar adictos.
No en vano, la fotografía del film de Freda, es del mismísimo Mario Bava, una fotografía soberbia, de una plasticidad tremenda y que, en un sólo movimiento de cámara, es capaz de envolver al respetable como si nada, y dejarlo inmerso en una atmósfera tan palpable como, a ratos, onírica, cosa que le da a la cinta una vertiente cautivadora única.
Por otro lado, se agradece que la propuesta no incurra a esas secuencias tan explícitas que dejaría más tarde tras de sí ese ‘giallo’ tan típico de la zona, no tanto porque a servidor le agraden más o menos, sino porque esa historia tan sutil, desgranada con tal pulso y desvelada con suma eficacia, lo único que no necesitaba eran chorretones de sangre.
De ese modo, Freda emplea magníficamente unos efectos especiales muy dignos para la época, y se despacha con algún que otro momento digno de elogio, donde la translación de ciertas secuencias a la pantalla hubiese resultado sumamente complicado, pero con él tras las cámaras y ese equipo de maquillaje tan competente, se resuelven impecablemente.
También cabe destacar esa pérdida de la intensidad en la investigación del personaje principal que, a medida que avanza, va decayendo en pro de la inclusión de nuevas tramas que son tan aclaratorias, y están tan bien definidas, que se agradecen como si resultasen una bocanada de aire preciso en circunstancias de duda.
Lo mejor de todo, no es que sólo resulten aclaratorias, sino que están enlazadas de un modo tan convincente, que logran realzar la conclusión en pro de un final, quizá no tan a la altura del resto de la obra (en especial, por la inclusión de algún instante que chirría), pero que no desentona lo más mínimo gracias a esos enlaces tan bien urdidos por Freda.
Se podría hablar, pues, de «Los vampiros» como un importante anexo, no únicamente en la vida cinematográfica de estos chupasangres, sino también de esa antesala del ‘giallo’ anteriormente citado aquí. Sólo por ello, ya resulta de obligado visionado para cualquier aficionado al género. Y no hay más.