Segunda película de la segunda etapa de Peter Hyams y como ocurrio con su trabajo anterior, ‘Apunta, dispara y corre’, el director se muestra cómodo en la faceta de no voy a mover un dedo más de lo que se me paga con la salvedad que en esta película, contaba con la presencia de su amigo Sean Connery, ese hombre que en los 80s y 90s era capaz de levantar un film con su sola presencia por flojo que este fuese, el film claro, no Sean.
Fue Peter Hyams quien dió la segunda juventud a Sean Connery tras Atmósfera Cero, gracias a sacarlo en esta producción desprovisto de peluquín, es decir con su calva bien lucida y en el rol de hombre maduro de acción, Sean Connery se convirtió en uno de los rostros más importantes de toda esa década y de la siguiente. Los Intocables de Eliot Ness, La Caza del Octubre Rojo, Los últimos días del Eden o La Roca entre otras tantas, son ejemplos de la fuerza que el antiguo James Bond tenía en pantalla. Era puro gozo ver al actor escocés moverse por la escena, mirar a sus rivales o simplemente sonreir, era como si nadie en aquel momento excepto Eastwood y alguno más pudiese lucir madurez con tanta elegancia y poderío.
Y así, Sean Connery es la estrella de Más fuerte que el odio, un thriller sencillo donde Peter Hyams solo ejerce de director de fotografía y de director de encargo pero qué, salva el cuello por la cantidad de minutos que su amigo aparece.
Pero que nadie se lleve a engaño, la película flojea en muchos aspectos, sobre todo en el terreno de la trama amorosa y en la elección del héroe principal pero, es una película de Peter Hyams trás la cámara y eso asegura que todo se muestre de manera precisa y acertada con un Cinemascope magnífico de los que te hace mover la cabeza para poder analizar todo lo que se cuenta en pantalla. Por supuesto la fotografía luce de maravilla y San Francisco como suele ser habitual desde Hitchcock, se convierte en una ciudad diseñada para ser plató de cine. Los teleobjetivos, las secuencias nocturnas, la bruma y el citado San Francisco, ayudan a que estemos ante un film de ambiente, de esos que te atrapan visualmente y que en los 80s se estrenaban con una facilidad pasmosa.
Y como ya hemos dicho está Sean Connery haciendo de cariátide y soportando todo el peso de la producción pero, sin inmutarse, como si le saliese todo de forma natural, como si estuviese de paso al mismo al tiempo creando otro personaje de los que no te cansas de ver. Sin duda que tanto Peter Hyams como Sean Connery estaban ya hartos de la industria y sobre todo, de lo que estaba fuera de ella y estaban aquí por el cheque jugoso que se les iba a dar pero, ambos tenían una profesionalidad tan clásica y extrema que no necesitaban esforzarse para conseguir llegar al notable.
Por supuesto la crítica destrozó la función y el público tampoco estuvo muy entusiasta pero, como ocurre con gran cantidad de cintas comerciales de los años 80s, el paso del tiempo las ha tratado como al buen vino y se disfrutan más hoy día entre basura de Netflix y truño de Prime Video que en su año de estreno entre gran película y joya siguiente.