Cuando Raimi encontró a Timy (Burton)

Cuando Raimi encontró a Timy (Burton)

El encuentro entre dos titanes: Sam Raimi y Tim Burton en la encrucijada de Oz y Alicia

En los anales del cine fantástico contemporáneo, dos nombres han resonado con singular fuerza: Sam Raimi y Tim Burton. Desde la década de los 80, estos dos creadores se han labrado una reputación única y han dejado una impronta inconfundible en el imaginario visual y sonoro del cine moderno. Raimi, conocido por su habilidad para mezclar horror, comedia y dinamismo visual, y Burton, maestro del gótico caricaturesco, siempre han habitado universos paralelos. Aunque sus caminos creativos difieran en muchos aspectos, hay algo profundo que los conecta, algo que Oz, un mundo de fantasía de Raimi, deja en claro: la inevitable convergencia de dos estilos.

Sitges: el semillero de nuevas voces

Los que crecieron como cinéfilos en los 80, cuando internet aún no existía y los festivales de cine como Sitges eran la única ventana a lo nuevo, recordarán el auge simultáneo de estos dos directores. El Festival de Sitges, con su dedicación al cine fantástico, fue un refugio para descubrir talentos emergentes, y entre esos nombres surgieron el de Sam Raimi y Tim Burton. Mientras Raimi sorprendía con Posesión infernal y la secuela Terroríficamente muertos, Tim Burton empezaba a dibujar su propio camino con películas como Pee-wee’s Big Adventure y, sobre todo, Beetlejuice.

Ambos directores, desde sus primeras películas, compartían una afinidad por el uso del humor y el grotesco, aunque en formas distintas. Raimi se inclinaba hacia el exceso físico, el slapstick y el horror visceral, mientras que Burton prefería los mundos oscuros llenos de personajes melancólicos y extravagantes. Pero lo que los une es un profundo sentido del artificio: ambos se inspiraban en la animación clásica, particularmente en la obra de Tex Avery, cuyas caricaturas subvertían lo real y lo imaginario, influyendo sus encuadres y personajes en una suerte de teatro visual exagerado.

LoDuca y Elfman: La partitura de la fantasía compartida

En el corazón de esta conexión cinematográfica se encuentra la música. Raimi siempre ha colaborado con Joe LoDuca, mientras que Burton ha forjado una relación icónica con Danny Elfman. Aunque Elfman, con su prolífica carrera, ha ganado mayor notoriedad, las composiciones de LoDuca y Elfman comparten mucho más de lo que puede parecer a simple vista. Las bandas sonoras de El ejército de las tinieblas de Raimi y Batman de Burton, por ejemplo, son hermanas en ritmo, textura y sonoridad.

Es, sin duda, esta musicalidad compartida lo que permite que el cine de ambos directores dialogue a través de una misma atmósfera sonora. Si alguna vez Burton y Raimi hubiesen colaborado en un proyecto, LoDuca podría haber compuesto la banda sonora de una película de Burton sin problema alguno, llevando esa simbiosis a un nuevo nivel.

Oz, un mundo de fantasía: El cruce definitivo

Oz, un mundo de fantasía marca un punto de inflexión en la obra de Raimi. Aquí, más que nunca, parece que sus mundos están a punto de fusionarse con los de Burton. Al igual que Alicia en el país de las maravillas (2010) de Burton, Oz nos transporta a un universo colorido, bizarro, lleno de personajes arquetípicos que habitan un espacio entre lo familiar y lo extraño. Ambos films son cuentos de hadas subvertidos, en los que los protagonistas se encuentran en mundos fantásticos, pero llenos de un oscuro sentido de peligro. La estética es colorida, sí, pero subyacente a esa capa de brillo se encuentra una amenaza latente, una visión del mundo que sólo dos directores como Raimi y Burton podrían interpretar de forma tan sutil y perturbadora a la vez.

La construcción de estos mundos no es casual. La fantasía de Burton y Raimi, aunque visualmente exuberante, es profundamente técnica en su realización. Raimi, famoso por su estilo dinámico y vertiginoso de cámara, con tomas imposibles y movimientos audaces, dota a Oz de un lenguaje visual que refleja el caos controlado del que también Burton es maestro. Sus encuadres parecen dibujos animados en movimiento, llenos de exageraciones visuales que hacen que el espectador sienta que, en cualquier momento, el mundo que observa puede desmoronarse en una explosión de absurdo.

Pero la verdadera maestría de Raimi en Oz está en su capacidad de llevar ese estilo a un terreno emocional. Aunque los paisajes sean surreales y los personajes caricaturescos, hay una emotividad latente en cada escena. Los ojos de Mila Kunis, Rachel Weisz y Michelle Williams, los protagonistas del film, parecen ventanas hacia sus mundos internos, cargados de una melancolía y un deseo de trascendencia. Es aquí donde Raimi se diferencia de Burton: donde Burton se regodea en lo oscuro y lo grotesco, Raimi siempre deja un rastro de esperanza, una luz al final del túnel.

Ojos cartonianos y el futuro del cine fantástico

En esta convergencia cinematográfica no se puede obviar el detalle casi anecdótico pero revelador de los «ojos cartonianos» de las protagonistas. Raimi, con Mila Kunis y Burton, con Anne Hathaway, han encontrado en estos rostros el epítome de la caricatura viva: ojos grandes, expresivos, que parecen salidos de los dibujos animados de Tex Avery. Son, en cierto modo, los herederos del cine de animación que tanto ha influenciado a ambos directores, y se convierten en símbolos del mestizaje entre lo cómico y lo trágico que ambos cineastas manejan con maestría.

Oz, un mundo de fantasía, en su esencia, no es sólo una película de aventuras, sino un manifiesto del cine como lugar de fusión, donde lo técnico, lo emocional y lo fantástico convergen. Raimi y Burton, desde sus inicios como outsiders del sistema, han creado un estilo cinematográfico que desafía las convenciones y celebra lo extraño y lo maravilloso. Y en este cruce entre Oz y Alicia, entre LoDuca y Elfman, entre el horror slapstick de Raimi y el gótico melancólico de Burton, queda claro que, aunque distintos, ambos directores han estado siempre destinados a encontrarse en algún punto de sus trayectorias.

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