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Mandalorian no atiende a tendencias ni a leyes ni a órdenes, demuestra nada más empezar esta tercera temporada que es un alma libre, un ente juguetón que ha venido para dejar una marca de por vida en el mundo de las series, aunque eso sí, tendremos que esperar unos lustros para que se haga oficial el auténtico valor artístico que posee la serie de FF (Filoni y Favreau).
Las críticas no se han hecho esperar cuando parte del público no ha entendido porque Grogu volvía a estar con Djarin cuando en la segunda temporada el joven poseedor de la fuerza había quedado en manos de Luke Skywalker pero es que, FF, tienen claro que el universo de The Mandalorian camina de forma autóctona sin que las cuerdas aéreas de Disney ni del público, sirvan de sustento para ella. Así, no han dudado en continuar la historia donde ellos creen que deberían sin dar explicaciones a nadie del porqué, no estamos hablando de una serie secuencial al uso, sino de un universo fílmico completo formado por pequeñas películas emitidas por televisión.
Y de eso trata ‘El Apostata’, de elegir uno (o varios) de los 3 caminos que debe marcar el cine, es decir: comunicar, emocionar o entretener. Y en ‘El Apostata’ la misión es entrener, confirmar que estamos ante un acontecimiento fílmico hijo del Star Wars cinematográfico de pantalla grande y no de una producción Disney+ al uso.
Y así, sus creadores basan la fuerza de este primer episodio en poner las bases del futuro de la temporada a base de grandes momentos de acción. Una batalla a lo Jurássic Park, un duelo a lo ‘Jinete Pálido’, una persecución a lo ‘Terminator’ y un combate espacial a lo ‘Star Wars’, son los cuatro pilares por los que ‘The Mandalorian’ nos avisa que esto es puro espectáculo por lo que para empezar temporada tenemos entretenimiento del bueno y una bestia enorme como ya es habitual.
Estoy convencido que a lo largo de la serie veremos capítulos donde se nos querrá emocionar, otros donde se nos querrá comunicar y otros donde confluyan los 3 caminos por los que debe caminar una película.
Aunque claro está, no todo es oro lo que reluce y así, ha sido en la factura visual, donde el capítulo se ha mostrado más endeble, lo más curioso es que la fotografía ha corrido a cargo de un veterano y experto director de foto como es Dean Cundey, autor de genialidades visuales como ‘1997 rescate en NY’ o ‘Jurassic Park’ pero en cambio, ‘El Apostata’ ha demostrado esa falta de potencia visual que ya vimos en algunos capítulos de ‘El Libro de Boba Fett’ donde Cundey también manejaba la fotografía. Una falta de textura, rugosidad y profundidad visual, hacen que algunos momentos de la serie puedan coquetear con ese termino tan odioso como es el parecer un «fan film».

Eso sí, en términos técnicos nada más lejos de un fan film e incluso nada más lejos de una serie. Este primer episodio posee una factura técnica exactamente igual que una gran producción de cine de las buenas, aunque claro está, con menos minutaje y exuberancia.
Así, The Mandalorian confirma en este inicio de temporada que no es una serie donde buscar los recovecos de las miserias humanas, ni un lugar donde ver la moral del hombre o las relaciones entre ellos, tampoco es el sitio donde se debe mejorar la tolerancia humana, no, The Mandalorian es hija del «hijo» de George Lucas, es decir, es obra de Filoni (al menos en su mitad) y por lo tanto, juega a lo que jugó la obra original que dio pie a todo esto, es decir, a entretener a base de crear buenos personajes y situaciones y a sumergirnos en un universo mágico en el que todo puede pasar. Gracias a FF por devolverle a Star Wars la esencia que algunos se quieren cargar. Para meditar sobre el ser humano ya tenemos el cine de Igmar Bergman.