Theodore, un ingeniero aeronáutico, debe someter a revisión un avión de su compañía. Después de examinarlo, detecta un cierto desgaste de los materiales que implicaría un riesgo lo bastante alto como para que le parezca oportuno advertir a la tripulación de un aparato que se encuentra en pleno vuelo.

En la base aérea de Labrador, Londres, trabaja un científico americano bastante particular: Es desordenado en su vida privada (la cual comparte solo con Elspeth, su brillante hija de 12 años); no está muy seguro de donde vive aunque lleva ya más de una década en la misma casa; y ni siquiera sabe donde guarda una botella de jerez, el único licor que de vez en cuando lleva en el mercado. Pero, en su vida profesional, Theodore Honey es riguroso con su trabajo, va más allá de donde han avanzado muchas investigaciones, predica la idea de que “la exactitud de la ciencia no le permite preocuparse por la gente”, y ahora está dispuesto a dedicar todas las horas que sean necesarias para comprobar el tiempo límite de vuelo de los aviones Reindeer en que comienza a fatigarse el metal y las alas, o las colas, se caerán por su propio desgaste. En sus cálculos, 1.400 horas de vuelo constituyen el promedio límite. Un reciente accidente lo anima más aún a continuar en esto y él mismo será el enviado a recuperar la cola extraviada de esta nave, para comprobar si su firme teoría aplica de alguna manera en este caso.

Curiosamente, cuando ya está volando bien alto muy cerca del punto sin retorno, servido por la amabilísima azafata Marjorie Corder, y teniendo muy cerca suyo a la famosa actriz Monica Tisdale, Honey se entera de que ¡va en un Reindeer que tiene ya 1.422 horas de vuelo!

Con un magnífico guión, cuidadosamente estructurado con encantadores personajes, de esos que nos devuelven el sentimiento de que la vida es bella porque están bien dotados con inmensos corazones, el director Henry Koster, consigue un filme que atrapa y conecta con cada uno de aquellos seres que tienen muy claro (el mismo Honey se tragará ciertas frases) que, servir a los demás, es la tarea que nos merece el título de Humanidad.

Una buena dosis de suspenso, unas cuantas manifestaciones de ternura y solidaridad, y un puñado de excelentes caracterizaciones, ponen a “MOMENTOS DE PELIGRO”, en un nivel muy alto como obra cinematográfica. Incluso, sus teorías sobre los metales tenían una gran base científica como pudo comprobarse algunos años después.

Ah! Y de ñapa, vamos a conocer al primer hombre que, con un solo movimiento de su mano, ha sido capaz de derribar a un avión. Con razón le llamarían “El (Kid) Galahad de la aviación”.

Título para Latinoamérica: “EN EL CIELO NO HAY CAMINOS”