Jeffrey es un joven electricista que tiene como hobbie la bioquímica. En una reunión familiar en la que se celebra el cumpleaños de su padre, Jeffrey presencia la muerte de su novia, Elizabeth, despedazada por la cortadora de césped que acababan de regalar al homenajeado. Jeffrey coge alguna de las partes mutiladas, y las lleva a su taller. Su objetivo es devolver a la vida a Elizabeth, recomponiendo su cuerpo y animándolo con la energía eléctrica de una gran tormenta que se producirá en un par de días. Pero para ello necesita encontrar miembros frescos con los que componer un nuevo cuerpo para Elizabeth. Las prostitutas del otro lado de la ciudad serán las candidatas perfectas para conseguir un cuerpo para su chica.

Cuando Elizabeth Shelley (Patty Mullen), novia del electricista y neurocirujano aficionado Jeffrey (James Lorinz) sufre un accidente en el cual resulta hecha picadillo por un cortacésped, este logra distraer la cabeza, el pie, una mano y poco más, para aprovechando sus autodidactas conocimientos de neurocirugía (como sustitutivo de las drogas y dado su conocimiento del cerebro utiliza un taladro con el que a través de diferentes brocas aplicadas en diferentes partes de su cabeza, colocarse a modo) y que para dentro de 2 días está anunciada una tormenta eléctrica (el hombre del tiempo de la televisión dice que es ideal para mad doctors en su alocución), sale a buscar piezas entre las prostitutas de la calle con que recomponer el cuerpo de su adorada novia al mejor estilo Víctor Frankenstein.
A partir de aquí, primero con Jeffrey negociando con chulo y putas un encuentro para una fiesta en la que tiene pensado hacerse con los mejores trozos de las putas y luego con la Frankehooker (traducido sería algo así como “Frankeputa”) suelta por las calles sembrando la destrucción a su paso y Jeffrey tratando de encontrarla, el cachondo de Frank Henenlotter que ya nos tenía sobre aviso de cómo se las gasta con “Basket Case ¿Dónde te escondes, hermano? 1982” y “Brain Damage 1988”), nos vuelve a dar más de lo mismo, abundante carne femenina al desnudo y aun más abundante casquería de esa en plan descacharrante y resultona (tipo “El motel del infierno 1980” o “Fonda Sangrienta 1987”) que a poco que no te la tomes en serio te hará pasar un rato verdaderamente entretenido con este dislate con rompedor aroma ochentero (o neo noventero).