Hoy para alegría de muchos, Alfred Hitchcock regresa a CINEMATTE FLIX con una de sus películas claves. Encadenados es la reina del Mac Guffin y tiene a Cary Grant como protagonista antes de su famoso papel en, Con la muerte en los talones. A nivel personal no es al mejor película del maestro pero sin duda es una obra maestra del cine que todo el mundo debe ver y conocer y gracias a tu videoclub online gratuito ya no hay excusa de disfrutar de uno de los títulos claves del suspense.

Como en otras películas, Hitchcock utiliza el recurso del “Mac Guffin” como indicio fundamental de la trama. En este caso: “una muestra de uranio disimulado en una botella de vino” que se menciona en la primera cena a la que Emil Anderson, el doctor, comete el error de mencionar.
La bodega, cerrada a cal y canto, se convierte en el objetivo de la investigación. En ese lugar hay que encontrar una botella de vino (se resuelve el tema del “Mac Guffin”) que finalmente contiene uranio y desvela los planes de la agrupación nazi.

Además de la trama, hay otros aspectos de interés en el desarrollo de la película. El más interesante, y contado por el propio Hitchcock en la entrevista que dio a Francois Truffaut, es el rechazo, en un primer término, de varios aspectos del guión. El más remarcable es el relativo al “Mac Guffin” y que Hitchcock cuenta así:
Ben Hecht y yo continuamos hablando, desarrollamos la historia y entonces introduje el “Mac Guffin-uranio”, cuatro o cinco muestras, bajo la forma de una especie de arena, en botellas de vino. El productor interviene entonces: “Por el amor del cielo, y ¿qué es eso?” A lo que yo contesté: “El uranio, que debe servir para fabricar una bomba atómica.” El añade: “¿Qué bomba atómica?” Esto ocurría en 1944, un año antes de Hiroshima.

Hitchcock confesó en esa entrevista que había oído una serie de rumores sobre los alemanes experimentando con agua pesada en Noruega y la existencia de una fábrica en el desierto de México donde se rumoreaba que los científicos que entraban no volvían a salir. De ahí, creo el “Mac Guffin-uranio”. Lo más remarcable es que estos acontecimientos, que ocurrieron en 1944, provocaron que el FBI siguiera a Hitchcock durante tres meses.
El desenlace de la película, como en la mayoría de los trabajos del director británico, no decepciona y cierra cada nudo de forma sobresaliente.

En definitiva estamos una vez más ante una película que manifiesta el talento de Alfred Hitchcock en varios aspectos: en la utilización equilibrada de la estética como énfasis del contenido sentimental, en su capacidad como director de intérpretes, en la intensidad y profundidad que concede a los personajes y al asunto gracias a la absorbente narrativa sobre una intrigante trama con centro en una pasional historia romántica.
Las largas e inolvidables escenas entre Cary Grant e Ingrid Bergman permanecerán para siempre en la memoria del cinéfilo: miradas, frases, caricias, besos, mimos…
Retrato amoroso expuesto con sensibilidad, con intimidad, en un macguffin de espionaje.

Inolvidable trío protagonista, brillante texto de Ben Hecht y fenomenal fotografía con trazos de cine negro de Ted Tetzlaff (quien posteriormente filmó como director la hitchcokiana “La Ventana”) para esta estilizada cinta que aborda temas como el sacrificio amoroso o el sufrimiento emocional.

ORIGEN DEL PROYECTO

David O. Selznick fue el responsable directo de que Alfred Hitch­cock se trasladase a Hollywood en 1939. Dos años antes, después de ver su película Inocencia y juventud, Selznick había enviado al director inglés una primera oferta de colaboración. Hitch­cock se entrevistó con el productor en Nueva York durante un viaje con motivo del estreno de esa película, pero el proyecto de cola­boración quedó en papel mojado. Incapaz de asimilar una derrota, Selznick siguió en sus tentativas.

A las pocas semanas le propuso rodar la historia del Titanic, y an­te las dudas del director le ofreció también Rebecca, que entonces era la novela más vendida en Estados Unidos e Inglaterra. Fi­nal­mente Hitchcock aceptó y se decantó por la segunda opción y el contrato fue firmado en julio de 1938. El 1 de marzo de 1939, en Southampton, Hitchcock soltó definitivamente las amarras del vie­jo continente a bordo del «Queen Mary», acompañado por su espo­sa Alma Reville, su hija, la cocinera, una camarera, su ayudante par­ticular Joan Harrison y dos perros.

Una larga historia de amor-odio
En los seis años siguientes (1939-1945), que fueron los de la II Guerra Mundial, la relación en­tre director y productor fue muy estrecha, muy fructífera y… tam­bién muy áspera. Ambos eran caracteres fuertes, poco dados al tra­­bajo en equipo, por lo que el choque resultaba inevitable. Pero am­bos supieron aunar con eficacia sus cualidades cinematográficas y las películas que hicieron juntos (Rebecca y Recuerda, sobre todo) fue­ron los mejores thrillers psicológicos de aquella época.

Selznick era genial, pero también orgulloso. Era el prototipo de pro­ductor-autor. Han pasado a la leyenda sus memos, en los que trans­mitía sugerencias y directrices a guionistas y realizadores. Tam­bién Hitchcock recibió un buen número de misivas, y eso que Selz­nick tenía entonces la cabeza en otro proyecto. En la época en que Hitchcock llegó a América, David O. Selznick estaba preparan­do aquel que, para muchos, es el filme del productor por excelen­cia y, en cierto sentido, el filme más americano de la historia, Lo que el viento se llevó. Había adquirido los derechos de la novela, orientado a los guionistas en la redacción de la trama y elegido a los actores con su particular criterio, y durante el rodaje llega­ría incluso a sustituir al director.

Con Hitchcock no intentó hacer tanto, pero logró siempre que sus opiniones fueran tenidas en cuenta. De alguna manera En­ca­de­na­dos cierra el ciclo, porque este thriller hitchcockiano, de honda pe­netración psicológica, fue la última película en que productor y di­rector trabajaron juntos. Selznick tuvo que abandonar el proyec­to a la mitad, pero dejó su sello en la película a pesar de que su nom­bre no aparece en los títulos de crédito. Pero debemos comenzar esta historia por el principio.

Origen literario
Como tantos otros proyectos de Selznick, también Encadenados nació en su casa de Los Angeles y bajo su influjo como productor. Parece que la idea del tema se le ocurrió a su analista Margaret McDonell, quien habiendo oído que Hitchcock que­ría hacer un filme con Ingrid Bergman «sobre una mujer entre­nada y preparada para una delicada operación de espionaje, y qui­zás también verse obligada a contraer matrimonio», descubrió un cuento de trama semejante titulado The song of the dragon.

Se trata de un relato de John Taintor Foote, publicado en el Sa­tur­day Evening Post en noviembre de 1921. El argumento era preten­didamente patriótico. Durante la I Guerra Mundial, el servicio de espionaje americano contacta con un empresario de teatro para reclutar como agente a una joven actriz que debería mantener rela­ciones con un espía extranjero. Años más tarde, la actriz se enamo­ra de un chico de la buena sociedad neoyorquina y se plantea en conciencia si puede casarse con él o no debido a su pasado. Se de­sahoga con su antiguo empresario, y éste decide visitar a la futu­ra suegra para contarle todo. Para su sorpresa ella no sólo perdo­na a la futura nuera, sino que muestra admiración por sus nobles sen­timientos patrióticos: «Siempre he deseado que mi hijo se casa­ra con una mujer valiente, pero no esperaba que pudiera encontrar una que lo fuera hasta tal extremo».

Entusiasmado con la historia, Hitchcock se puso a trabajar sobre el guión.