Iniciados por un difunto tío en el culto a la sanguinaria diosa Sheetar, George y Michael han convertido a una antigua y acreditada fonda vegetariana en algo escalofriantemente distinto. Dispuestos a lograr la reencarnación de la diosa, asesinan a cuantas chicas se les ponen por delante y seleccionan sus miembros y órganos para crear un monstruo con formas de mujer.

La década de los ochenta fue una época muy fructífera en cuanto a películas de terror y de cine gore se refiere. Mientras algunos intentaban crear la obra de terror definitiva y se tomaban este género muy en serio, otros, como en este caso, se dedicaron a hacer películas donde el gore y la comedia iban cogidos de la mano, y no tenían ningún inconveniente en reírse hasta de su propia sombra. Esta libertad les permitió crear engendros como “Blood diner”, un film tan surrealista, psicotrónico, divertido y sobre todo tan libre que es imposible no disfrutar viéndolo.
Aquí las actuaciones son memorables por su patetismo, los efectos especiales son tan lamentables que encajan a la perfección con todo el producto, y la falta de vergüenza y de corrección social o moral llegan a sus cotas máximas. Y los que como a mi les gusta este cine, nos ponemos melancólicos cuando comparamos lo de antes con lo que nos ofrecen ahora, todo corrección formal, hiperrealismo puro y perfección estética…pero carente de originalidad y mala leche.
El que vea “Blood diner” tiene que saber lo que está viendo, y aunque le parezca una porquería, películas como ésta son la base de un género que gustará más o menos, pero que está ahí y que hay que respetarlo como el que más. Qué grandes los ochenta…