Un marginado social trata de vengarse de sus compañeros de la academia militar con la ayuda de magia negra y su ordenador.

Ochentera computación satánica al servicio de una sangrienta venganza, en toda una “cult movie”.

Algún lugar de la costa española en el año de gracia de 1550 (año arriba, año abajo), un tal Padre Esteban (Richard Moll, el Bull de “Juzgado de guardia”) es desterrado por la Inquisición acusado de prácticas demoniacas, le vemos acto seguido rodeado de acólitos decapitando a una muchacha mientras invocan a Satanás, y salta la acción a principio de la década de los 80, a un encuentro de fútbol en una academia militar USA, donde conocemos a Stanley Coopersmith (Clint Howard, casi nada, 202 títulos como actor en su filmografía), uno de los participantes, insultado y vejado por sus compañeros de equipo ante la reciente derrota de la que le hacen culpable.

Al limpiar el sótano de la iglesia de esa academia donde es enviado Coopersmith como castigo, mientras escarba aquí y allá nos enteramos que esa iglesia fue fundada por el Padre Esteban tras llegar de España (un viejo cuadro con su figura preside un muro de la iglesia), y finalmente le vemos descubrir una polvorienta estancia escondida detrás de unos muros donde además de viejos enseres, encuentra y se lleva un polvoriento y gastado libro con un pentágrama en la tapa.

Blanco y en botella, todo listo en cuanto a canónica presentación (ya saben lo que sucede cuando un estudiante vejado y puteado en una película de los 80 toma contacto con satanismos sobrenaturales), y comienza la función.

Opera prima de Eric Weston (cuesta abajo desde entonces, ver cómo se las gasta actualmente en “Hard Ride to Hell 2010”), estamos ante una de las películas de terror ochentero que pese a no ser de las mas conocidas, ni su director haya vuelto a filmar nada parecido, mejor refleja y hace gala de esa inconfundible atmósfera. A lo resultón y novedoso por la época de ver como el puteado Coopersmith usa un antediluviano ordenador de sobremesa (los de las posteriores “Tron 1982”, “Juegos de guerra 1983” o “Cortocircuito 1986” son el no va más de la modernidad comparados con este) en el que vemos tomar cuerpo paulatinamente al conjuro demoniaco, le sumamos algún que otro desnudo (tanto masculino como femenino), y esos famosos sangrientos y muy divertidos minutos finales en el interior de una iglesia (cerdos asesinos, decapitaciones, corazones arrancados de cuajo y alguna que otra delicatesen mas), y tenemos una autentica joyita inspirada en la anterior “Carrie 1976”, con la que el aficionado al género supongo disfrutara como unos de esos marranos que vemos en la película desgarrando carne humana.

Actuaciones más o menos dignas y acordes con la enjundia de la producción, y banda sonora ciber ratonera tres cuartos de lo mismo, que en lugar de restar, contribuyen con lo bien que quedan en la atmósfera irrepetible de esa época, a hacer de la función algo digno y casi diría obligatorio de ver.

Me fastidia que esta magnífica película de terror sea enormemente desconocida ya que eso me parece muy injusto. El film goza de una puesta en escena magnífica, agobiante y aterradora. La historia toma grandes referencias de “Carrie” con tintes de “La profecía” consiguiendo sin embargo otro gran clásico digno de recordar y no un simple híbrido de ambas dos. La película tiene momentos enormemente dramáticos, véase los maltratos tan injustos a los que es sometido el pobre protagonista interpretado de manera genial por Clint Howard (hermano del popular y oscarizado director Ron Howard) haciendo enormemente creíble su papel, me encanta la brutal crítica de esta película (como ya se había visto en “Carrie”) de los abusos de la gentuza repugnante que se cree superior a los demás y con derecho a pisotearlos. El film es enormemente triste y emotivo en su gran mayoría (una de las escenas me hizo llorar a moco tendido, la escena del perrillo -cruel a más no poder), reservándose los elementos propiamente de terror hacia su parte final. Aunque la acción tarda en arrancar no defrauda en ningún momento una vez la sangre aflora y la tragedia se desata. El final es buenísimo, con unos maravillosos efectos especiales y maquillajes presentando una auténtica matanza repleta de sangre y gore, claro ejemplo de “lo mejor se deja para el final”. Lástima que su director no haya vuelto a hacer otra película del género porque la verdad prometía y mucho. No obstante “Evilspeak” se sitúa como un gran clásico, discreto y poco conocido, pero de un gran valor dentro del género, bien realizada, bien interpretada, excelentemente ambientada, con escenas dramáticas al extremo, un baño de sangre final que dejará con la boca abierta a más de uno, dirección ágil y una muy buena banda sonora, por lo que sin dudas estamos ante un film que merece reconocimiento y que es enormemente recomendable. UNA PEQUEÑA GRAN JOYA…