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Drama de infidelidad entre dos adultos cuyas respectivas parejas no les prestan mucha atención. El arquitecto Larry Coe, casado y con dos hijos, se siente atraído por Margaret Gault desde el momento en que la ve en la parada del autobús escolar. El hijo de Margaret es compañero del hijo menor de Larry. Margaret admira a Larry desde que vio en una revista la casa por la que le dieron un premio. Y también se siente atraída por él. La primera cita es un paseo hasta el terreno en que se levantará la casa que Larry está proyectando.

El director Richard Quine, hizo sólo dos películas grandiosas, magistrales, de las que pueden considerarse “clásicos inolvidables”, porque perdurarán por los siglos entre los filmes admirados y amados por los amantes del cine, una fue “El mundo de Suzie Wong” (Gran Bretaña) y esta que hoy nos ocupa “Un extraño en mi vida” o “Extraños cuando nos encontramos” (USA), ambas fechadas en el mismo año 1960, que por lo visto fue el gran año triunfal de Richard Quine, el año en el que llegó a la más alta cima de su arte, el año en que estuvo realmente rodeado de hadas, genios y musas buenas, que le ayudaron a realizar estos dos hitos cumbre y referencia en el séptimo arte.

“Strangers When We Meet” es excelente por muchas razones, pero sobre todo por dos tesis sobresalientes: 1) nos presenta de manera perfecta a la mujer en general cuando está pasando por la necesidad más imperante de ser tentada, pretendida, deseada. Porque si hay una necesidad verdaderamente femenina en toda mujer es la necesidad de ser deseada; 2) nos muestra con claridad que “si alguna vez llegas a conocer a un ser humano será un milagro” (palabras que le confiesa el personaje Larry Coe a su amigo el escritor Roger Altar).

Sin embargo una maravillosa película de amores como ésta fue echada a un lado y rara vez se la halla mencionada entre las auténticas obras maestras del cine. Los motivos pueden ser varios: Quine resultó valientemente agudo, demasiado, muy sincero y atrevido, en toda su dirección. Por ej. en uno de los primeros encuentros secretos entre los dos amantes, él brinda bastante encendido con las siguientes palabras: “Brindo por hacer el amor contigo”. Y ella reacciona como es común en la generalidad de las mujeres, con retirada, con alejamiento, con noes, todos indicativos de que estaba deseando acercamiento, una acometida de él y en definitiva que se cumpliera el SÍ más pronfundo entre hombre y mujer en atracción. También, en una conversación, el arquitecto Larry Coe deja caer: “No me gusta el ejército a no ser por la gente que conoces”, toda una declaración provocativa de honestidad anti institución militar, que no pudo sentar nada bien en muchos países donde se emitía esta película.

Impresionante la interpretación de la actriz Bárbara Rush (en su personaje de Eve, mujer de Larry Coe, el arquitecto), resulta inmejorable, nos conmueve, nos cautiva convincentemente; así como también el papel del escritor Roger Altar, interpretado por el actor Emie Kovacs, aquí sensacional,

Y por último, mencionar una curiosidad: en una escena entre los dos infieles conyugales ella le toca el hoyito de la barbilla a él a la par que le pregunta cómo hace para afeitárselo, con lo cual ese rasgo específico de la cara de Kirk Douglas es aprovechado para introducirse en el guión del personaje de la obra y hacer de ello una explicación que los espectadores no olvidarán jamás, dado que es característica específica del rostro de este grandísimo actor.