Ver gratis DIARIO DE UN LADRÓN DE SHINJUKU

Birdie, un joven ladrón de libros, es sorprendido mientras roba por una supuesta dependienta llamada Umeko, que lo lleva en presencia del dueño de la librería. La noche siguiente los dos jóvenes hacen el amor, pero Umeko, que es virgen, se queda desilusionada. A partir de ahí inician la búsqueda del placer sexual y para ello recurren a un sexólogo, mientras un grupo de actores debaten sobre las claves del placer. El film, que empieza en blanco y negro, mezcla arrebatos de color, música popular, sexo, psicoanálisis y surrealismo.

A pesar de la tendencia a la dispersión que se observa en los temas que se tratan (sexo, política, teatro), a través de una estructura narrativa muy abierta, que tal vez procede de la “Nouvelle Vague” francesa, y en la que se entremezclan la realidad, la ficción, el teatro y la literatura, en una curiosa alternancia entre la fotografía en blanco y negro, y la fotografía en color. El uso de rótulos en color negro recuerda al cine iberoamericano coetáneo, concretamente a otro film-ensayo, en este caso argentino, tan importante como “La hora de los hornos” (1968), de Fernando Ezequiel Solanas y Octavio Getino.

La película de Ôshima transmite una gran libertad, desde la forma a su contenido, una forma y un contenido que se enlazan y se relacionan continua y profundamente. Es la libertad en el relato la que lleva a un deseo de libertad en la sociedad y la política, en el Japón de fines de los años 60. Este deseo de libertad se concreta sobre todo en un deseo de libertad sexual, y hay alguna frase en la película muy clara al respecto. Ôshima estructura un teatro del sexo y la violencia en el que desde la realidad de la ficción se quiere alcanzar una nueva ficción: así, el protagonista, Tadanori Yokoo, se inventa un nombre ficticio, o trata de alcanzar un cuerpo ficticio, cuando afirma que desea convertirse en una mujer. El robo de libros, o la función de teatro del género “jokyo-gekijo”, son parte también de ese mismo deseo de ficción, o de alcanzar la libertad que hay en toda ficción. Una libertad que, sin embargo, en la realidad social, es problemática, conflictiva, y difícil de alcanzar.