Seguramente a casi nadie le suene de nada pero, ‘Los Peces Rojos’ es una de esas obras maestras espaƱolas olvidadas que el gobierno o la academia de cine deberĆan publicitar constantemente para que se sepa que hubo un tiempo donde el thriller espaƱol tambiĆ©n consiguiĆ³ tocar el cielo.
‘Los Peces rojos’ es una obra redonda en todos sus aspectos. Primero nos ofrece una historia que bien podrĆa estar firmada por los grandes escritores del Hollywood de los 40s. Una trama de suspense, misterio y sorpresa que nos mantendrĆ” pegado a la butaca de principio a fin. Una vez superada la prueba de tener un buen guiĆ³n, JosĆ© Antonio Nieves Conde consigue salir de la realidad para llevarnos al terreno fĆlmico o mĆ”s bien a su terreno fĆlmico. AsĆ nos encontramos ante una pelĆcula de ambientes donde la bruma, la lluvia, El frĆo e incluso el Madrid nocturno se plasman a la perfecciĆ³n consiguiendo crear una atmĆ³sfera propio que nos absorbe dentro de la pantalla. AdemĆ”s el director usa la historia para hablarnos de la creaciĆ³n, de los miedos y sobre todo de las mentiras que siempre viajan en nuestra maleta. Para cerrar se permite el lujo de crear imĆ”genes Ćŗnicas y jugar con el espectador como cierto maestro inglĆ©s solĆa hacer. Los espejos, la profundidad de campo, la cuarta pared o los volĆŗmenes son algunos de los recursos visuales que se manejan a la perfecciĆ³n.
Por lo tanto es posible que Arturo de CĆ³rdova no sea tan famoso como James Stewart o Cary Grant. O que Emma Pennella no sea tan divina como Grace Kelly ni disponga del vestuario de Kim Novak. O que La Latina madrileƱa carezca del glamour del West End londinense. O que una muerte gijonesa no tenga el mismo calado que una muerte americana. Es posible. ĀæO no?
Hitchcock se llama por unos instantes JosĆ© Antonio Nieves Conde y nos regala una de sus mejores pelĆculas, quizĆ”s la mĆ”s perfecta y sobria muestra de cine negro jamĆ”s salida de las entraƱas de la madre patria. Material de primera clase, palpitante, lucidĆsimo y retorcidamente ingenioso que absorbe de principio a fin con la pequeƱa revoluciĆ³n de su propuesta, un juego de espejos noir que sĆ³lo decae un poco en la cuestionable resoluciĆ³n final.