El 3D parece resistirse a su fin. Lo que parecía un volcán que revolucionaría el cine para siempre, empezó a apagar su candor de forma progresiva, cuando los mismos que los habían encumbrado al olimpo decidieron bajarlo a los infiernos, el 3D les dice que él decidirá si tiene o no que marcharse.

Como todo en la vida, las innovaciones suelen ser buenas para el progreso, el problema no es la innovación sino su uso. Y este es el problema de la técnica estereoscópica, el mal uso que la industria ha querido darle hasta la fecha.
Por eso queremos reivindicar las tres obras que nos dicen que el 3D bien filmado es un espectáculo digno de ver únicamente en una buena sala de cine. Así que empezaremos nuestro recorrido sobre las mejores películas 3D de la historia, empezando claro está por la obra que lo creo (al menos el actual).
Avatar llegaba a las salas como algo nuevo y así fue, la unión de imagen real mezclada con animación infográfica, nos dejaba el mejor trabajo 3D hasta la fecha. La profundidad conseguida en muchas escenas, los momentos donde la imagen abandona su plano para acercarse a nuestras butacas y el perfecto equilibrio conseguido entre estos y los tiempos de relax, hacían que la obra de Cameron nos mantuviese durante 3 horas contemplando un espectáculo que no habíamos visto hasta ese día. Ahora sólo queda esperar que sus continuaciones vuelvan a sorprendernos con algo no visto hasta la fecha.
-Casi cuatro años después de Avatar, pensábamos que el 3D ya no tenía sentido, por muchas películas que fuésemos a ver, la sensación de aquel pase de Avatar en el año 2009 no se había vuelto a producir hasta que por fortuna, Alfonso Cuaron nos enseñaba Gravity. Con el asesoramiento del propio James Cameron y el espacio como fondo permanente del film, Gravity conseguía que volviñesemos a sorprendernos de una forma que no nos esperábamos. Al igual que Avatar, el uso infográfico, el equilibrio y perfecta implementación de lo profundidad y el relieve, hacían y hacen de Gravity el segundo mejor trabajo 3D hasta el momento.
Para el tercer puesto no nos queda más remedio que centrarnos en una conversión 3D doméstica. Con una técnica 3D gestada sin planificación previa, estas conversiones ideadas por la industria tenían como fin una única cosa, intentar exprimir un poco más la gallinita de los huevos oro ya caducas y secas. Así veíamos como Star wars o la misma Titanic se transformaban a este 3D oportunista que se convertía al final en una caricatura de si mismo.
Pero de repente hace unas semanas, se ponía a la venta en edición doméstica una versión 3D del mítico film de John McTiernan, Depredador. De repente la técnica oportunista cobraba sentido, y la caricatura habitual daba lugar a una mejora en la espectacularidad de un film ya de por sí insuperable. Con la versión 3D el espesor de la selva cobraba una nueva dimensión, el volumen de sus vigoréxicos protagonistas se realzaba y la inmersión que la obra ya producía en su versión 2D, se veía magnificada en esta estupenda y mimada versión que demuestra que el 3D no es malo en ninguna de sus concepciones, sino que como hemos dicho, su maldad viene dada únicamente por el uso indebido de sus creadores.